«Croyez-vous que notre litérature, et singulièrement notre poésie, ne patissent pas de notre négligence dans l’éducation de la parole…»
[«Creéis vosotros que nuestra literatura, y singularmente nuestra poesía, no sufren de nuestra negligencia en la educación de la palabra…»]

(Paul Valéry)

Inspirado por un magnífico Fabrice Luchini y la magistral dicción de los textos que lee en su espectáculo Le point sur Robert (no te rías, llenó más de mil veces un teatro de 300 plazas, lo que hace un total que supera los 300.000 espectadores: en nuestros días para el teatro, incluso en París, no está nada mal… ) me dije: «tenemos que hacer algo para contribuir a la recuperación del idioma».

Joaquín sugirió reeditar mi libro Lingua Comoediae Chilensis. «Para un público que no lee», respondí, «y al que la belleza de la lengua le tiene sin cuidado… no me toques el género…». Pero Joaquín insistió, como suele hacer cuando no es él quien tiene que hacerlo.

De ahí la idea de escribir un monólogo que navegue entre música y poesía, textos que conviene conocer y mejor aun, leer, acompañados de reflexiones en torno a la evolución del lenguaje que utilizamos cada día, de su perversión y empobrecimiento. Todo lo que tienes que hacer es escribir una introducción, escoger un tema, seleccionar algunos textos, improvisar un par de comentarios.

El tema: el amor. Nada original, de novedoso no tiene nada. Pero la idea consiste en mostrar que uno puede, aun en esta época, dirigirse a su amada en un modo tierno y delicado, evitando expresiones que resultan chocantes. Nada de P’tas qu’está rica m’hijita, sino formas dignas –por decir algo– de Gustavo Adolfo Bécquer. Tú ya sabes…

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul…
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Servidor pretende que el abandono del refinado arte de la seducción ha terminado por provocar en nuestras Galateas una reacción no por esperable menos lamentable: un comportamiento digno de nosotros, de nuestra bajeza. En el camino perdemos todos.

En mi entusiasmo pensé que de Bécquer podíamos saltar a Serrat, entonando algunos versos de Paraules D’amor, así, en català:

«Paraules d'amor senzilles i tendres.
No en sabíem més, teníem quinze anys.
No havíem tingut massa temps per aprende'n,
Tot just despertàvem del son dels infants».

Lo que cae lejos de A esta mina le gusta el loli… y otras dicharacheras manifestaciones del buen gusto masculino que se enseñorea por doquier en el campo de flores bordado.

Si quieres convencer a tu adorada Dulcinea de la conveniencia de entregarse al poder de tu irresistible seducción y a la fuerza dionisíaca de tu impúdica masculinidad, dile, con Garcilaso de la Vega:

«...coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre».

Una forma elaborada y poética del viejo truco vernáculo que consiste en exponer los supuestos límites del asedio asegurando, con voz jadeante: *«La puntita, no máh, la puntita…».

Carpe Diem... vivir el instante presente, coger la flor fresca, no perder ni un instante de vida, aunque te ofrezcan sufrimiento y dolores en este valle de lágrimas a cambio de un paraíso eterno que solo existe en la mente retorcida de los inventores del más allá, ese es programa. Dicho abiertamente, como hace Garcilaso cuando aconseja, con fingido desapego:

«...coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre».

Ahora bien, revelarte el texto del monólogo no es plan. No antes de que el buen Joaquín, tan pleno de talentos y tan reacio a explotarlos, se decida a decirlo, no a interpretarlo, visto que los grandes autores no escribieron para ser pervertidos, sino reproducidos en el respeto de su genio y esfuerzo.

El genio del idioma reside en la posibilidad de decirlo todo con elegancia y clase, con profundidad y firmeza, sin excluir la belleza de la forma. Más de una vez tú has escuchado, o leído, el apelativo Pakosreku acompañado del infaltable CTM. En el lenguaje cotidiano es casi imposible referirse a un político sin agregar, como un estribillo, eso de CDR.

Federico García Lorca detestaba a la Guardia Civil, terruño fértil para el fascismo que finalmente lo asesinaría en Víznar, como hizo con más de 4.000 otras víctimas fusiladas entre julio de 1936 y marzo de 1937 en Granada.

Federico García Lorca, en su Romancero Gitano publicado en 1928, incluyó el Romance de la Guardia Civil española, suerte de alter ego de Carabineros de Chile:

Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

[...]

Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil .
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.

Lo que había que decir se dijo. Sin CTMs, sin CDRs, sin Pakosrekus, sin perder de vista que, cualesquiera sean las circunstancias, no somos como ellos. El fascismo, que vuelve a mostrar sus podridos dientes, no puede ser la vara con la que nos midan.

Ramón Ruiz Alonso, el fascista que le denunció, dijo con rencor de García Lorca: «Había hecho más daño con la pluma que otros con la pistola». Anímate Joaquín. Usa los talentos que otros no tenemos, para hacer el bendito daño que contribuye a restaurar la belleza de nuestro idioma y a alejar la bestia inmunda que lo corrompe.

A 48 años del asesinato del general Schneider. A 90 del Romancero.