El mundo avanza, la tecnología avanza a pasos agigantados, pero cerca de 200 millones de menores de cinco años sufren desnutrición crónica y aguda, cuyos efectos se harán sentir durante el resto de sus vidas, por lo que requieren tratamiento inmediato y atención médica urgente, de acuerdo al estudio realizado por Unicef a nivel internacional.

La pobreza es una epidemia que afecta a millones de personas en nuestro planeta. En el mundo, 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema y casi 900 millones sufren hambre, no tienen acceso al agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación. Hombres, mujeres, niños y niñas siguen sufriendo por hambre o malnutrición y viven en entornos donde la exclusión y la discriminación son protagonistas.

Causas de la pobreza: colonialismo, transnacionales y cambio climático

Se considera que las causas históricas de la pobreza son el colonialismo, la guerra, la esclavitud y las invasiones. Es decir, la situación de pobreza que vive una parte de la población mundial, especialmente en los países del sur, es un fenómeno que se fue desarrollando durante diferentes periodos de la historia.

Un factor de riesgo es el desarrollo de grandes corporaciones que utilizan recursos y mano de obra barata de países en riesgo de pobreza, lo que no contribuye a su economía, sino que los empobrece todavía más. Muchas empresas trasnacionales utilizan trabajadores de los países del sur para abaratar costos y conseguir un beneficio económico mayor, lo que influye directamente en el desarrollo del país.

Los recursos destinados a aspectos sociales pasan muy a menudo a manos privadas –entre ellas las llamadas Organizaciones No Gubernamentales) que los utilizan para su propio beneficio, lo que provoca que no haya un reparto equitativo en la sociedad, señala Oxfam.

Mientras, las sequías producidas por el cambio climático son la causa más común de la escasez de alimentos. Cada vez más tierras fértiles sufren de erosión, salinización y desertificación. La deforestación a manos de los humanos causa una erosión acelerada lo cual dificulta la cosecha de alimentos.

Existe una inocultable desigualdad en el reparto de capital e infraestructuras y muchas veces no todos los miembros de una sociedad pueden utilizar por igual este tipo de recursos, lo que puede derivar directamente en una situación de pobreza. Si en 2011 la población mundial alcanzaba los 7.000 millones de personas, se supone que en 2050 rebasará los 9.000 millones.

Este crecimiento exponencial inevitablemente contribuirá al aumento de situaciones de desigualdad, si no se toman medidas para poner freno a las causas que provocan la pobreza.

Las guerras obligan a la población a desplazarse fuera de su lugar de residencia o a vivir refugiada en países vecinos. Dañan las infraestructuras, limitan los suministros básicos como el agua o impiden que se cultiven los campos, obligando a realizar trabajos de rehabilitación o reparación y evitando que haya cosechas, con el agravante de que les roba a las personas sus derechos. Muchos deben emigrar... y a veces morir en el intento.

Adicionalmente, cada año malgastamos a nivel mundial más de 1.300 millones de toneladas de alimentos, y con una cuarta parte de la comida que desaprovechamos se podría alimentar a más de 800 millones de personas que sufren hambre. Pero los países desarrollados se muestran indiferentes a la hora de tomar medidas para atajar la pobreza.

La economía global ha crecido a una escala sin precedentes y con la ayuda de las nuevas tecnologías, se ha creado una red económica global interdependiente que repercute prácticamente en todos los habitantes del planeta, pero que también desplazó a trabajadores y empresas a nuevos destinos, trajo consigo repentinas acumulaciones o transferencias de capitales, y ocasionó inestabilidad financiera, además de una mayor desigualdad en sociedades y en el mundo, donde el 1% de ricos detenta más que el 99% restante.

Mientras, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que, en el planeta, cerca de 1.000 millones de personas pasan hambre, y las estimaciones indican que esta cifra va en aumento. Desde 2008, la crisis financiera y las repetidas crisis alimentarias han empeorado la situación. Según datos, del Banco Mundial, en los últimos años el precio de la comida ha aumentado un 36 por ciento.

Sigamos con las cifras: Las personas subalimentadas o con falta crónica de alimentos, aumentaron estos últimos tres años a nivel planetario: 821 millones contra 804 millones en 2016. Se cae, así, a los niveles de una década atrás, en lo que constituye ya un retroceso civilizatorio preocupante.

Una de cada nueve personas en el mundo se confronta a este flagelo que golpea directamente, también, a 150 millones de niñas y niños que presentan ya síntomas de atraso en su crecimiento. La situación, empeora en particular en América del Sur y en África.

De ese total, 256 millones de personas se encuentran en África; 515 millones en Asia; 39 millones en América Latina y el Caribe; 2,8 millones en Oceanía y un poco menos de 28 millones en América septentrional y Europa.

El informe divulgado por la FAO subraya que los fenómenos climáticos juegan un impacto esencial en este drama, en particular los cambios meteorológicos extremos como sequías excesivas o inundaciones incontrolables. Sin embargo, los conflictos, las situaciones de guerra e invasiones y ausencia de paz ,así como las crisis económicas, con su secuela de pobreza y marginalidad, tienen impactos dramáticos.

Las temperaturas anómalas, con tendencia al aumento, en el periodo 2011-2016, que provocaron periodos más frecuentes de calor; así como el inicio tardío o temprano de las lluvias con sus implicaciones directas en la agricultura, constituyen una causa esencial de la malnutrición.

Obviamente, los datos divulgados ponen en gran duda la posibilidad de avanzar hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la comunidad internacional, que contemplaban alcanzar el «hambre cero» en el mundo en el año 2030.

En sus recomendaciones, la ONU convoca a la comunidad internacional a «romper el ciclo intergeneracional de la malnutrición», priorizando los grupos más vulnerables: lactantes, menores de 5 años, infantes en edad escolar, muchachas adolescentes y mujeres. Llama a «un cambio sostenible» hacia la agricultura atenta a la nutrición y convoca a implementar políticas que promuevan la adaptación y mitigación del cambio climático y la reducción del riesgo de los desastres naturales.

Llama la ONU, (casi) nadie contesta

Es más, con motivo del centenario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ésta lanza una nueva campaña para promover la protección social universal que no debería ser una opción sino ser asumida como derecho humano: el 55% de la población mundial vive sin protección social alguna.

En la vorágine de gobiernos neoliberales que toman medidas para garantizar la desigualdad social (flexibilización laboral y previsional, por ejemplo), para aquellos que aún tienen la suerte de acceder al seguro de enfermedad, a las prestaciones por desempleo y a la pensión de vejez, con frecuencia no se dan cuenta que la protección social es un privilegio de una minoría de los ciudadanos de este mundo.

«Imaginemos un mundo donde ningún niño necesite trabajar para ayudar a sus padres, donde ninguna madre tenga que regresar al trabajo el día después de dar a luz, donde ninguna persona mayor se vea obligada a trabajar hasta la muerte, y donde ninguna persona con discapacidad tenga que mendigar en las calles. Para muchos de nosotros este mundo sigue siendo un sueño», señaló Valérie Schmitt, Directora de Protección Social de la OIT.

Imaginen a toda esa gente, decía John Lennon. Imaginemos.

Diez años después de la crisis económica y social de 2008, la situación del empleo mundial sigue siendo «dispar»: si algunas economías avanzadas han logrado recuperar parte de los empleos perdidos, en la mayoría de los casos, reformando sus legislaciones laborales generando todo tipo de contratos y muchas veces en condiciones de cuasi esclavitud, otras economías aún están enfrentadas con desafíos significativos respecto a su mercado de trabajo y las perspectivas sociales siguen deteriorándose.

En 2017 un total de 1.400 millones de trabajadores estaba en situación de precariedad, a los que se sumarán, según la OIT, otros 35 millones antes que finalice 2019: tres de cada cuatro personas en los países en desarrollo se verá afectada por el empleo vulnerable. Este año el número de personas que viven en condiciones de pobreza extrema alcanzará los 176 millones, o el equivalente al 7,2 por ciento de todas las personas empleadas.

El número de trabajadores que viven en pobreza extrema se mantendrá por encima de 114 millones, afectando al 40% de las personas empleadas en 2018.

A lo largo de su historia el capitalismo ha acumulado riquezas inmensas por medio de la explotación, la violencia y los saqueos, pero no sabe ni puede saber que va a hacer con el hombre. Quizá previendo la ruina inevitable del capitalismo, se lanzan estas iniciativas que, instan a la participación de las grandes multinacionales, como la panacea para crear una cultura de protección social en todo el mundo.

¿Hablamos de justicia social o caridad? Dejar la protección social en manos de sus verdugos, parece ser un llamado al suicidio colectivo.