Trump escribe en Twitter:

«Tengo a la OTAN, tengo a Reino Unido, que está en una especie de crisis, y tengo a Putin. Francamente, Putin podría ser el más fácil de todos ¿quién lo iba a decir?»

La geopolítica no entiende en ocasiones de tiempos marcados ni de hojas de ruta cerradas. El presidente de EEUU, Donald Trump, lo está descubriendo de un tiempo a esta parte gracias a su «incuestionable» política exterior de ensayo-error.

Tomemos de ejemplo sus estrategias en Siria donde irrumpió con un ataque unilateral y deliberado mediante misiles, lanzados desde un crucero fondeado en el Mediterráneo ¿Su argumento? Un mortífero bombardeo con armas químicas a población civil, una aberración sí, pero de la que se desconocían muchas incógnitas. Trump no quiso esperar los resultados de la investigación y actuó como Comandante en Jefe. Por cierto, ahí quedó muerta también la pesquisa internacional. Ya no importaba.

El interés en Siria le duró al presidente norteamericano lo que tardó en poner su mira en Corea del Norte, mientras de reojo apuntaba a Irán, Venezuela, Qatar... Demasiados frentes abiertos para una Administración efímera. Los objetivos varían a la misma velocidad que el personal del ala oeste de la Casa Blanca.

Las negociaciones con Corea del Norte son una montaña rusa desde que se anunciaron de manera sorpresiva. Un plan impostado y lo que es peor un plan improvisado que ya ha tenido varios lapsus y conatos de incendio. Aun así, la Comunidad Internacional se agarra a un clavo ardiendo a la esperanza de que todo salga bien. Es decir, una península desnuclearizada.

La fijación de Trump con Irán supera los límites de la razón y merece un análisis mayor. Una obsesión -la del magnate reconvertido en líder del 'mundo libre'- en la que quería arrastrar a socios del calibre de Reino Unido, Francia y Alemania. Todos ellos firmantes del Acuerdo Nuclear junto a China y Rusia. Pero en esta ocasión, EEUU chocó contra un frente común: «Teherán cumple escrupulosamente lo pactado y sigue los dictámenes de la OIEA y terceras organizaciones» insistía una y otra vez Federica Mogherini. Un discurso repetido hasta la saciedad en las reuniones bilaterales a uno y otro lado del 'charco'.

Como ya ocurriera en otros desacuerdos. Trump tomó la decisión de salirse por la tangente y abandonar el tratado. Su habitual reacción y pataleta resumida en 140 caracteres.

Trump ya no cuenta con el apoyo de antes. Sus socios ya no le compran sus miedos irrisorios, hartos de hacer el ridículo y la necesidad imperiosa de dejar atrás la imagen de servilismo ¿Recuerdan el caso Skripal?

Si la política exterior de EEUU fagocita los logros de administraciones anteriores, la gestión interna es un cataclismo latente que si sucediera dejaría un gran solar en el National Mall. Parece que al norteamericano medio y alto no le importa recorrer un campo minado, mientras al ciudadano de a pie ya no le atrae la zanahoria envuelta en bonanza económica. Se avecina lío interno.

El bueno de Donald tiene razón, con la que le está cayendo y ante una semana con reuniones en la OTAN y Reino Unido, la reunión con Vladímir Putin va a resultar la más placentera de todas ellas. ¡¡¡Quién lo hubiera pensado!!!