Él es el ejemplo viviente de que los sueños
pueden convertirse en realidad.

El abogado Nelson Mandela, uno de los grandes humanistas del siglo XX, vivió 95 años (murió en 2013), de los cuales pasó 27 en la cárcel y sufrió los desprecios de sus carceleros blancos, en la isla Robben de su país Sudáfrica, enviado ahí por el gobierno racista creador del famoso apartheid contra los negros. Acusado de luchar contra el sistema y de ser nacionalista, comunista y terrorista político, fue condenado a cadena perpetua. Ha sido considerado, junto con Gandhi y Martin Luther King, como uno de los gigantes en el campo moral y político en cuanto a conducir movimientos de no violencia para reivindicar derechos humanos y civiles de los indios y negros.

Mandela aceptó «olvidar» 27 años de cárcel, llenos de sufrimientos por los maltratos y las humillaciones a los que lo sometieron en su reclusión; y durante todos esos años — habiéndose comprometido consigo mismo a no darse por vencido, a que la cárcel no lo derrotaría, y buscando mantener contacto con su familia, sus seguidores y los líderes mundiales — escribió numerosas cartas, dando a conocer sus ideales, incluso a quienes lo había encarcelado, señalando los deseos de libertad, igualdad y justicia para los negros de su país y de todo el mundo. Por las cartas se sabe que era un gran optimista y que creía que en algún momento su destino, el de su familia y el de su pueblo cambiarían. Insistía siempre a sus cinco hijos y a sus nietos sobre la importancia de una buena educación. Aunque las autoridades carcelarias entregaba las cartas escritas por Mandela, a la inversa no lo cumplían, de modo que muchas de las epístolas enviadas por amigos y familia nunca le llegaron, por lo que creía no habían recibido sus notas y se sentía más aislado y lleno de nostalgia.

En un libro llamado Cartas desde la prisión señalaba la necesidad de lograr en su país una democracia con una sociedad igualitaria, sin olvidar los sufrimientos del pasado para que nunca se repitan. Afirmaba que no importa la dolencia que uno tenga, sino la actitud que se tenga ante ella. Si el hombre cree firmemente que superara su padecimiento, ya se encuentra a medio camino de la victoria. Se convirtió en el prisionero político más famoso del mundo. Gracias a una campaña internacional pidiendo su liberación, que incluía el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que criticaba al gobierno del apartheid, se logró la misma.

Cuando fue liberado (1990), tiempo después fue escogido como candidato a la presidencia en las primeras elecciones libres de su país. Llegó por votación masiva a ser el primer presidente negro elegido democráticamente en Sudáfrica. Ya en el poder empleó el mismo método de no violencia y de convivencia pacífica para acabar con el infame apartheid que discriminaba espantosamente a los negros, en el campo de la educación, el trabajo, la salud y la política. Los negros eran el 80% de la población y sólo recibían el 20% de los ingresos del Estado, los blancos constituían sólo el 10% de la población y recibían el 80%. El otro 10% eran hindúes (de la India) y de otras etnias.

Las presiones que tuvo de su partido La Unión Sudafricana y otros más para que tomara decisiones radicales para eliminar a los blancos del gobierno y del país fueron enormes. La verdad es que es difícil comprender cómo logró evitar una guerra civil. Él sostenía que la venganza sólo trae venganza. Fríamente analizó que su triunfo había sido logrado dentro de la «democracia y libertad, recién logradas gracias no sólo a nuestra presión», sino a que los blancos se dieron cuenta de que de no ceder habría una guerra civil. Además, «los negros no podíamos gobernar una nación como Sudáfrica sin el apoyo de los blancos», ya que ellos manejaban y eran los dueños de la industria, el comercio, el ejército, la salud y la educación y asimismo el 90% de los técnicos eran blancos, lo mismo, todos los contactos internacionales en la industria y el comercio.

Razonó con el cerebro y no con el corazón, algo que aprendió en sus años de cárcel, y vio el ejemplo del fracaso de los países africanos que se liberaban de los blancos y los mataban o exiliaban, para entrar en un ciclo de violencia de etnias negras entre sí, que tenía destruidos sus países. Por esa razón decidió que colaborarían negros y blancos, para crear una nación más justa para todos. Para eso, se dedicó a desmontar la estructura social y política del apartheid, sin eliminar a la empresa privada.

Mandela recibió infinidad de galardones a lo largo de su vida: el Premio Lenin de la Paz, el Premio Príncipe de Asturias, la Medalla del Congreso de los Estados Unidos y el Premio Nobel por sus realizaciones. Respecto a esto último, muchos se preguntaron:¿ por qué también al expresidente blanco F. W. de Klerk? A esta pregunta Mandela decía:

«Aunque no tuvimos una amistad franca, lo merecía también, ya que De Klerk liberó a los presos políticos incluyéndome a mí, comprendió que la supremacía blanca había llegado a su fin pese a la oposición de su partido, además permitió elecciones libres y aceptó el resultado».

El mundo todavía se pregunta asombrado cómo, ya en el poder, no atacó la brutalidad del apartheid con violencia y odio. Cuando le preguntaban si era religioso (se le consideraba metodista), en una oportunidad contestó:

«No, soy un agnóstico, no un ateo, y por supuesto no soy un santo, pero llegué a la conclusión de que era necesario ayudar a reafirmar en mi gobierno las bases de libertad, tolerancia y la fe entre los seres humanos, o el odio nos destruiría. Gracias a la reconciliación entre mi pueblo, hemos erradicado la pobreza en un 50% y hay una clase media negra de un 25% de la población, la cual sigue creciendo e incorporando a muchos en el campo administrativo y de gobierno».

Para él su mejor logro fue mostrarle a su pueblo que el nacionalismo extremo no resulta y que el camino de la democracia en libertad, permitiendo todo tipo de creencias religiosas, políticas e ideológicas, es fundamental, así como dejar que gobierne la mayoría para lograr por medios pacíficos repartir mejor la riqueza para que la población tenga mejor salud, educación y oportunidades de trabajo. Con eso logró que los blancos no se rebelaron. Pues se dedicó a reconciliar a los sudafricanos negros y blancos tras cuatro décadas de enconado antagonismo racial, algo que fue muy difícil de lograr entre los de su raza, igualmente que los blancos confiaran que no habría violencia contra ellos de parte del estado negro. Hubo momentos de gran tensión, ya que no hay duda de que el cambio requería grandes sacrificios de las posiciones de dominio que ellos tenían en la economía y todos los campos. Pero comprendieron que podían conservar mucho si colaboraban.

Cuando Nelson Mandela dejó el poder, Sudáfrica era una nación en ascenso en el área económica y social y poco a poco se está creando una sociedad más justa. Cuando le preguntaron por qué no aceptó presentarse a la reelección, si su partido y su pueblo lo pedían, respondió:

«En mi gobierno construimos 1,6 millones de casas, y le conectamos agua, luz y teléfono a millones de pobres, pero la pobreza afecta aún a un 45% de la población. Otros que habían luchado junto a mí durante años merecían la oportunidad de llegar al poder y resolver esos serios problemas como: la división aún entre ricos y pobres, entre blancos y negros y entre la zona urbana y la rural, problemas de alcoholismo, drogadicción y el problema del sida, enfermedad que afecta a un sector importante de la población (10%), pero con esfuerzo, mis sucesores lo lograrán».

Una vez retirado de su actividad política y con el prestigio de su bien merecido Premio Nobel de la Paz, dividió su tiempo entre mediar diplomáticamente en los conflictos de su país o de África e inclusive en Oriente Medio, y en actividades de caridad con su Fundación Nelson Mandela, buscando apoyo de personas pudientes de Sudáfrica o del exterior. Hasta Bill Gates lo ayudó a construir clínicas y escuelas; también, participó en actividades para conservar la naturaleza, pues habiendo nacido en Qunu, una aldea rural llena de animales, le preocupaba su extinción, por eso favorecía la aparición de parques nacionales o reservas en cada país africano.

Estuvo también en la lucha de cómo convencer a las poblaciones cercanas y pobres que requieren de tierras para cultivo y ganado de no matar animales salvajes. Para ello les explicaba que el turismo que un parque genera da lugar a la creación de puestos de trabajo e ingresos al país. Incluso se puede dar permiso para la caza de las especies de animales en exceso y eso le sirve a la población como alimento y al turismo como atractivo.

Mandela o Madiba, como le llamaban su cercanos, a sus 95 años, ha sido calificado como uno de los grandes personajes del siglo XX, ya que, con su labor y ejemplo, a reafirmado las bases de fe en que la humanidad puede resolver en paz sus problemas, pues dejó de lado todo lo malo que la brutalidad del apartheid, con su violencia y odio, produjo en los negros de su país, y los encaminó hacia una revolución pacífica de cambio cuando llegó al poder. Fue calificado como Tata o Padre de la Nación.

Su acción ha servido como ejemplo a las restantes naciones de África y refleja lo mejor del espíritu humano, pues nos dice con su liderazgo moral que juntos, un pueblo puede lograr el «sueño» de mejorar en todo sentido.