La región centroamericana de la cual, mi país, Costa Rica, forma parte, tristemente tiene una larga historia de guerras y guerrillas, en las cuales, crueles dictaduras han actuado con violencia y represión contra la población civil. Sin más sentido que el de mantener el poder a toda costa. En otras palabras, sin sentido alguno. Ya que, «el poder por el poder», es un completo «sinsentido».

Eso por cuanto masacrar a un pueblo, a la población civil, por el simple hecho de revelarse contra los abusos del poder, por parte de un gobierno que, en vez de, defender y proteger los derechos ciudadanos de su propia población (pueblo), los viola y los vulnera, es, lo vuelvo a repetir, un completo sinsentido, que sólo una mente psicópata y desquiciada, puede comprender. ¡O imaginar!

A finales de la década de los 80, en el siglo y milenio pasado, hubo una esperanza de que eso terminara; de que se terminaran las dictaduras de hecho en Centroamérica. Y por cerca de tres décadas así fue. Hasta que, en Nicaragua, un dictador de iure pasó a serlo de facto.

Daniel Ortega, un exguerrillero revolucionario de la Revolución Sandinista, se convirtió en presidente, amasó fortuna, se adueñó del país, del Ejército y de los Supremos Poderes de la República, a los cuales volvió títeres y siervos menguados de la partidocracia del Frente Sandinista de Liberación Nacional o FSLN. En otras palabras, de él mismo y de su esposa Rocío Murillo. Ya que, él y su esposa, Daniel y Rocío, Ortega y Murillo, prácticamente son una misma cosa, una yunta, como se dice, en el ámbito local.

Daniel Ortega, el autonombrado presidente en una elección espuria, con poderes plenipotenciales, otorgados, concebidos y concedidos, por él mismo pasó a ser un dictador de facto por la fuerza de los hechos de la represión violenta y deshumanizada, de la población civil que se manifiesta contra su desmedido abuso de poder. Al punto de mandarlos matar por parte de las fuerzas paramilitares de la población civil afín al régimen (FSLN). Y por la propia policía civil, también afín al régimen.

Pero eso no es todo, como en todo régimen dictatorial y totalitario, mandó encerrar a los líderes de los diferentes y múltiples movimientos de protesta, en una cárcel para presos políticos (El Chipote). Donde a la mejor usanza de los regímenes totalitarios militares, son despojados de todos sus derechos, torturados, maltratados y mal atendidos.

Algunos(as) de ellos(as)....¡desaparecidos!

Pero la cosa, no queda ahí, como en toda inteligencia militar, la represión también va dirigida contra quienes ayudan y asisten al pueblo, desde una posición civil, política o religiosa de poder. Así las cosas, el régimen Ortega/Murillo ha dirigido ataques sistemáticos, planificados y reiterados contra altos miembros de la jerarquía eclesiástica de la Iglesia Católica en Nicaragua, incluyendo obispos, a los cuales incluso, han amenazado de muerte. Pero también contra Organismos No Gubernamentales (ONG), tanto nacionales como internacionales. Cerrándoles, expulsando a sus miembros, impidiendo su trabajo y también amenazándolos, aunque no de muerte.

Y, aunque usted no lo crea, todavía hay más. No conforme con eso, el régimen Ortega/Murillo ha mandado a silenciar toda la prensa, la radio y la televisión que se le oponga o sea crítica con su despotismo y abuso de poder. Acusándolos de lo que él y su esposa, practican a raudales, «incitar al odio y a la violencia».

Pero lo más triste e indignante de todo es que, Ortega, como todo dictador de hecho, utiliza la falacia y el engaño para adoctrinar a su pueblo y tratar de hacerle creer que él su defensor y quien ostenta el legítimo poder. Recordemos lo que dijo Adolf Hitler hace años:

«Los humanos son capaces de decir únicamente pequeñas mentiras y no conciben las grandes mentiras. Por lo tanto, si quieres realmente ocultarle algo a la población, engáñalos con una mentira tan grande que, aunque la descubran, no la van a creer».

En tanto que Murillo, como su conyugue y jefa de propaganda se pasa la vida hablándole a su pueblo de amor, amistad, cooperación y buenas acciones. Incluso leyéndoles pasajes de la biblia y hablándoles de Dios. Al mejor estilo del jefe de propaganda nazi, de Adolf Hitler, Joseph Goebbels, quien dijo:

«Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades, son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento».