Hace menos de un mes que se cumplieron cuatro años desde que el actual rey emérito Juan Carlos I abdicase y estamos a pocos meses de que se cumplan cuarenta años desde la aprobación de la Constitución Española. A pesar de todos estos años transcurridos parece que nunca se encuentra el momento de preguntar al pueblo español, supuesto soberano de la nación según nuestra carta magna, si desea seguir manteniendo o no a la monarquía; una monarquía especialmente controvertida dado que fue heredada directamente del régimen franquista.

Tópicos contra el referéndum

Quien haya debatido en España alguna vez la cuestión de hacer un referéndum sobre el modelo de Estado, seguro que se habrá topado con una serie de argumentos que, de repetidos, se han vuelto tópicos, lo cual no hace que sean más ciertos. Es por ello que quiero aprovechar este artículo para hacer un breve repaso de algunos de los más oídos y mostrarles las bondades que tendría poder decidir en un sistema democrático real.

«Tener un presidente de la república y un primer ministro nos saldría más caro que mantener la monarquía».

El semipresencialismo no es obligatorio en un sistema republicano y en cuanto al coste no existen tarifas, en un régimen verdaderamente democrático se puede decidir qué asignación reciben los altos cargos del Gobierno. Por si fuera poco, estos cargos se tienen que someter a la confianza de los ciudadanos a través de las urnas cada pocos años y no son cargos hereditarios, hay que ganárselos. Tampoco se tendría en cuenta a toda la familia de esos cargos para calcular su asignación. Tener una monarquía es no poder decidir dónde gastar tu dinero.

«El actual rey Felipe VI hace una gran labor diplomática para la que le han preparado toda la vida».

El que Felipe de Borbón haya recibido una educación privilegiada es innegable, que sea la persona más preparada para ese gran puesto diplomático es una incógnita que unas oposiciones fácilmente podrían despejar. En una democracia real la labor de más alto embajador del país tendría que recaer en una persona no por razones de nacimiento, sino de valía; de igual manera que ese cargo debería ser limitado en el tiempo.

«El rey representa la unión de todos los españoles y al no tener preferencias políticas, ejerce de figura conciliadora».

Felipe de Borbón no puede ser una figura conciliadora en cuanto un gran sector de la población sigue reclamando desde hace cuarenta años un referéndum que reafirme o expulse al rey. En cuanto a las preferencias políticas resulta lógico que, dados sus intereses, no sea favorable a un sistema en el que todas las personas nazcan con los mismos derechos sin diferencias de nacimiento, raza, sexo o religión. Tampoco parece proclive a que su pueblo lo decida.

«Es lo que se decidió en su día».

Quizá este tópico no sea tan común pero también se oye bastante. En su día no se incluyó la posibilidad de renunciar a la monarquía en el referéndum que se celebró para ratificar la Ley de Reforma Política

y en su caso, las personas más jóvenes que pudieron votar en ese referéndum rondan ya los sesenta años. Ya no es que no se haya tenido oportunidad de votar por la monarquía o la república durante este tiempo, es que actualmente la mayor parte de la ciudadanía española no ha tenido ocasión de votar referéndum alguno, ni siquiera cuando se reformó el artículo 135 de la C.E. o cuando se decidió mantener a Juan Carlos I como rey emérito.

Democracia

Se podrían poner muchos más tópicos pero al final todo se reduciría a lo mismo, el poder o no decidir quién se desea como cabeza de Estado, si es que se desea una. Cualquier régimen en el que se le niega a la ciudadanía la opción de elegir eso es, por definición, contraria al concepto de democracia, como lo es el hecho de que alguien ostente privilegios por razones de nacimiento. Si se desea una democracia real y sana no pueden existir las decisiones inamovibles, pues eso no sería sino negar la naturaleza cambiante de la sociedad.