Tal vez usted vio *Una Mujer Fantástica, película chilena que se exhibió en Serbia en el «Fest 2018» y luego en cines; que obtuvo el Óscar de este año a la mejor película extranjera y asimismo numerosos otros premios como mejor película y/ o en otras categorías (mejor actriz, mejor director, mejor guion): Festival Internacional de Cine de Berlín, de Cabourg, de San Sebastián, de Lima, de La Habana; premios Iberoamericano Fénix, Goya, Platino, y de la crítica cinematográfica en distintos países.

La película trata de una mujer trans, y la actriz principal es también trans.

La transexualidad o disforia de género es una discordancia entre la identidad de género y el sexo biológico; la identidad de género es la percepción que cada quien tiene sobre su propio género o características diferenciales atribuidas socio culturalmente a hombres y mujeres, la que puede coincidir o no con las características sexuales: la identidad de género puede considerarse así como el sexo psíquico o psicológico.

La fenomenología de la identidad de género se inició médicamente hacia mediados del siglo XIX, y el término mismo de transexualidad apareció más de un siglo después, a mediados del siglo XX. Durante los últimos cuarenta años la transexualidad fue considerada como una patología, pero ya este año la Organización Mundial de la Salud (OMS) la retiró de su clasificación de trastornos o enfermedades mentales (como la esquizofrenia, las demencias, las neurosis y las psicosis) para incluirla entre las disfunciones sexuales: falta de adecuación del cuerpo al género con que se identifica la persona. Numerosos estudios en distintos países han establecido, en efecto, que los malestares que ocasiona no provienen de la disforia en sí, sino del rechazo y discriminación que suscita, vale decir de su no reconocimiento social y legal, y en consecuencia se requiere que deje de ser considerada una enfermedad para ser asumida como una condición diferente.

Hasta donde se sabe, la transexualidad es una realidad extendida a todos los países y culturas, aunque en una proporción muy reducida de la población total; y entre los distintos países hay diferencias sobre su tratamiento legislativo, por ejemplo respecto a que las personas trans puedan cambiar de género en sus documentos de identidad. Un reciente estudio internacional, que incluye más de cien países, establece que el cambio es posible en el 35 % del total; y posible con requisitos que pueden ser prohibitivos en el 25 % del total; con diferencias entre los distintos continentes: en Europa los porcentajes respectivos son de 49 y 27 %; en América de 36 y 12 %; en Oceanía de 33 y 33 %; en Asia de 19 y 38 %; y en África de 10 y 30 %.

En América Latina, el cambio registral es posible en Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay; y posible con requisitos que pueden ser prohibitivos en Cuba, México y Panamá.

En el caso de Chile, la información del Registro Civil es que, en 2010, solicitaron el cambio de género por vía judicial menos de diez personas, en 2014 el número anual subió a 45, y en 2017, a 90. El procedimiento empleado ya no será necesario: hace pocos días se terminó de aprobar, tras cinco años de largo trámite parlamentario, una Ley de identidad de género: el proyecto fue inicialmente presentado en el Senado por un grupo transversal de senadores de centro derecha, centro izquierda e izquierda, e incluido en el programa de gobierno de la presidente socialista Michelle Bachelet; el Gobierno de centro derecha del presidente actual, Sebastián Piñera, respaldó después su tramitación parlamentaria; y terminó en fin de ser aprobado en la Cámara de Diputados por una amplia mayoría, a la que concurrieron parte de la derecha, la mayor parte del centro y toda la izquierda.

Se puede pues destacar el carácter transversal del respaldo a la nueva ley, desde la presentación del proyecto inicial hasta su aprobación final, que provocó claras discrepancias en la coalición de centro derecha que apoya al Gobierno actual e incluso la acerba crítica de su sector más retardatario al propio presidente, quien auspició su aprobación. La película en sí ciertamente contribuyó a crear el clima propicio a la aprobación final de la ley, que estaba pendiente al producirse el cambio de gobierno; como dijo su director ante el éxito de la película, «...ahora todos sabemos qué es la transexualidad».

Cabe destacar también que la ley aprobada, tan largamente discutida por años, consultada con todo tipo de especialistas relacionados, organizaciones sociales, testimonios de personas trans y sus padres o familiares, se refiere sin embargo a una minoría muy reducida; lo que señala una condición indispensable de la democracia.

La democracia es en efecto el gobierno de la mayoría, pero supone a la vez el debido respeto de las minorías y de los derechos humanos, individuales, políticos y civiles de todos y cada quien: la identidad de género es un derecho personal básico tanto como el nombre y apellido o la nacionalidad.