La tesis expuesta en este artículo ofrece una nueva interpretación de la historia política costarricense.

Preámbulo

En este texto me propongo mostrar la influencia del expresidente de la República de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, en la construcción de lo que denomino la versión moderna de la tercera vía del desarrollo costarricense, distinta de la tesis de Estado centralista y propietario, típica del marxismo clásico; de la propuesta de Estado mínimo y economía desregulada, común en el anarcocapitalismo ultraliberal; y del Estado empresario e interventor de algunas corrientes social-estatistas. En ese marco demuestro que el calificativo de neoliberal aplicado al Dr. Arias es una leyenda originada en coyunturas político-electorales, que no corresponde al pensamiento del expresidente ni a los hechos y decisiones que han acompañado su vida pública.

Comprendo que establecer la verdad de la historia no es algo fácil porque los intereses asociados al poder político y económico acostumbran distorsionar los hechos para adaptarlos a sus visiones de mundo, y es por esto que en este texto intento sustentar las afirmaciones en hechos probados. No me interesa ninguna apología, sino sólo fundamentar una hipótesis de trabajo que creo es verosímil e implica una interpretación distinta de la historia política costarricense.

La tercera vía, como tesis sociológica, adquirió notoriedad académica en 1998 cuando se publicó La tercera vía, de Anthony Giddens, y en el año 2000 cuando el mismo autor escribió La tercera vía y sus críticos, pero conviene recordar que en la sociedad costarricense de finales de los años setenta y principios de los ochenta, un grupo de hombres y mujeres articulados en torno a la dirección de Óscar Arias Sánchez anticipó los contenidos de los libros de Giddens, y convirtió la versión moderna de la tercera vía costarricense en una práctica política.

1. Medio familiar, tradición costarricense y tradición anglosajona

Existen tres fuentes intelectuales e históricas claves en la formación de la visión de mundo de Óscar Arias Sánchez, ninguna de las cuales se enmarca en la tradición del anarcocapitalismo ultraliberal: la educación recibida en el seno familiar, la tradición de pensamiento social y político costarricense que se ha caracterizado por situarse hacia el centro del espectro ideológico, y la tradición cultural anglosajona en lo que se refiere a la construcción de las disciplinas sociales y humanísticas.

La familia del expresidente Arias Sánchez, en sus orígenes, estuvo vinculada a la producción cafetalera, la política liberal y el ejercicio de la abogacía. Su padre, Juan Rafael Arias Trejos, fue abogado, profesión que nunca ejerció debido a que se dedicó a las actividades financieras y comerciales de la familia. Rafael Arias se desempeñó, además, como diputado nacional y candidato a la Vicepresidencia de la República en 1978. La madre del expresidente, Lylliam Sánchez Cortés, hija del legendario agricultor Julio Sánchez Lépiz, destacó como una mujer disciplinada, entregada a la vida familiar.

El abuelo paterno de Arias Sánchez fue Juan Rafael Arias Bonilla (1877-1963), varias veces diputado por la provincia de Heredia, ministro plenipotenciario ante los gobiernos de Argentina, Brasil y Chile en 1916, presidente del Congreso de Costa Rica (1936-1938) y secretario de Estado durante la Administración del presidente Alfredo González Flores, y la segunda Administración de Cleto González Víquez, activo partidario de Rafael Ángel Calderón Guardia y constituyente en la Asamblea Nacional Constituyente de 1949.

El abuelo materno de Arias, Julio Sánchez Lépiz (1862-1934), fue un agricultor y empresario exitoso, que con su esfuerzo y visión construyó varias de las empresas más prósperas de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Ha sido considerado como el productor cafetalero con la mayor conciencia social y progresista de su tiempo. Muchas de sus ideas anticipan la reforma social de 1943 y la creación del Estado Social de Derecho postulado en la Constitución Política de 1949.

Como es notorio, la infancia y adolescencia del expresidente de la República transcurrió en interacción con tres variables cardinales en su formación intelectual: la vida familiar, la experiencia política y social de su padre y de su abuelo paterno, y la tradición emprendedora de Julio Sánchez Lépiz. A propósito de este último, existen dos libros que contribuyen a dilucidar la influencia intelectual de Sánchez Lépiz en Arias Sánchez, además de varias declaraciones del expresidente sobre el tema. El primero de los libros mencionados, escrito por José Marín Cañas, se titula Julio Sánchez, y el segundo, de las historiadoras Ana Virginia Arguedas Chaverri y Martha Ramírez Arias, fue publicado con el título La actividad cafetalera y el caso de Julio Sánchez Lépiz.

Además de la fuente histórico-familiar y de la tradición política costarricense, otra de las raíces relevantes en la formación intelectual del expresidente se origina en sus años de formación en Inglaterra, dentro de la tradición cultural anglosajona, que resultaron ser muy intensos y decisivos no solo por la calidad de los docentes y las exigencias académicas de la universidad, sino también por la oportunidad de cultivarse en otras áreas distintas de las políticas y económicas, tales como la música, la literatura, la filosofía y la historia del arte. Los estudios en Inglaterra le permitieron establecer contacto directo e inmediato con las principales corrientes de pensamiento que se agitaban en Europa, América Latina y los Estados Unidos, y le facilitaron profundizar en la historia y situación de Costa Rica analizándolas desde la perspectiva de una metodología de investigación en extremo rigurosa que enfatizaba la importancia de los datos, los estudios cuantitativos y la carga de la prueba como fundamento de los juicios de valor y de los análisis cualitativos. Varios estudiosos e intelectuales costarricenses de los años sesenta y setenta confirman la presencia de las tres fuentes históricas señaladas en el itinerario de Óscar Arias Sánchez. Es este el caso de Alberto Cañas Escalante, Enrique Benavides, León Pacheco, José Marín Cañas y Eugenio Rodríguez Vega.

2. Una tesis en la tesis doctoral

Interesa observar, por lo que aclara a propósito del perfil intelectual de Arias Sánchez, lo indicado por él respecto de lo ocurrido en Costa Rica entre 1940 y 1950. En el capítulo primero de la tesis doctoral, publicada en 1976 con el título ¿Quién gobierna en Costa Rica? Un estudio del liderazgo formal, identifica los dos segmentos sociales que constituyen los actores principales del proceso de reforma social y económica en los cuarenta: La clase obrera, y las clases y capas sociales medias. Los grandes propietarios de haciendas cafetaleras no aparecen como sujetos de cambio social entre 1940 y 1950; esto es relevante, porque señala la autonomía de Arias respecto del grupo social dentro del cual él mismo había nacido, así como su capacidad para interpretar la historia costarricense desde la perspectiva de distintos segmentos poblacionales. El expresidente manifiesta, además, los siguientes argumentos que en puridad reiteran su autonomía respecto del segmento social al que pertenecía, y su capacidad de sintetizar diversos intereses y perspectivas.

  • Primero: Los Gobiernos de Rafael Ángel Calderón Guardia y de Teodoro Picado, con el apoyo del Partido Comunista (Vanguardia Popular) y de la jerarquía de la Iglesia católica, diseñaron y ejecutaron políticas que dieron expresión a los intereses de la clase obrera.

  • Segundo: El Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, al unirse con el Partido Acción Demócrata, dio lugar a la fundación del Partido Socialdemócrata, que interpreta los intereses de las capas y clases sociales medias.

  • Tercero: Se produjo un serio distanciamiento entre el Partido Socialdemócrata y el Gobierno, debido al elevado nivel de corrupción política en la Administración Pública, lo que explica que los socialdemócratas se unieran al Partido Unión Nacional de Otilio Ulate Blanco (de orientación conservadora).

  • Cuarto: Cuando se produjeron las denuncias de fraude electoral en las elecciones de 1948, José Figueres Ferrer vio la oportunidad de lanzar una insurrección armada en contra del Gobierno. Luego de obtener la victoria en ese conflicto, se estableció una alianza entre el movimiento de liberación nacional, liderado por Figueres, y los jóvenes del Partido Socialdemócrata, que dio lugar a la creación del Partido Liberación Nacional; mientras la fracción conservadora de quienes se habían enfrentado al Gobierno, continuó en el Partido Unión Nacional.

  • Quinto: El Partido Unión Nacional ejerció presión sobre Figueres y su grupo para que se le entregara el poder al presidente constitucional electo en las elecciones de 1948; así lo hizo, pero antes aprobó varios decretos ejecutivos tendientes a iniciar la concreción del programa reformista de la Junta de Gobierno, el cual pretendía establecer

«un modelo de desarrollo industrial, en manos de los sectores medios, que sirviera como contrapeso a la hegemonía tradicional que controlaba la producción agrícola para la exportación...».

El lenguaje empleado por Arias toma prestados ciertos términos del marxismo clásico, pero lo hace de un modo muy distinto al de Karl Marx. En el pensamiento del expresidente, vocablos como capa social, clase social y fragmento de clase se combinan con otros como estamento y elite, y se inscriben en una visión que privilegia la búsqueda de acuerdos y síntesis de intereses, nada de lo cual es típico del marxismo que, como es sabido, enfatiza el antagonismo y la lucha de clases. En este punto la influencia de la tradición de pensamiento social anglosajona, en la que se sitúa la formación doctoral de Arias Sánchez, es evidente.

Conviene observar que en la obra del sociólogo británico Anthony Giddens, de importancia en la divulgación de la tercera vía durante los años noventa e inicios del siglo XXI, también se encuentra cierto uso de vocablos de origen marxista, pero situados en un contexto teórico liberal y democrático, lo mismo que ocurre con el Arias de los años sesenta, setenta y ochenta.

La interpretación de Arias respecto a los acontecimientos de los años cuarenta coincide con la versión reformista, liberal y social, de ese período de la historia política costarricense, pero se distancia por el fondo y por la forma de las lecturas marxistas y ultra-liberales, no obstante lo cual, en el caso del marxismo, reconoce el mérito histórico del Partido Vanguardia Popular en la gestación y consolidación de la reforma social de los años cuarenta.

3. Acción política y producción ensayística

Las obras más importantes escritas por Arias Sánchez entre los años 1967 y 1980 son Grupos de presión en Costa Rica (1967), Significado del movimiento estudiantil en Costa Rica (1970), ¿Quién gobierna en Costa Rica? (1976), Democracia, independencia y sociedad latinoamericana (1977), Los caminos para el desarrollo de Costa Rica (1978) y Nuevos rumbos para el desarrollo costarricense (1980).

A pesar de esta importante producción ensayística, es lo cierto que durante la década de los setenta Óscar Arias Sánchez carecía de influencia política suficiente. Los líderes históricos Figueres y Oduber orientaban, en términos ideológicos, la evolución del país. La oposición al Partido Liberación Nacional, por su parte, carecía de un proyecto de nación más allá de las ideas de algunos de sus dirigentes, y el desarrollo organizacional e ideológico de sus partidos políticos era embrionario y débil. En tales condiciones es claro que Arias Sánchez debió emplearse a fondo para insertarse en el ámbito de los liderazgos políticos, al mismo tiempo que cultivaba su propio planteamiento intelectual

Parte medular del multifacético esfuerzo apuntado fue su labor como ensayista y pensador político. Esta característica resultó fundamental, porque sin un pensamiento propio y bien fundamentado le hubiese sido imposible traducir su experiencia partidaria en liderazgo nacional, y menos en una época donde la crisis del modelo de sustitución de importaciones y del Estado empresario -fenómeno común en la América Latina de los años ochenta del siglo XX- exigía renovar ideas y plantear nuevos horizontes a la sociedad costarricense.

León Pacheco, José Marín Cañas, Eugenio Rodríguez Vega y Alberto Baeza Flores opinan sobre «Grupos de presión en Costa Rica» y «¿Quién gobierna en Costa Rica?»

Varios escritores e intelectuales costarricenses se expresaron en términos positivos del contenido de los libros «Grupos de presión en Costa Rica» y «¿Quién gobierna en Costa Rica?» José Marín Cañas, en referencia a la primera de las obras mencionadas, sostiene que «el trabajo de Óscar Arias es convincente a todo lo largo de la exposición, de su análisis y de su recapitulación. Ahí está, en forma viva y certera, la nueva sociedad que llena el mundo actual (…) Saludamos en Óscar Arias, a un empeñoso, inteligente y disciplinado muchacho, capaz de ocupar el puesto distinguido que se le ha asignado en la sociedad (…) Este primer fruto lo acredita para que en él veamos todos el comienzo de un costarricense respetable, capaz y digno de representar a una juventud nueva y promisoria». León Pacheco, en referencia a la obra «¿Quién gobierna en Costa Rica?», afirma que esta se inscribe en la gran tradición del pensamiento costarricense de los últimos cincuenta años, y, en cierta forma, es la culminación de las numerosas publicaciones realizadas sobre el mismo tema. Alberto Baeza Flores sostiene que la obra escrita de Óscar Arias refleja dos características básicas de su personalidad: de un lado, la síntesis del buen escritor con la rigurosidad científica y, por otra parte, la combinación de la orientación investigadora y reflexiva, con la capacidad de resolver problemas prácticos. Flores afirma, además, que se trata de un aporte relevante al pensamiento socialdemócrata latinoamericano. Finalmente, el exrector de la Universidad de Costa Rica, Eugenio Rodríguez Vega, en comentario al contenido de la tesis doctoral de Arias Sánchez, opina que la preocupación de Arias no se encamina solamente a mejorar el esquema formal de grupos, asociaciones o partidos, sino que se extiende a problemas de fondo en el campo de la filosofía política.

4. La situación intelectual entre 1967 y 1980

Entre los años 1967 y 1980, además de los libros de Arias, se leía con profusión en el país El Ser de la nacionalidad costarricense, escrito por José Abdulio Cordero en 1964 y reeditado en 1980. En 1975 se publicó en segunda edición, del filósofo Constantino Láscaris, su estudio Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica; de este mismo autor se leía con entusiasmo el ensayo El costarricense. El profesor de la Universidad de Colorado, en los Estados Unidos, James L. Busey, había publicado en 1968 Notas sobre la democracia costarricense. En 1971 se publicó la primera edición del libro Democracia en Costa Rica: Cinco opiniones polémicas, reeditado en 1978, 1979 y 1981; en esta obra escriben Chester Zelaya, Daniel Camacho, Óscar Aguilar Bulgarelli, Rodolfo Cerdas y Jacobo Schifter. Varios estudios y ensayos de José Luis Vega Carballo se recogieron en Hacia una interpretación del desarrollo costarricense: Ensayo sociológico, editado en 1980; de este mismo autor, a partir de 1980, se conoce el importante estudio Orden y progreso: La formación del Estado Nacional en Costa Rica. De Samuel Stone, quien había realizado sus estudios de posgrado en el Instituto de Altos Estudios sobre América Latina de la Universidad de París, la Revista de Ciencias Jurídicas publicó el ensayo Los cafetaleros, y en 1975 apareció La dinastía de los conquistadores. A Eduardo Oconitrillo se le publicó Un siglo de política costarricense. En 1981 el estudioso brasileño Reinaldo Carcanholo publicó su libro, inspirado en el marxismo, Desarrollo del capitalismo en Costa Rica.

Una caracterización del escenario intelectual costarricense hacia finales de los años setenta permite identificar las siguientes posiciones básicas respecto a la estrategia de desarrollo nacional. Estaba la versión de la oposición democrática no liberacionista, de matiz demócrata cristiana y liberal-conservadora. Las perspectivas de izquierda se subdividían en la tendencia morista-comunista (de Manuel Mora Valverde, líder del Partido Vanguardia Popular) y la corriente situada a la izquierda de Vanguardia Popular, que reunía pequeños grupos de universitarios. Existía, además, un movimiento de pensamiento económico y político liberal articulado en torno a la Asociación Nacional de Fomento Económico, que se concentraba en temas económicos y financieros, de cuyo seno salieron, en los años ochenta, varios dirigentes del Partido Unidad Social Cristiana. Al interior del liberacionismo es posible observar la presencia de al menos dos enfoques sobre el desarrollo nacional: uno vinculado a Daniel Oduber Quirós y otro asociado a Óscar Arias Sánchez; el primero tendía al fortalecimiento de la presencia estatal en la economía y bregaba en favor de un Estado empresario e interventor, mientras el segundo propugnaba una presencia menor del Estado en los sectores productivos, se oponía al Estado empresario-interventor y trabajaba en favor de cambios medulares en la estrategia de desarrollo que permitieran una inserción más decidida de la sociedad costarricense en la globalización. En general puede afirmarse que prevalecía la tesis de que Costa Rica era un país con altos indicadores de desarrollo humano en salud, educación, convivencia y seguridad, pero con un sistema económico subdesarrollado, lo que le impedía alcanzar mayor cuotas de bienestar.

Alberto Cañas Escalante comenta el libro «Grupos de presión en Costa Rica»

El 25 de julio de 1971, Alberto Cañas Escalante, uno de los más importantes escritores e intelectuales de Costa Rica a lo largo de toda su historia, sostuvo conceptos altamente elogiosos sobre el libro «Grupos de presión en Costa Rica» y sobre su autor. Escribió don Alberto que la obra en cuestión «despertará mucho la conciencia de los costarricenses sobre la naturaleza de ciertos problemas que confrontamos, a veces sin darnos cuenta» y que su autor es un «hombre de estudio» que analiza el tema de los grupos de presión con objetividad y «exigente rigor académico». «Por eso hemos sostenido y sostenemos la importancia de este libro, y la necesidad de que todos los costarricenses preocupados y curiosos lo lean, se enteren, lo rumien y lo mediten. Es un enfoque cuidadoso y científico que contribuirá a acabar con muchas mentiras convencionales y con muchas causas de subdesarrollo intelectual que a este país afectan». Recuérdese que la obra en comentario, al publicarse, fue prologada por el propio Alberto Cañas y que este la conocía desde mediados de los años sesenta, cuando Arias Sánchez la defendía como su tesis de grado de licenciatura.

Fuente: Periódico «La República», columna Chisporroteos, edición del 25 de julio de 1971.

La actividad intelectual nacional vivía momentos muy dinámicos, no solo por la publicación de obras valiosas como las referidas, sino también por la organización de seminarios para la discusión y el análisis de los principales desafíos del país. Destacan entre ellos los convocados hacia finales de los setentas por la Cátedra Libre de la Universidad Nacional y el Ministerio de Planificación y Política Económica; los realizados por la Universidad Nacional se denominaron “Los Problemas Económicos del Desarrollo en Costa Rica” y “Los problemas Sociopolíticos del Desarrollo en Costa Rica”. Pero no fue sino hasta los días 11, 15, 16, 17 y 18 de noviembre de 1976 cuando se realizó en el Teatro Nacional el más importante evento reflexivo de la década de los setenta, y uno de los más relevantes en la historia de diálogo social desde entonces hasta la fecha, conocido como el “Simposio La Costa Rica del Año 2000”, que movilizó a cientos de costarricenses y contó con la participación del entonces presidente de la República, Daniel Oduber Quirós, el propio Óscar Arias Sánchez, a la sazón ministro de Planificación, los expresidentes de la República José Figueres Ferrer y Mario Echandi Jiménez, además del dirigente marxista Manuel Mora Valverde, entre otros importantes dirigentes de aquella época. Las tesis políticas principales esgrimidas en el “Simposio” resolvieron sus diferencias en la década de los ochenta a través de procesos electorales, y en general puede afirmarse que desde entonces han venido marcando buena parte de la evolución política nacional.

5. La tercera vía del desarrollo social en el Simposio La Costa Rica del año 2000: Crítica al modelo de sustitución de importaciones y Estado Empresario

¿Qué pensaba Óscar Arias entre los años 1970 y 1990? La conferencia que pronunció sobre el futuro socioeconómico y político del país en el «Simposio sobre la Costa Rica del año 2000» es un texto medular que perfila, con detalle, la versión moderna de la tercera vía del desarrollo costarricense. ¿Qué dijo en esa oportunidad? Luego de las palabras protocolarias, afirmó lo siguiente:

«…sería deplorable vivir en el fatalismo de creer que no es posible modificar, dentro de un sistema democrático, valores y actitudes que nos apartan de muchos de nuestros anhelos de justicia (…) Tengo el pleno convencimiento de que hoy, más que nunca, estamos obligados a impulsar una vigorosa acción política que, a la vez que mantenga y consolide nuestro régimen democrático, sea capaz de propiciar un cambio profundo y positivo en el comportamiento de los grupos que integran la sociedad costarricense…».

(Arias Sánchez, Óscar. Memoria del Simposio La Costa Rica del año 2000, p. 37).

Después de estos conceptos Arias pasó revista a las características del desarrollo costarricense durante los veinticinco años previos, sostuvo que mucho se había avanzado, pero que también existían tendencias que debían revertirse o suprimirse, para dar lugar a una nueva estrategia de desarrollo. La tesis de Arias se sustentaba en el análisis crítico del modelo de sustitución de importaciones y Estado Empresario.

La sociedad costarricense, entre 1950 y 1980, inscribe su evolución dentro de una estrategia que privilegia la presencia del Estado en aspectos sociales y económicos, la diversificación de la producción y el fortalecimiento industrial. A partir de los años sesenta, cuando el país se incorpora al Mercado Común Centroamericano, es claro que se estaba en presencia de un estado gestor del desarrollo en el marco de un modelo que se denomina, por influencia de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), de sustitución de importaciones. Costa Rica alcanzó un nivel de evolución social y económica sobresaliente en el período de ascenso de la estrategia de sustitución de importaciones, que se acostumbra ubicar entre 1963 y 1973; sin embargo, las políticas aplicadas, aún reconociendo sus méritos, contenían las causas que explican su agotamiento e inviabilidad a partir de fines de los años setenta, las cuales se vieron profundizadas por razones de índole internacional. ¿A qué causas me refiero?

  • Primero: Si bien la estrategia de sustitución de importaciones implicó el aumento positivo de la inversión industrial, esta se produjo favoreciendo, por razones políticas, a unas mercancías en vez de otras. Se establecieron aranceles y subsidios que beneficiaban a las llamadas industrias de importación, con lo cual se produjo un sesgo anti/exportador que generó un permanente desequilibrio en la relación importaciones/exportaciones expresada en la balanza de pagos.

  • Segundo: La ausencia de un nivel suficiente de ahorro de capital interno, supuso la necesidad de aumentar el gasto público y el endeudamiento externo para cubrir la importante acción estatal en educación, salud, infraestructura, seguridad y otros aspectos del país. Con el tiempo el Estado costarricense alcanzó un volumen cuantitativo que no correspondía a las dimensiones reales de los sistemas productivos. El gasto público se hizo insostenible, y la inversión pública tendió a la parálisis. El Estado se convirtió en el principal empleador y buena parte de los recursos disponibles empezaron a destinarse al pago de la planilla, y no en los programas sociales que ofrecían bienes y servicios a la población.

  • Tercero: El aumento sistemático del gasto público se financió a través de impuestos y crédito externo, y al sobrevenir la crisis de la deuda externa, hacia finales de los años setenta y principios de los ochenta, no fue posible continuar manteniendo los anteriores niveles de endeudamiento internacional.

  • Cuarto: La estrategia de sustitución de importaciones favoreció la inversión en sectores económicos protegidos, dentro de los cuales se producían ganancias originadas en intervenciones políticas deliberadas, y no en el aumento de las capacidades productivas y la innovación. El modelo condujo, entonces, no sólo a un sesgo anti/exportador, sino también a un sesgo contrario a la productividad e innovación en los sectores sociales y empresariales.

A los aspectos negativos de la estrategia de sustitución de importaciones, que eran estructurales, se agregaron ciertas circunstancias de coyuntura internacional y de mal gobierno interno, tales como la crisis de la deuda externa, ya mencionada, las dos crisis petroleras (1973-1974 y 1978-1980), las guerras e inestabilidad política y social en los países centroamericanos, especialmente en Nicaragua y El Salvador, y los errores de conducción económica, política y social que venían arrastrándose desde 1970.

El expresidente Arias previó buena parte de la crisis económica originada en la situación internacional y en las fallas estructurales del modelo de sustitución de importaciones y Estado Empresario. En su discurso ante el «Simposio la Costa Rica del año 2000», delineó las acciones correctivas necesarias para evitarla o sortearla de manera eficaz, pero una coyuntura internacional favorable, asociada a los precios internacionales del café, hizo que el gobierno de entonces postergara las decisiones de cambio requeridas. Desde 1970 los distintos gobiernos postergaron decisiones correctivas, y fue un acumulado de vacíos e insuficiencias políticas, combinado con circunstancias internacionales, y con las guerras en Centroamérica, lo que precipitó el “reventón” de la crisis (1980-1982), que condujo a un acelerado y profundo retroceso en el otrora desempeño positivo de los indicadores sociales. Esta circunstancia negativa no se produjo, como he dicho, en el lapso de dos o cuatro años (1978-1982), en realidad fue el resultado de un acumulado de vacíos, insuficientes y errores que venían arrastrándose desde 1970.

Los investigadores Leonardo Garnier y Roberto Hidalgo, citados por Manuel Antonio Barahona Montero en Costa Rica contemporánea: Raíces del estado de la nación, páginas 105-106, sintetizan los contenidos, limitaciones y crisis de la estrategia de sustitución de importaciones, en los siguientes términos:

«…después de tres décadas de crecimiento y diversificación, Costa Rica siguió exportando principalmente café en grano y bananos frescos, a lo que se agregaba, en menor proporción, azúcar y carne. Por el contrario, si bien se había logrado producir (ensamblar) internamente una buena parte de los bienes industriales que se consumían en el país, las importaciones de bienes industriales seguían creciendo aceleradamente, no solo porque el consumo de estos bienes aumentaba más rápido de lo que aumentaba la capacidad para producirlos, sino porque esta misma capacidad dependía de que se importaran cantidades crecientes de materias primas, herramientas y equipo industrial. Así, el país seguía exportando bienes producidos con un uso simple y extensivo de sus recursos humanos y naturales, con escasa incorporación de trabajo calificado y progresos tecnológicos complejos, para importar bienes con las características opuestas. No es de extrañar, pues, que al complementarse esto con una escasa experiencia comercializadora, sus relaciones comerciales internacionales terminaran por enfrentar a Costa Rica con uno de los problemas típicos de un país periférico: El intercambio desigual».

Si el diagnóstico anterior es claro, y comúnmente aceptado, la cita siguiente, también de los investigadores Garnier e Hidalgo, identifica la contradicción inherente a la estrategia de sustitución de importaciones, que, eventualmente, condujo a su colapso (Obra citada, página 106):

«La sociedad costarricense – escriben – gozó de un prolongado bienestar desde fines de los años cuarenta hasta fines de los años setenta; durante esas décadas, efectivamente, se mantuvo un saludable ritmo de crecimiento económico, acompañado de un proceso aun más impresionante de avance social.

»Esa prosperidad, sin embargo, descansaba en una peligrosa contradicción: Mientras que la estructura política y social de Costa Rica se había desarrollado hasta adquirir características cercanas a aquellas típicas de los países desarrollados, su estructura productiva seguía mucho más cerca de aquellas propias de los países subdesarrollados».

El desequilibrio apuntado por Garnier e Hidalgo había sido identificado, casi en los mismos términos, desde los años setenta por el entonces Ministro de Planificación, Oscar Arias Sánchez, y otros intelectuales y políticos. Lo que Arias Sánchez propuso, en tales circunstancias, fue impulsar una serie de políticas públicas que liberarán el potencial de las fuerzas productivas del país al tiempo que se recuperaban los niveles de bienestar social previos al «reventón» de la crisis económica (1980-1982), manteniendo y enriqueciendo las características democráticas, liberales y socialmente inclusivas de las principales instituciones nacionales. Todo lo cual debía hacerse no por la vía del ultraliberalismo (Estado mínimo, economía desregulada), ni por la vía del Estado Empresario, ni por la del marxismo clásico (Estado propietario de medios de medios de producción). En el fondo, de lo que se trataba era de armonizar las estructuras sociales, políticas y ético-jurídicas de la sociedad costarricense con las capacidades productivas y competitivas de la economía de mercado. Objetivo que sigue siendo, para quien escribe, el desafío principal de la sociedad nacional. Se han logrado avances, sin duda, pero conviene profundizarlos y extenderlos. La propuesta de Arias, entre los años 1986 y 1990, se combinó con el liderazgo del ex -presidente Arias y del gobierno costarricense en la pacificación de Centroamérica. Debe recordarse que en el período indicado existió la amenaza real de que Costa Rica se viera envuelta en las guerras centroamericanas, y fue el diseño y ejecución del Plan Arias para la Paz lo que evitó semejante desenlace, al tiempo que lograba el cese del conflicto militar en la región y derrotó la estrategia militarista de los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética.

La equidistancia ideológica del planteamiento del ex presidente Arias en los años setenta y ochenta del siglo XX, es decir, su autonomía e independencia respecto a las tesis social-estatistas tradicionales, el marxismo y el ultraliberalismo, es la variable ausente en las interpretaciones comunes de lo ocurrido en Costa Rica durante los años ochenta. Y es esta ausencia lo que impide aquilatar tres hechos claves de esos años: primero, el carácter progresivo, reformista, democrático y socialmente inclusivo del Plan Arias para la Paz de Centroamérica, antítesis de la ideología economicista que dominaba en la administración gubernamental de los Estados Unidos, y contrario a la política guerrerista de la Unión Soviética, Cuba y Estados Unidos en la región centroamericana; segundo, la política económica y social interna que permitió recuperar buena parte de los indicadores de desarrollo social dominantes en Costa Rica antes del estallido de la crisis económica de 1980-1982; y, tercero, el hecho de que los actores políticos y sociales que en los años noventa serían calificados, sin serlo, de neoliberales, se agruparon en contra del liderazgo de Arias, se resistieron al diseño y ejecución del Plan Arias para la Paz, y rechazaron varios contenidos de política económica y social interna. No es menos importante el hecho de que las fuerzas políticas de la izquierda costarricense, en especial universitarias, también coincidieron con la política internacional del gobierno costarricense, y brindaron su apoyo al Dr. Arias.

En los años ochenta del siglo XX, y este es el hecho político clave de aquel tiempo, Óscar Arias Sánchez y quienes le acompañaban, diseñaron y ejecutaron políticas que de manera simultánea se distanciaron de los paradigma políticos y sociales conocidos en esa época, a saber: el paradigma social-estatista de Oduber y Figueres; el paradigma marxista y el paradigma ultra-liberal esgrimido por los Estados Unidos y otras potencias occidentales. ¿Qué paradigma de desarrollo propuso entonces Arias Sánchez? Uno que en cierta forma continuaba y enriquecía la tradición de pensamiento social costarricense. Lo resumo en unos pocos enunciados: crecimiento y desarrollo de las fuerzas productivas enfatizando la importancia de la economía privada y de la inserción en la economía planetaria; fortalecimiento de la democracia representativa y del liberalismo político; e inclusividad de las políticas sociales del Estado y del gobierno. Lo que Arias prefiguró en su conferencia del Simposio La Costa Rica del año 2000, fue la versión moderna de la tercera vía del desarrollo que ha caracterizado la evolución costarricense.

6. Críticas puntuales al anarcocapitalismo del ultraliberalismo

Se ha dicho, por razones de conveniencia político-electoral, que Arias es un extremista liberal; sin embargo, no he encontrado prueba que fundamente tal aserto ni en la producción ensayística del expresidente, ni en los hechos asociados a sus gobiernos, ni en sus intervenciones en hechos relevantes del acontecer internacional. Así, por ejemplo, desde finales de los años sesenta, marcado por su experiencia en Inglaterra y el estudio de las doctrinas políticas y económicas de entonces, no compartía la tesis conservadora, ultra-liberal, de oposición a la planificación. Todo lo contrario, opinaba lo siguiente acerca de la contraposición entre planificación y economía de mercado:

«[esta] pudo haber existido en el siglo XIX, cuando imperaba el capitalismo de corte clásico; pero, pasados los años, hoy no puede existir esa contradicción, puesto que el sistema capitalista ha venido aceptando cada vez más una mayor intervención estatal. Nuestro mundo actual no es el de Adam Smith, ni el de Carlos Marx. La necesidad de la planificación ha trascendido, en nuestra época, los dogmatismos económicos y es aceptada como una práctica útil, cualquiera que sea la organización económica de la sociedad”. (Nuevos rumbos para el desarrollo costarricense (1984), p. 33.)».

Tomando como motivo el debate sobre la planificación, Arias profundiza su crítica a los planteamientos que en los años ochenta y noventa serían conocidos como propios del extremismo liberal en economía. En el libro Nuevos rumbos para el desarrollo costarricense, página 33, sostiene:

«…un 'laissez-faire' puro no existe. Quienes defienden esta posición no niegan la necesidad del Estado, aunque sueñan con un Estado sumamente pasivo. Ahora bien, quienes se proclaman con vehemencia defensores de un sistema económico de competencia pura son, a veces, los que más temen a la competencia. Este es el caso de Costa Rica, en donde el miedo a la competencia parece ser, en los últimos años, una de las más arraigadas actitudes, no sólo entre los empresarios, sino también entre los profesionales, los obreros e, incluso, los líderes políticos. El empresario que se dice liberal, reniega en forma constante de la creciente intervención del Estado, pero con harta frecuencia se cobija bajo su sombra protectora, para estar a salvo de la misma competencia que pregona. Para este empresario la norma válida parece ser aquella que postula la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas…».

Las observaciones críticas de Óscar Arias respecto del extremismo liberal se profundizan en el transcurso de su experiencia en el Ministerio de Planificación. Así en el libro Nuevos rumbos para el desarrollo costarricense, al resumir las lecciones de su paso como ministro de Planificación, Arias escribe esto en la séptima y octava de esas enseñanzas (página 46):

«El cambio exigido por la sociedad costarricense, en todos los órdenes –social, económico y político– no se produce en forma espontánea y automática, sino que demanda, para su realización, un esfuerzo consciente, deliberado y sistemático (…) Nada más lejos de la realidad que un enfoque meramente economicista del desarrollo (…) La miseria no podrá erradicarse nunca de la sociedad costarricense, si se deja a los mecanismos automáticos del mercado plena libertad de acción; es perfectamente posible un alto grado de desarrollo global a la par de una pauperización creciente de ciertos grupos sociales».

Un análisis pormenorizado –que escapa a los límites de este artículo– tanto de la producción textual (artículos y discursos) de Óscar Arias posterior al año 1990, así como de sus decisiones como gobernante entre los años 2006-2010, y sus intervenciones a nivel internacional (inicio de relaciones diplomáticas y comerciales con la República Popular China, apertura de la embajada en Cuba, propuestas antimilitaristas, Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas, iniciativa para propiciar la reducción sistemática del gasto militar y trasladar esos recursos a la cooperación internacional para la inversión en educación, cultura, ciencia, tecnología, reducción de la desigualdad social y erradicación de la pobreza y de la pobreza extrema), evidencian orientaciones de pensamiento y de acción que muy poco o nada tienen que ver con una visión del mundo originada en el anarco-capitalismo del ultra-liberalismo.

El Estado empresario

El 11 de julio de 1985 Arias declaró su oposición al Estado empresario; lo hizo en los siguientes términos:

«…no soy partidario del estado empresario. Es una posición que he mantenido en mis libros y en mis discursos. En este campo he discrepado con don José Figueres y con don Daniel Oduber. No creo que el Estado deba ser empresario. Si no podemos manejar con eficiencia una escuela, menos vamos a poder manejar una empresa. Hay una razón de más peso que esa. Hay una literatura muy abundante en el llamado Tercer Mundo y en América Latina en particular, sobre la forma como las empresas públicas se han utilizado como fuente de enriquecimiento y corrupción. En una sociedad como la nuestra, tan cuestionada en lo moral, no podemos abrir la puerta para que la corrupción aumente con empresas en manos del Estado. Por eso hay que acabar de una vez por todas con este mal que nos ha carcomido y que ha socavado los valores de nuestra sociedad…».

Fuente: Fragmento tomado de Fernández, Guido. «El primer domingo de febrero», p. 180.

El 22 de mayo del año 2005 Arias Sánchez reiteró su ideario intelectual de pensador de la tercera vía del desarrollo costarricense, alejado de las tesis ultra-liberales y social-estatistas, al sostener que:

«( ) nunca debemos presumir que el control estatal de los medios de producción o de los procesos sociales es equivalente a su control por parte de los ciudadanos. Ya hemos visto muchos casos en que el dominio estatal de un servicio o institución no es otra cosa que una coartada para esconder su control por parte de grupos, gremios e intereses minoritarios y mezquinos, que muy poco tienen que ver con los del pueblo costarricense. Es urgente entender que control estatal no es igual a control democrático ( ) no necesitamos un estado grande, sino un estado fuerte, eficiente, bien financiado, capaz de regular el funcionamiento del mercado, y sometido al escrutinio permanente de los ciudadanos ( )” al tiempo que es imprescindible comprender que “ ( ) es irracional confundir la rectificación del papel del estado con una mutilación indiscriminada de sus capacidades, inclusive de aquellas necesarias para llevar a cabo funciones como la redistribución de la riqueza, el combate a la pobreza, la integración social, la inversión en capital humano e infraestructura, que el mercado difícilmente puede realizar y que resultan decisivas para el futuro de cualquier país y para el propio funcionamiento del mercado

(Hagamos juntos el camino: discursos, artículos y ensayos, pp. 290-291)».

La experiencia política y socio-económica reciente en países como Nicaragua, Argentina, Venezuela, Perú o Chile, corrobora el acierto del planteamiento de tercera vía del desarrollo costarricense. No digo que el modelo costarricense de gestión social sea replicable en otras latitudes, no lo es porque cada sociedad posee rasgos peculiares e historias diferenciadas, pero no hay duda que en su contenido general posee méritos que serían de mucho provecho si se aplican con creatividad e innovación en otras naciones, me refiero a la búsqueda permanente del consenso a través de los mecanismos propios del diálogo y de la democracia representativa, así como al énfasis en una economía de mercado capaz de sintetizarse con la satisfacción de las necesidades sociales de la población y la plena vigencia de los derechos humanos.