El periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro anunció el pasado domingo 20 de enero, 2019, su exilio en Costa Rica. En esta entrevista exclusiva para WSI nos relata la grave persecución de periodistas en Nicaragua, las razones de su exilio, y la claves para un cambio en su país

¿Cuál es la situación de los periodistas en Nicaragua?

El ataque contra la prensa independiente comenzó desde el propio 18 de abril, cuando los reporteros brindaban cobertura a la primera protesta pacífica en el Camino de Oriente. Ese día hubo periodistas golpeados por las fuerzas de choque del orteguismo y también asaltados: les robaron sus cámaras de televisión y fueron perseguidos por la policía. En esa semana se produjo el asesinato de Ángel Gahona en Bluefields, la destrucción de Radio Darío en León, y la censura contra el canal de cable 100% Noticias.

Sin embargo, más periodistas y medios se sumaron a la cobertura de las protestas, que fue magnificada por el impresionante despliegue de las redes sociales. Sin ese empoderamiento de los ciudadanos, usando sus teléfonos celulares para transmitir las imágenes de las protestas y la represión, habría sido mucho más difícil para los periodistas cubrir una auténtica rebelión civica, una verdadera insurrección nacional.

Luego vino la matanza del régimen en abril, mayo y junio, la represión desmedida y la masacre, seguida por las operaciones limpieza en julio y agosto para despejar los tranques y el bloqueo de carreteras con las bandas paramilitares, que dejó más de 300 muertos y miles de heridos. La siguiente fase de la represión fue el encarcelamiento masivo de más de 500 ciudadanos, hoy presos políticos acusados de presunto «terrorismo», hasta que en el mes de septiembre la dictadura prohibió por las vías de hecho las marchas de protesta cívica

Desde octubre, en Nicaragua a la par de un estado de terror, que encubre una falsa normalidad, existe un estado de excepción de facto: están prohibidos y criminalizados el derecho de petición, reunión, movilización, la libertad de prensa y la libertad de expresión, sin que se haya decretado un estado de emergencia. Y así empezó el ataque final contra los medios independientes y periodistas, y las Organizaciones No Gubernamentales que promueven derechos humanos y democracia. Ambas representan los últimos espacios de democracia en el país, y por eso el ataque en el mes de diciembre para aplastarlos.

Primero cercenando la personería jurídica de nueve ONG acusadas de «promover un golpe de Estado», cuando el único golpe lo ha asestado Ortega contra la población, al imponer un Estado policiaco. Entre estas ONG, destaco al Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, el CENIDH, dirigido por la doctora Vilma Núñez de Escorcia que a sus ochenta años, es la principal defensora de los derechos humanos en el país. El CENIDH ha sido confiscado e ilegalizado, igual que que fueron expulsados del país la CIDGH de la OEA, la ONU y el Grupo Internacional de Expertos Independientes. La mayorÍa de los defensores del CENIDH han tenido que buscar refugio fuera del país, pero la doctora Núñez sigue resistiendo en Nicaragua.

¿Cuál fue el detonante que provocó tu salida de Nicaragua y por qué escogiste Costa Rica?

El asalto contra mi redacción ocurrió en la noche 12 de diciembre. Llegó la policía se tomó el edificio y efectuó un saqueo total. En la noche del 13 regresaron para ocuparlo con elementos armados de forma permanente. Nunca hubo una orden judicial o una justificación, es un acto de barbarie, pues la policía ha sido convertida en una fuerza delincuencial, y el responsable es el presidente Daniel Ortega pues de acuerdo a la ley que el mismo reformó, ahora ostenta el cargo de «Jefe Supremo de la Policía Nacional», no hay un ministro como intermediario, él da las órdenes y en este caso es un triple asalto contra la libertad de prensa, la libertad de expresión, y la libertad de empresa.

Una semana después se produjo el asalto policial contra 100% Noticias, en que capturaron a su director Miguel Mora y a Lucía Pineda Ubau, jefa de prensa, y al día siguiente les inventaron cargos criminales por los presuntos delitos de «conspiración», «terrorismo», e «incitación al odio». Ortega ha superado a Somoza al criminalizar el ejercicio del periodismo. Somoza cerraba medios e imponía la censura, pero Ortega además de ello pretende hacer del oficio una actividad criminal.

A raíz de esos hechos, aumentó el asedio en los retenes policiales que están a la salida de mi residencia, y en los que tenía que someterme cada día a revisiones e interrogatorios, así como la persecución a los periodistas de mi redacción –siempre tomada por la policía--, en un proceso dirigido a la inminente criminalización de mi persona. La práctica de la dictadura es que primero actúan, te detienen sin orden de captura, y después convalidan los hechos fabricando cargos y crímenes falsos. Ante el agravamiento de estas amenazas, decidí junto con mi esposa poner en resguardo mi integridad física y mi libertad, y después tomé la dolorosa decisión, en realidad nunca lo había contemplado, de salir al exilio.

Vine a Costa Rica, siguiendo las huellas de mi padre que se exilió acá en 1957, escapando del confinamiento en San Carlos, Río San Juan, donde pagaba una condena injusta, después de la muerte del dictador Somoza García. Vine a Costa Rica, por el respeto y la admiración que siempre he tenido por su tradición democrática y el respeto a la libertad, y sobre todo porque tengo la seguridad que desde Costa Rica puedo continuar realizando mi labor como periodista independiente, dirigiendo y editando Confidencial, Esta Semana y Esta Noche, que a pesar de la persecución y el acoso no han dejado de salir ni un solo día, desde que fuimos asaltados.

Se cumplen 41 años del asesinato de tu padre, Pedro Joaquín Chamorro, de manos de otra dictadura, la de Somoza. Ese ciclo del eterno retorno, ese signo autoritario de Nicaragua, vuelve a cumplirse una vez más. ¿Podrá cambiar algún día?

Debe cambiar. Y esta es probablemente la última oportunidad. Fracasó la revolución de 1979, y también la transición democrática de los 90, que fue abortada por la nueva dictadura de Ortega. Nicaragua necesita reformas duraderas que echen raíces y hagan que los cambios sean irreversibles. Reformas políticas, electorales, en primera instancia, pero también en la justicia, en la educación, en lo fiscal. Y la esperanza es que esta rebelión cívica azul y blanco, promete un cambio pacífico, sin armas, que nos libere del dominio del «hombre fuerte», el caudillo salvador, que supuestamente nos redimirá.

Hay mucho camino que recorrer: primero, parar la represión y liberar a los presos políticos. Negociar las reformas, con o sin Ortega, para ir a elecciones libres. Enfrentar el tema de la verdad y la justicia. Y luego las tareas monumentales que le tocarán a los nuevos Gobiernos. Pero yo creo que por primera vez en Nicaragua hay un convencimiento de que no se pueden coger atajos o inventar soluciones cortoplacistas: el único camino para desterrar la violencia y la dictadura, y lograr la sostenibilidad económica, pasa por reformas institucionales profundas. La resistencia no ha sido aplastada. Ortega manda con la policía, pero no gobierna. No tiene legitimidad

Es un enfrentamiento desigual: un Gobierno con una policía fuertemente armada y con grupos de paramilitares y sicarios de un lado. De otro lado, un grupo de muchachos con piedras y armas caseras. ¿Cuál podrá ser el factor del cambio? ¿La intervención del Ejército como un gran árbitro que cambie la relación de fuerzas?

El factor de cambio es en primer lugar la voluntad de la gente de resistir. La fuerza de la juventud que lideró las primeras protestas. El apego a las demandas de verdad y justicia por la matanza, y elecciones libres. La resistencia no ha sido aplastada. Ortega ordena, manda, pero no gobierna. Mientras esta resistencia se mantenga, el cambio es posible. Falta organización, estrategias de lucha cívica, y la acción simultánea con la presión internacional. Y sobre, todo que desde dentro del régimen surjan más voces como la del exmagistrado Rafael Solís que rompió con la dictadura y ha provocado un terremoto político en la cúpula. El cambio también debe provenir desde dentro del régimen, y aunque esta es una dictadura personalista como la de Somoza — nada se mueve sin la orden de Ortega y Murillo — creo que la inviabilidad del mismo régimen, el aislamiento internacional, y las sanciones externas, están incubando incentivos para el cambio desde adentro.

El Ejército ha tenido hasta ahora un papel de complicidad, por permitirle a Ortega el despliegue de otro ejército prohibido por la ley, el de las bandas paramilitares. Pero al mismo tiempo no ha participado de forma directa en la represión. Nadie espera que el Ejército se convierta en un árbitro de la política, pero sí en un contrapeso del estado de terror y que en una situación extrema ayude a facilitar una negociación política.

Se ha criticado mucho el papel de la empresa privada nicaraguense como un aliado de Ortega, que hizo la vista gorda ante los crecientes atropellos a la Constitución y al Estado de Derecho. ¿Hay un cambio de posición de la empresa privada?

La crítica es totalmente justificada. Entre 2009 y abril de 2018, el gran capital y las cámaras empresariales participaron de una alianza con la dictadura, formando un estado corporativista autoritario, que facilitaba inversiones y negocios privados, a costa de transparencia, democracia y rendición de cuentas, en un sistema plagado de corrupción. Yo documenté este proceso gris en muchos artículos y reportajes. Pero a raíz de la matanza de abril, la empresa privada rompió con la dictadura y decretó el fin de la alianza. Hoy demandan el cese de la represión, reformas políticas y elecciones anticipadas. Y se resisten a hacer acuerdos económicos con Ortega, si antes no se produce un acuerdo político que conduzca a reformas y elecciones libres. Esto representa un gran cambio para Nicaragua. Además, algunos líderes empresariales proclaman que en el país hay que resolver primero la grave crisis de derechos humanos, y priorizar las reformas institucionales. Mientras tanto, la economía está colapsando producto de la crisis política. La interrogante es si los empresarios se limitarán a esperar que el cambio ocurra por inercia, o si se decidirán a tomar mayores riesgos y se convierten en un actor democrático, para acelerar el proceso de cambio.

Veremos el cambio en Nicaragua en 2019 o 2020?

En un proceso tan complejo como este, resulta temerario atreverse a hacer pronósticos sobre fechas, pero la tendencia apunta hacia un cambio antes de 2021. Si bien es cierto que Ortega se niega a negociar y está aferrado a la fuerza, la economía está colapsando, la condena internacional — en la OEA, la ONU, y la Unión Europea va en aumento —, y la resistencia nacional no ha sido aplastada. El régimen es insostenible a mediano plazo, y no tiene el control y el poder económico de Maduro en Venezuela para perpetuarse de forma indefinida. Lo que queremos es que este cambio inevitable sea pacífico, pero me temo de que antes de ceder y salir del poder, Ortega arreciará la represión. Por eso hay que ejercer el máximo de presión, nacional e internacional al mismo tiempo, para evitar que se produzcan nuevas masacres.