Hace ya casi dos décadas atrás Kofi Annan, ex secretario general de Naciones Unidas expresó que

«cuando hay voluntad política, es posible modificar el equilibrio reinante y propender a una paz más segura y un mayor bienestar económico, así como a la justicia social y la sustentabilidad del medio ambiente. Pero ningún país puede lograr por sí mismo esos bienes públicos mundiales y tampoco lo puede el mercado mundial. Por consiguiente, nuestras acciones deben centrarse ahora en el término ausente en la ecuación: los bienes públicos mundiales»1.

La existencia de un área de Bienes Públicos básicos –educación, salud, vivienda social– implica el reconocimiento consolidado de bienes y servicios, fundamentalmente bienes de uso, a los cuales aspira la ciudadanía económicamente activa y pasiva.

El no-compromiso con costos necesarios e involucrados en la producción de bienes públicos se traduce en ganancia virtual o cuasi-renta de los sectores dominantes del mercado. ¿Cómo es posible obtener una ganancia de un elemento ausente del mercado? Examinemos esta aparente contradicción.

Una somera mención de dichos bienes nos permite entender la extensión e importancia del mercado al que hacemos referencia. Precisemos previamente que, el precio al cual se ofrecen dichos Bienes Públicos, impide su acceso a un gran número de personas; el resto, personas de ingresos altos o medio-altos, puede consumirlos al precio de mercado y aun en caso de necesidad, importarlos. Los precios reflejan la demanda de altos ingresos de la economía lo que justifica un nivel de producción sustentable. La demanda efectiva así fijada se mantendrá a costa de una mala distribución de los ingresos y la riqueza.

Una lista, incluyendo otros Bienes Públicos aparte de los básicos ya mencionados y a modo de ejemplo, revela la importancia y extensión de dichos bienes y servicios: pensiones, ciencia, tecnología, gastos destinados al abastecimiento de agua y al cambio climático, inversiones en infraestructura urbana y rural (agua, energía, hábitat, equipamiento)...

En conclusión, un modelo económico que cubre insatisfactoriamente dichos bienes y servicios genera desigualdades sociales e inevitablemente creará un déficit social. Cuando el valor total de la producción se realiza en el mercado, la remuneración de los actores que allí intervienen constituye un problema de distribución de la riqueza creada. Tema clásico abordado por David Ricardo y que marca el conjunto de su obra. No olvidemos que escribió que

«determinar las leyes que regulan la distribución, es el problema principal de la Política Económica»2.

En nuestro sistema la economía de los Bienes Públicos es determinante en la macroeconomía de la demanda efectiva y rige las reglas que dan sustentabilidad al progreso.

Los Bienes Públicos evocan situaciones donde se asume el beneficio de todos es decir no se puede evitar que quienes no pagan por el bien no disfruten igualmente de sus beneficios (free riders), se dice por tanto que son no excusables. Si el goce de ese bien por una persona se da sin costos para otros decimos que el Bien Público es no contencioso. En todos los casos existe el reconocimiento de un derecho social en el Bien Público que se reclama. Si esto no es reconocido por el mercado representa (en la jerga de los economistas) una falla de mercado. La constatación central, de carácter eminentemente político, es que los costos sociales de la actividad económica no son asumidos por los actores dominantes del sistema, lo cual genera una importante Deuda Social.

Sin cambios estructurales y regulaciones efectivas no se logra recuperar la Deuda Social que se genera. Dicha deuda abarca no solo a aquellos que por sus ingresos no pueden satisfacer una necesidad vital sino también los otros que se endeudan para satisfacerla, esperando de alguna manera algún tipo de garantía del Estado, la que aún antes de ser ofrecida no permanece sino al nivel de una aspiración. Generalmente, la urgencia política de resolver se canaliza en impuestos y subsidios solidarios lo que representa un pis-aller que por su insuficiencia reclama una solución estructural. Es precisamente el llamado que hace Kofi Annan cuando observamos mercados, en ausencia de soluciones estructurales, con precios inabordables artificialmente mantenidos por los grupos dominantes de la economía. De su mantenimiento surge la cuasi-renta evocada más arriba.

Resumiendo. En nuestra interpretación las fallas de mercado se expresan en una Cuasi-renta que transparenta los verdaderos márgenes de ganancia. Ganancia virtual, puesto que se sustenta en un costo que no ha sido realizado; es decir, no se transparenta en ninguna contabilidad de empresas. De ahí la pugna política cuando el Estado busca recuperar en parte esta verdadera exención de impuestos. Institucionalmente se reconocen ítems de exención reconocidos por ley en el llamado gasto tributario en el cálculo del impuesto a la renta3. He allí un cambio estructural que debiera realizarse para de esa manera recuperar en parte los Bienes Públicos y resolver de esa manera las fallas fundamentales del modelo.

De hecho, el salario fijado por el mercado hace caso omiso de los gastos que el trabajador, o el Estado, incurrieron en su formación y por la que se le contrata. En el sistema de mercado la formación no es el criterio que rige el salario. Tampoco lo es el resultado esperado del salario esto es la reproducción social del trabajador.

¿Qué pasos debemos realizar para resolver estructuralmente esta situación?

En una primera aproximación un nuevo modelo debería dilucidar de qué manera los precios del mercado consagran los bienes públicos en el salario del trabajador y de esa manera llegar a un salario social. Salario en el cual se asumen gastos indispensables en educación, salud y vivienda social es decir, gastos en la formación del trabajador. Gastos que de cubrirse en el salario no hacen sino consagrar la valorización social del trabajador y su reproducción.

En una segunda aproximación agreguemos la productividad del trabajador como un criterio o factor de arbitraje entre el salario social y los precios relativos del mercado. Esto es, si aumenta la productividad debería aumentar proporcionalmente la remuneración del trabajador. Tal regla requiere de cambios en las estructuras institucionales de la economía y un papel preponderante del Estado en su control.

Abordar el salario social como un resultado de los gastos de formación y la productividad involucra la existencia de un sector productivo centrado en los Bienes Públicos –al menos de aquellos mencionados como básicos en el proceso de reproducción social del trabajador. En ese caso el salario social opera en calidad de factor de distribución de ingresos y por tanto como un factor de recuperación de la Deuda Social y sin duda de la cuasi-renta.

Sin embargo, existe una dificultad adicional a saber, el desafío que plantea la Cuarta Revolución Industrial y el componente digital que introduce. Nada nos asegura que el costo real del trabajador podrá ser asumido según los precios que imperan en el mercado. Tampoco que la proporcionalidad entre la productividad y la remuneración sea un efecto asegurado en las relaciones de mercado. Invenciones, innovaciones, progresos en la cuarta revolución industrial y su articulación con los mecanismos de financiamiento de las empresas sustentan nuestra duda. Incertidumbre avalada por rescates financieros crecientes en mercados dominados por organizaciones transnacionales monopólicas u oligopólicas.

La dinámica de mercados en transformación permanente pone en jaque acuerdos de mercado, capitalizaciones bursátiles, canalización de los ahorros forzosos de los trabajadores desde sus fondos de pensiones, aperturas de mercados, derivados, tipos de cambio… La bancarización de la población es el instrumento que el antiguo modelo ha buscado para integrar al público en un modelo en crisis permanente, lo que no es una solución permanente. Nuevamente un pis-aller recurrente en momentos claves de cambio. Frente a desafíos vacantes no es extraño entonces que la flexibilidad del mercado laboral sea el desiderátum del siglo XXI donde la Deuda Social producto de remuneraciones insuficientes y desigualdades en los ingresos tiende a crecer.

En la Cuarta Revolución Industrial el incesante progreso de la ciencia y la tecnología activan innovaciones constantes con desplazamientos masivos de mano de obra en los sectores de producción material y servicios lo que genera exclusiones en el ingreso y una mayor flexibilidad laboral como mecanismo ad hoc para resolver situaciones sociales conflictivas.

El componente digital en una economía global terciarizada plantea un problema no resuelto para la relación central entre productividad, salarios y mercado cuando enfrentamos un punto de no retorno en que la producción en masa parece haberse ido con el signo de los tiempos y estar siendo reemplazada –en la expresión de Robert Reich– por «una producción futura casi ilimitada con un número cada vez menor» (de trabajadores)… sin que tengamos certeza de cuantos podamos adquirirla.[4]

Sin embargo, el cambio no es solo relativo al desempleo se trata además de reemplazos del conocimiento. El área de Bienes públicos básicos como educación, salud, vivienda, está mediatizado en su funcionamiento y desarrollo por máquinas inteligentes que reescriben sus propios algoritmos o aprendizaje en base a redes neuronales. Este desarrollo de la inteligencia artificial se ha expandido al manejo y reconocimiento de grandes cantidades de datos (Big Data), algoritmos de reconocimiento de patrones y redes neuronales, etcétera…todo lo cual ha causado una profunda reestructuración de la sociedad moderna con efectos a nivel global. Es evidente que necesitamos un nuevo modelo económico capaz de administrar los efectos en el presente con la visión del futuro que se anuncia.

Si el tipo de empleo ha cambiado y el problema de partida es la distribución de ingresos y la riqueza, como lo hemos señalado al comienzo de este artículo, el mercado y el control ejercido por el Estado aparece directamente involucrado. Es allí donde en definitiva se resuelve el costo de la formación del trabajador y la proporcionalidad entre la remuneración y la productividad.

Si la opción política del Estado es trabajar por una sociedad social y solidaria, su papel como creador, articulador y en casos como administrador se traduce en una plataforma de acciones, arbitrajes entre particulares y de estos con el Estado. Este Estado, verdadero hub de operaciones, define lo que podría llamarse el área o sector de Bienes Públicos de la economía. Sector desde donde se crea y desarrolla precisamente el trabajador de esta nueva economía. Es allí donde las instituciones del Estado ejercen su mayor control sobre el mercado.

Vivimos un período de la humanidad donde el tiempo de fructificación de las inversiones en desarrollos tecnológicos depende de otros desarrollos que invalidan rápidamente los primeros. La demanda y el endeudamiento de los hogares siguen los desarrollos tecnológicos y la innovación lo cual representa uno de los mayores riesgos del corto plazo cuando no existe la correspondencia entre productividad y remuneraciones; lo que involucra la consideración de los costos de formación del trabajador, sin ello la concepción misma de salario social, queda neutralizada.

El área de Bienes Públicos de la economía se articulará en sectores productivos, financieros y comerciales interrelacionados. Es lo que permitirá resolver el shock provocado por el efecto de producciones masivas sin posibilidad alguna de ser consumidas, costos no asumidas con efectos graves en los equilibrios ecológicos, el calentamiento global, la contaminación, las mercantilizaciones abusivas, etcétera…En definitiva, se habrán echado las bases para asegurar la reproducción social de los trabajadores y derrotar la pobreza. Se habrá dado así un paso fundamental en centrarnos en el “término ausente de la ecuación a saber los Bienes Públicos”.

Resultados esperados. En el área pública de la economía el costo de formación del trabajador y su productividad podrán ser reflejados en las relaciones de mercado y concretamente en los precios que allí se consagran. No olvidemos que en aquella parte de la economía bajo las reglas tradicionales del libre mercado el capitalismo financiero ha perfeccionado los mecanismos de administración de la Deuda. Mecanismos que reproducen el círculo de la pobreza en un marco de producciones masivas bajo el poder de un grupo cada vez más reducido de productores, empresarios y administradores de las finanzas.

De esta área pública de la economía surgirá una nueva distribución de los ingresos y nuevos esquemas de remuneración, lo que permitirá absorber la Deuda Social. Desafío permanente a resolver cuando asumimos la tarea por una economía social-solidaria, situación que constituye un desafío global y esencialmente político.

Notas

1 Kofi Annan fue Secretario General de Naciones Unidas en el período 1997-2006; en 2001 recibió el Premio Nobel de la Paz.

2 David Ricardo (2004): The Works and Correspondence of David Ricardo, vol. I, *Principles of Political Economy and Taxation (1817). «Preface to the Principles», p. 5. Ed. P. Sraffa, with the collaboration of M. H. Dobb, Indianapolis, EE.UU.: Liberty Fund.

3 El gasto tributario del impuesto a la renta es el monto de ingresos que el Estado deja de percibir al otorgar tratamientos tributarios que benefician a determinadas actividades, sectores ramas, regiones o grupos de contribuyentes. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) recomiendan eliminar estas prácticas y en todo caso incluir las principales partidas del gasto en la documentación presupuestaria, como un requisito básico de transparencia fiscal (Cf. Gasto Tributario 2014-2016. Sub-dirección de Estudios. Servicio de Impuestos Internos. Septiembre 2015. Chile.) Los numerosos casos en que se mantiene dicha práctica no revelan sino la incapacidad del Estado para terminar con la Deuda Social.