Muchos temían que, sin Rajoy, el PP dejaría de dar titulares y crear polémicas absurdas. Pues no es así, Casado ha decidido que quiere hacerse oír. Y vaya que si el cachorro de Aznar logra ser mediático; su salida de tono de hace unos días ofende a todas las civilizaciones antiguas del continente americano y, probablemente, a todos los habitantes de, por lo menos, Latinoamérica. Casi como aquella vez que criticó que la izquierda siga queriendo excavar fosas para sacar al abuelo de no sé quién.

El líder de la derecha española declaró que ningún otro país puede decir que «descubrió un Nuevo Mundo». Y se quedó tan ancho. Habiendo sido documentado y probado repetidamente que ese «descubrimiento» fue, más bien, una invasión que incluyó lindezas como arrasar ciudades, asesinar indígenas y violar mujeres. Teniendo en cuenta todo ello, parece obvio que Casado se ha metido en un jardín en el que tenía prohibida la entrada, ha pisado las gardenias, se ha orinado en los rosales y defecado en los jazmines.

La anécdota no sería más que un insulto a centenares de millones de personas, como si fuera poco, si no sirviera también de reflejo de la forma de pensar del conservadurismo, o ultraconservadurismo, en España.

Ese mismo conservadurismo que deja las banderas a media asta en Semana Santa en honor a Jesucristo o que se llena la boca con la presumible grandeza y gran momento de España, con el país estando entre los peores de Europa en tasas de paro, número de personas en la pobreza, en el límite de la pobreza y también en las tasas de pobreza infantil. La derecha española simplemente vive para los ricos, no en vano, el partido líder de la derecha fue fundado por un ministro franquista y también el abrigo democrático con el que muchos ministros y políticos de la dictadura taparon sus fríos autoritarios y fascistas.

La derecha española es, básicamente, y en gran medida, defensora del franquismo en democracia. Ese es un problema grave, ya que España carece de una derecha constructiva, con cimientos democráticos y dialogantes. Prueba de ello es que el conservadurismo patrio crea polémica a raíz de querer sacar los restos del dictador fascista y asesino del monumento megalómano que él mismo se construyó. Mejor dicho, del monumento que se construyó con la sangre de defensores de un régimen democrático, que eran prisioneros de una guerra de la que el dictador fue uno de los impulsores. Y esa polémica se crea 40 años después de la muerte de ese Caudillo, con España todavía marchando segunda en el ranking mundial de fosas comunes y con la misma derecha bloqueando todos los intentos por identificar los cadáveres que allí se encuentran. Toma ya.

Los tics que Casado desliza en sus salidas de tono dan a entender una ideología política y un carácter que hacen temer que el líder del PP llegue al poder. Pero llegará, antes o después. España es así.