Un Año Nuevo es siempre una promesa de que las cosas se harán mejor, de que es posible avanzar hacia nuestras metas y de que hemos aprendido de lo vivido. Por eso, para iniciar este 2019 propongo un brindis por una enorme cualidad que en el siglo XXI está quedando relegada casi a un anacronismo romántico: la autenticidad. Eso sí, cuando algo naturalmente tiene las cualidades de lo auténtico, la gente se siente identificada y lo sigue. Sin dictados de ninguna industria u orden político. Ni falta que hace.

Según la RAE — que acaba de elegir nuevo director: Santiago Muñoz Machado — lo auténtico es lo acreditado como cierto y verdadero, lo que es consecuente y se muestra tal y como es. La realidad, terca, siempre se muestra de una cara, sin fisuras aunque con muchas aristas. En el arte de la política la realidad se multiplica por la cantidad de líderes de diferente condición que la dibujarán según sus intereses, eliminando aquellas partes que nos les convenga en su discurso u objetivos, manipulando o tergiversándola deliberadamente ante la mirada consciente del público –especialidad suprema de los nacionalismos- o enfrentándose a ella para transformar aquellas zonas oscuras que hay que cambiar. Suena casi a modernos manuales didácticos de psicología cognitiva, pero es que en la política entra un componente psicológico a nivel individual y grupal que es innegable; que juega un papel clave en la construcción de escenarios hacia el futuro, hacia una opción o hacia la ruptura de la convivencia. Sin mucho espacio a la equidistancia porque en la dureza de determinadas realidades hay que posicionarse para dialogar desde la diferencia y llegar a acuerdos o sumar fuerzas contra lo que es nefasto para el interés general, como se hizo durante la transición a la democracia que culminó con la Constitución del 78.

Hace unos días, un apreciado amigo mexicano que es consultor político me escribía para que le «tradujera» qué era lo que había pasado en las elecciones andaluzas en las que contra todo pronóstico entró con fuerza un partido que no tenía ni infraestructura territorial ni un líder regional conocido, más allá del líder a nivel nacional. Y que pasó de no tener representación a entrar directamente con 12 diputados. Y la respuesta es sencilla: el hartazgo y la manipulación de un marketing político sin contenido preso del photocall y la photo opportunity pero que excluye los verdaderos problemas de los ciudadanos. Lo que verdaderamente les preocupa y condiciona su día a día. El hecho de sentirse ignorados, maltratados por el sistema hace que aparezcan estos fenómenos extremos.

Es como un dejà vu, porque esta ruptura recuerda la entrada en las elecciones europeas de 2014 y en el parlamento nacional de Podemos, que surgió del movimiento ciudadano del 15M aunque hoy se hayan institucionalizado, pero nadie se escandalizó entonces. De inicio, hay que aplaudir un cambio general de paradigma después de 36 años de un gobierno único –como el anillo de Sauron- del socialismo en Andalucía. Nada es perfecto, pero si se eterniza coarta cualquier tipo de progreso, de regeneración, de entrada de puntos de vista distintos y proyectos nuevos que no se dirijan a continuar lo anterior.

Luego están los errores de bulto propios de vivir instalados en la parte de realidad que a cada cual le interesa. Susana Díaz, una mujer líder con mucha fuerza, tiene una historia larga de enfrentamiento con Pedro Sánchez. Fue ella la que lo aupó en su día (2014) porque le convenía para enfrentarse a Eduardo Madina por el liderazgo nacional del socialismo mientras ella volvía a Sevilla para preparar con más fuerza su salto a la política nacional y se encontró con que «el chico que no vale, pero nos vale», tras ser expulsado del partido en una jornada nefasta que se pareció mucho a un aquelarre, se convirtió en presidente por sorpresa y sin mediar votación alguna más allá de la moción con todos los grupos de minorías secesionistas, nacionalistas a las que el interés común y la convivencia les importa muy poco.

Estos resultados vienen del rechazo por parte de la ciudadanía de la gestión de la política nacional, especialmente con la actitud absurda de apaciguamiento y pseudodiálogo (porque no hay un diálogo real) frente a la hipocresía violenta de la secta nacionalista, en trance con sus fuerzas en la calle amenazando domicilios de jueces y funcionarios, cortando carreteras pero ignorando los problemas reales de la gente. Pretendiendo erigirse en gandhis de la revolución de las sonrisas cuando en realidad son sólo estómagos agradecidos que olvidarán a sus huestes en la primera ocasión que se tercie favorable para su causa personal, la única que les interesa.

Y claro, los ciudadanos castigan al partido en la figura de su lideresa autonómica, algo que paradójicamente finaliza su reinado y proyección política para el ámbito nacional. Porque los ciudadanos leen la realidad no sólo como les pueden dictar los medios de comunicación o los partidos, sino también en base a su realidad cotidiana y utilizan su poder – el voto- para intentar modificarla. Es cierto el peligro de fenómenos extremos distorsionen la convivencia – igual de extremo es llamar acto seguido de los resultados electorales a la lucha antifascista contra un partido votado legalmente o humillar a una víctima del terrorismo como Ortega Lara, como estar contra el aborto o hacer shows mediáticos respecto a la exhumación de un dictador-. Creo que una sociedad madura debe asumir su historia con sus luces y sombras para avanzar hacia el futuro. De otra forma, todo serían deudas pendientes que pagar con la ley del Talión. Un callejón sin salida.

El hartazgo de la ciudadanía frente al marketing político sin contenido – porque al menos el marketing tiene la finalidad de darte a conocer algo, un producto o una idea, pero algo más que una imagen prefabricada de un presidente en un avión que no interesa a nadie- lleva a buscar referentes en las ideas que parecen más auténticas, aunque sean reduccionistas, de la realidad.

Esperemos que el 2019 traiga nuevos referentes y un discurso más sereno, más consecuente y auténtico, que escuche a las personas y no a grupos concretos de interés para neutralizar ese marketing sin contenido, construir una convivencia mejor y proyectos a futuro ilusionantes.