Actualmente estamos viviendo un momento en el que los nacionalismos están en auge. Patria, nación y bandera son conceptos que empiezan a escucharse casi cada día en las noticias y hasta vemos cómo los discursos ultranacionalistas de extrema derecha están ganando acogida. Está sucediendo a nivel global; millones de personas por todo el mundo alzando cada cual su bandera alabando que su respectivo país es el mejor y reclamando mayores fronteras.

Al mismo tiempo y en un plano completamente distinto estamos viendo cómo compañías como Boeing o SpaceX están teniendo su carrera espacial particular para ver quien consigue llevar al ser humano a Marte, lo que, si todo va bien, podremos ver en algún momento durante las próximas dos décadas. Teniendo esto en cuenta, no es descabellado pensar que dentro de doscientos años vaya a haber una colonia humana estable en Marte, puede incluso que antes.

La contraposición de ambos hechos, el creciente nacionalismo y la colonización espacial, plantean varias dudas sobre el sentido que pudiera tener la existencia de naciones en la sociedad del futuro.

Humanos extraterrestres

Cuando nazca la primera persona en una colonia humana en otro planeta será el día en el que podremos hablar de seres humanos extraterrestres. Esa persona tiene ya reservada su página en los libros de historia que están por venir y cuando ese momento llegue, cabe preguntarse qué sentido tendría darle una nacionalidad terrestre a esa persona.

Aunque me gustaría pensar que se vaya a desarrollar de otro modo, todo indica que las colonias que establezcamos en otros planetas llevarán cada una la bandera y nacionalidad del país o empresa que las puso allí. Eso si antes éstas no han desarrollado su propio sentimiento nacionalista -¿o sería planetista en este caso?- y se hayan declarado independientes de la Tierra.

En todo caso no parece que la idea de que todos los seres humanos nos consideremos en un futuro en conjunto como una patria esté encima de la mesa. Ni que decir tiene que a día de hoy que es impensable plantear algo así, pero es triste ver cómo parecemos empeñados en remar en dirección contraria, levantado fronteras más altas para evitar que seres humanos se muevan de un lugar a otro de su propio planeta.

El pueblo de al lado

Bien conocido es ese antiguo cliché de las rencillas entre pueblos. En la sociedad más globalizada de hoy en día, que los habitantes de un pueblo se consideren mejores que los del pueblo vecino solo por haber nacido allí es algo casi cómico. Cuando se mira todo a escala planetaria, resultaría igual de cómica esa situación entre los países si no fuera porque es algo que ha ido generado un reguero incesante de muertos a lo largo de nuestra historia.

Quizá cuando llegue ese momento en el que los seres humanos habiten y hayan nacido en otros planetas el concepto de nación comience a difuminarse. Quizá entonces los seres humanos tomen conciencia de que la catástrofe medioambiental que ha ocurrido al otro lado del planeta les ha ocurrido a ellos; que las personas muertas en una región remota eran sus vecinos; que la pobreza que sufren los habitantes de otro continente es la de todos, pero también que la riqueza del planeta es la riqueza de todos; que el patrimonio de la humanidad es el orgullo de toda ella; que los logros no los alcanzan los estadounidenses, los chinos o los españoles sino la especie humana en su conjunto.

Cuando llegue ese momento puede que la especie humana se sienta toda ella una patria o puede que pasemos de las rencillas internacionales a las rencillas interplanetarias. En todo caso sí que creo que dependerá mucho de la dirección que se vayamos tomando mientras tanto. Solo cabe esperar que llegue el día en el que nos cansemos de correr a golpearnos una y otra vez con la misma piedra y abandonemos para siempre estas rencillas absurdas.