«La historia no se repite, pero rima».

(Mark Twain)

¿Ante qué estamos en Venezuela? Los sucesos del pasado 23 de febrero en las fronteras terrestres y marítimas de Venezuela, con Colombia, Brasil y las islas holandesas, evidenciaron claramente que el control del territorio venezolano y su mar, por ahora, lo tiene el Ejército de Venezuela, y el Gobierno que representa Nicolás Maduro. Eso es evidente.

El movimiento que se impulsó con la entrada de la llamada ayuda humanitaria, por esos puertos fronterizos, realmente... ¿qué quería demostrar? ¿Debilidad del Gobierno madurista, de sus fuerzas armadas? ¿Fortaleza de Juan Guaidó? Nada de esto se logró.

Es claro que el total de la ayuda, en medicinas y alimentos no perecederos, que se movilizó a esos puntos fronterizos era apenas un símbolo ante la situación de desabastecimiento que sufre la sociedad venezolana. El mismo Nicolás Maduro tuvo que reconocer esta situación cuando realizó las compras de alimentos y medicinas que Rusia le envió en esos mismos instantes. En palabras de Putin, un «contrato comercial», era lo que se había llevado a cabo con Maduro, un envío que tenía que pagarse, aumentando de esa forma la deuda externa de Venezuela con ese país capitalista, Rusia. Maduro tampoco pudo llevar su cargamento de alimentos a los colombianos, como dijo que lo haría.

Una semana después, los puntos fronterizos siguen cerrados por órdenes del Ejército y del Gobierno madurista, y los camiones con la ayuda siguen varados sin poder entrar a suelo venezolano.

A los efectos reales el problema social fundamental que se tendía a paliar sigue en pie y cada día agudizándose más. Y, también el problema político.

Para mí quedó demostrado el poder militar, aún compacto, alrededor de Nicolás Maduro. Las deserciones de militares que se produjeron no tienen ningún peso específico en las estructuras del Ejército. Más importante hubiera sido que esos militares se hubieran puesto al frente de haber permitido el paso de los camiones por los puertos fronterizos, y hubieran contribuido a despejar los obstáculos en los puentes.

El concierto en Colombia tampoco tuvo el impacto hacia Venezuela, ni por su naturaleza podía provocar ningún impacto político al interior de Venezuela. Tenía por propósito recaudar $100 millones y hasta hoy no se ha dicho si se logró ese objetivo. Los medios de comunicación venezolanos, los oficiales, y los que controla, bajo presión, el Gobierno madurista, poco informaron de lo que sucedía el fin de semana en las fronteras, seguían con sus programas habituales, interrumpidos por las cadenas oficiales señalando que la invasión imperialista, y el intento de golpe de Estado, de lo que hablaba el gobierno maduro cabellista, había sido detenida, exaltando el papel de las fuerzas armadas, y realizando algunas concentraciones a favor del gobierno madurista.

Hacia el extranjero, hacia el exterior de Venezuela, se trató de evidenciar un gobierno autoritario, despótico, inhumano, represor en los puntos fronterizos, agudizando la imagen pública internacional que se tiene de ese gobierno madurista, preparando una mejor imagen de dictador de Maduro.

Quedó claro que Juan Guaidó, el Presidente Encargado, el otro polo de la dualidad de poderes que existe en Venezuela, a pesar de las restricciones que le han impuesto, e impedimentos de salida, logró asistir a Colombia el pasado 23 de febrero, se exhibió junto a los presidentes latinoamericanos que llegaron a la frontera de Cúcuta, y luego se desplazó a Perú, Brasil, Paraguay, a reuniones con los presidentes de esos países, retando a las autoridades venezolanas maduristas con su libre desplazamiento. Dejó claro que esa salida la había realizado con apoyo de militares. El reto será su regreso a Caracas.

Al momento de escribir este artículo, no lo ha hecho. Lo real es que Guaidó no puede permanecer en el extranjero. No representa ningún gobierno en el exilio, ni tampoco representa una presidencia en el exilio, o fuera de Venezuela. Para mantener su reconocimiento como Presidente Encargado debe estar en Venezuela, con todos los riesgos que eso le implique. Su papel dirigente y su papel movilizador está en Venezuela. ¿Regresará con apoyo de militares?

¿Lo capturarán a su regreso?¿Lo someterán a juicios penales? ¿O, lo peor, lo matarán, argumentando cualquier pretexto? De suceder estos últimos escenarios se pondría en evidencia una situación cualitativamente nueva en la situación política interna y en la situación internacional alrededor de Juan Guaidó.

De suceder la captura, su encierro penal y su eventual procesamiento judicial, provocará sin lugar a dudas una reacción internacional alrededor suyo, por su libertad sobretodo y por su seguridad física, especialmente de aquellos países que le han reconocido como el legítimo y constitucional Presidente Encargado de Venezuela, y pondrá a Maduro y su grupo militar, como el grupo no solo usurpador del Poder, sino que lo desnudará como el grupo dictador y tiránico al mando de ese país.

El asesinato de Guaidó no puede realizarse en Venezuela si no va acompañado, como lo ha anunciado varias veces Maduro, por ahora, de nuevas elecciones legislativas adelantadas, y eventualmente del cierre parlamentario, que de hacerse igualmente, ante la comunidad internacional, estaría fortaleciendo su régimen dictatorial.

En la posibilidad de que eliminen físicamente a Guaidó esta situación será más grave, por el asesinato que significaría de su persona, por la eliminación física del Presidente Encargado, por el magnicidio que eso significa, que se asimilaría a un Golpe de Estado por parte de Maduro, creando las condiciones internacionales para una acción militar, que hasta ahora ha sido rechazada e indeseada por los países latinoamericanos, por los países del Grupo de Lima, de la Unión Europea y de la misma ONU, pero que ante tal circunstancias podría dar pie para que se justifique.

Con un acto así Maduro y sus militares rompen su imagen y comprometen a Venezuela en un conflicto militar de incalculables consecuencias. Y de no realizarse este conflicto internacional, de darse estas condiciones, habría Maduro para varios años.

Lo que ha sucedido este fin de mes de febrero, desde el 23 hasta hoy, coincide en el recuerdo del Caracazo, los sucesos que desbordaron la Venezuela de 1989, en intensas luchas populares, los días 27, 28 y 29 de febrero de aquel año de 1989.

Aquellos sucesos cambiaron la vida venezolana, crearon las condiciones, a partir de ese momento, del incubamiento político de Chávez, dentro del ordenamiento militar venezolano, y su parto en febrero de 1992, cuando intentó el golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, y su lanzamiento posterior, en 1988 a la arena político institucional, como candidato presidencial, ganando las elecciones de 1998.

En 1989 había una gran desilusión política y social frente al Gobierno de Carlos Andrés Pérez. Hoy la hay igual, o quizá en mayor proporción, hacia el Gobierno de Nicolás Maduro.

La grave crisis económica generalizada en el Gobierno de Carlos Andrés Pérez es pequeña frente a la crisis económica, productiva y petrolera que afronta Nicolás Maduro.

El impacto negativo que se reclamaba de las políticas neoliberales que se imponían con Carlos Andrés Pérez, en consonancia con las que se aplicaban en toda América Latina, es menor que el impacto negativo y destructivo de las políticas económicas y productivas que se trataron de impulsar bajo el modelo de la Revolución bolivariana, y de su llamado socialismo siglo XXI. El modelo de este socialismo siglo XXI fue un fracaso en Venezuela en todos los órdenes, económico, productivo, social, moral y político.

La corrupción, que parece ser cultural a la sociedad venezolana, bajo el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, junto con los escándalos que le rodeaban, ni la corrupción imputada a la llamada IV República, que terminó en 1999, no fue eliminada con el ascenso de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. Al contrario creció y abarcó institucionalmente al Ejército, hoy sumamente comprometido en todos los negocios que la corrupción cubre con su manto en toda la sociedad venezolana, llegando a ejercer un papel muy importante en vínculo con el narcotráfico, por medio del llamado Cartel de los Soles, que dirige el militar, y Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente establecida por Maduro, Diosdado Cabello, uno de los principales líderes de gobierno oficial de Venezuela. La corrupción actual es superior a la de la IV República.

La represión y asesinatos de estudiantes y contra sectores populares, durante el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, hoy, bajo el gobierno de Maduro no es menor, y es tan despiadada como en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, con el saldo de heridos como de muertos.

La clase política, de la IV República, la constituida por los partidos socialcristiano y socialdemócrata, por los copeyanos y adecos venezolanos, no tenían capacidad para dar respuestas a las necesidades populares que se demandaban. Hoy la clase política gobernante en Venezuela, la parte civil y militar del gobierno maduro cabellista, tampoco es capaz de dar respuestas a las necesidades populares que la sociedad venezolana como un todo demanda, ante la dura realidad de su existencia.

A Carlos Andrés Pérez le sucedió en la presidencia Rafael Caldera. A Hugo Chávez le sucedió en la presidencia Nicolás Maduro.

El período de Chávez desde su ascenso hasta su muerte se caracterizó por una situación de bonanza relativa de precios internacionales de petróleo, que le permitió impulsar una serie de programas sociales de gran alcance social. Maduro no ha tenido esa suerte. Junto a ello no ha sabido administrar las institucionalidad venezolana, ni la producción a cargo de sus políticas estatistas dan resultado positivo. Venezuela no produce lo que se come, sigue dependiendo de la importación de productos básicos y alimenticios, en una buena parte de Colombia.

Durante la IV República se anunció que la deuda externa de Venezuela se había logrado refinanciar de la mejor forma hecha hasta ese momento. Hoy el peso de la deuda extranjera de Venezuela solo con China y con Rusia anda cerca de los $250.000 millones. Y... solo se refinancia con más deuda.

En los años finales de la IV República se había anunciado un eficiente control de cambio, y un control de la fuga de capitales, mediante la Oficina del Régimen de Cambios Diferenciales. En la V República, en este período de sus estertores, no hay control de fuga de capitales de los grupos civiles y militares que gravitan en el gobierno maduro cabellista, que ha sacado de Venezuela miles de millones de dólares, y hasta el oro de las reservas venezolanas del país.

Al final de la IV República cayeron los precios del petróleo, lo cual generó un descalabro fiscal, un mayor endeudamiento externo, una gran inflación, un mayor déficit en la balanza comercial y de pagos. Durante el gobierno de Maduro estos mismos problemas están más agudizados. Tan solo basta señalar que hay una inflación de 10 millones porcentuales, una cifra inimaginable.

Si al finalizar la IV República, en la década de 1990-1999, el pueblo venezolano no tenía idea de esta situación, porque los gobiernos no comunicaban esa realidad, hoy tampoco el gobierno de Maduro informa con certeza y claridad de esta brutal situación que viven, y hace ver tan solo que es resultado de un bloqueo imperialista que sufre la sociedad venezolana.

El gobierno de Caldera terminó liberando a Chávez, después de dos años de presidio por el intento del golpe de Estado el 4 de febrero de 1992, y terminó también con gran popularidad, por el silencio que imponía el gobierno de la grave situación que vivían. Hugo Chávez en vida gozó de popularidad, y electoralmente también, aunque ya en el 2008 empezaban a caer los índices de apoyo electoral, y el descalabro de ese apoyo se produjo cuando Maduro ganó las elecciones frente a Henrique Capriles, con tan solo un 1%, después de que Chávez le había derrotado 5 meses atrás con un 26% de diferencia. Esa ventaja del 1% de Maduro no la ha podido incrementar desde entonces con los sectores opositores. Si Caldera liberó a Cháves, Nicolás Maduro ha procedido a meter a la cárcel a los principales líderes de la oposición, a inhabilitarlos política y electoralmetne, y a inhabilitar electoralmente partidos políticos.

El otro golpe recibido por Maduro fue la elección de la Asamblea Nacional, del Poder Legislativo venezolano, cuando el oficialismo perdió dos terceras partes de su integración de diputados, quedando reducido a un tercio y abandonando su presencia en el foro parlamentario.

La degradación moral de la IV República, por la corrupción, se acrecentó en ese final de siglo, pero es pálida frente a la degradación moral de la V República, bajo los gobiernos de Chávez y de Maduro y Cabello.

Los negocios de enriquecimientos privados de la familia presidencial durante la IV República hoy son igualmente pálidos frente a los negocios de enriquecimientos privados de los principales dirigentes de la llamada Revolución Bolivariana, de las familias civiles y militares que controlan actualmente la institucionalidad venezolana, y de la mezcla que han hecho de negocios con el narcotráfico, haciendo que en este período la administración pública venezolana esté manejada por «familias» políticas vinculas estrechamente a grandes negocios de comercio y tráfico de drogas, facilitando la salida de las drogas de Colombia por Venezuela. Diosdado Cabello se le imputa como el Jefe del Cartel de los Soles, y dos sobrinos de la Primera Dama de Venezuela están presos y condenados en Estados Unidos, por haber sido capturados in fraganti en tráfico internacional de drogas en el Caribe.

A la IV República le fue creciendo el descontento popular, que llegó a tener su máxima expresión en su derrota y por el triunfo de Hugo Chávez en 1998. A la V República, la República que hizo nacer Chávez, que está matando Maduro, también le creció el descontento popular, expresado en el triunfo opositor en la Asamblea Nacional, en el descontento creciente contra Maduro, y su gobierno, situación expresada en todas las encuestas de que lo abandone, y que alcanza un 92% de la población que le rechaza, y en la aparición interna de un Presidente Encargado que cuestiona no solo su legitimidad sino su real poder, Juan Guaidó.

El Caracazo, que fue esa explosión popular que sacudió a Caracas, y a Venezuela, durante aquellos días del 27, 28 y 29 de febrero, hace 30 años, tuvo sus antecedentes político sociales, la represión a la Universidad de los Andes, el 13 de marzo de 1987, el asesinato de pescadores el 29 de octubre de 1988, que se conoció como la Masacre de El Amparo, en este caso con grupos militares especiales de contrainsurgencia, como los que tiene hoy Maduro, junto con las medidas impopulares que impuso Carlos Andrés Pérez el 15 de febrero de 1989, de corte neoliberal, y el anuncio, en enero de 1989, de que Venezuela no podía pagar su deuda porque se habían agotado sus reservas internacionales. Hoy esas reservas internacionales también están agotadas.

El pueblo venezolano estaba en una situación de gran desesperanza, en un túnel al que no le veía salida. Hoy está en igual situación de desesperanza y en igual túnel, que al menos tiene una tenue luz a su final.

Las medidas urgentes que exigía aplicar el Fondo Monetario Internacional en la primera semana de febrero de 1989 obligaba a elevar tarifas en servicios públicos, entre ellos los combustibles, la gasolina, que fue aparentemente el gran detonante de la lucha popular de esos días. En la segunda semana de febrero de 1989 incrementó el descontento popular y se anunciaba la más alta inflación en la historia de Venezuela, nunca comparada con la actual. En los supermercados de Caracas y de las principales ciudades, como hoy, empezaron a producirse desabastos de productos esenciales, pan, sal, café, leche en polvo, pasta, aceite y otros productos y víveres en general, situación nada comparada con la crisis de desabastecimiento actual. La izquierda venezolana se oponía a esas medidas neoliberales. A todo esto se sumaba el acaparamiento de productos, la especulación de productos y de precios, situación similar a la que se vive hoy en Venezuela.

El 26 de febrero de 1989 empezaron los alzamientos populares, que llegaron hasta el 29 de febrero, en Guarenas, en Caracas, en la Guaira, en Maracay, Valencia, Barquisimeto, anaco, Mérida y en muchas otras ciudades de Venezuela. Hoy la resistencia al gobierno maduro cabellista está en toda Venezuela. Pareciera que Maduro tan solo tiene los cuarteles y las zonas militares, y con ello las armas que le sostienen.

Ante los disturbios populares, en 1989, el gobierno suspendió las garantías constitucionales y los derechos y libertades ciudadanas, impuso el toque de queda y puso al Ejército a reprimir directamente. Centenares de muertes se reportaron en esos días. La represión se prolongó durante el mes de marzo y el toque de queda permaneció hasta el 7 de marzo, con casi 400 muertos y casi 2.000 heridos, como resultado.

Ante el 30 aniversario de los sucesos que se conocen en la historia venezolana como el Caracazo, hoy el gobierno de Nicolás Maduro enfrenta una situación de explosión popular similar, más aguda, que en cualquier momento explota con una dimensión similar pero aumentada, y en la que inevitablemente los militares tendrán la última palabra.

La sombra del Caracazo cubre hoy al Palacio de Miraflores y a sus transitorios inquilinos.

Adenda

El lunes 4 de marzo Juan Guaidó regresó a Caracas entrando por el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, sin ningún obstáculo. Su entrada le convirtió de nuevo en el líder de la oposición política interna, afirmando su condición de Presidente Encargado, reconocida por un sector de la población venezolana y por un amplio espectro de países y gobiernos.

Su entrada en Venezuela tiene que haber tenido apoyo de un sector de militares y del Ejército, porque los aeropuertos y puestos migratorios en Venezuela están bajo control militar, sobre todo desde el momento en que el presidente Nicolás Maduro ha estado hablando y movilizando al mismo Ejército ante una posible intervención o invasión extranjera.

Por otra parte, Juan Guaidó, con su entrada, agudizó el núcleo de contradicciones en el interior del Gobierno y del Ejército. En el Gobierno se puso en evidencia de que la Corte Suprema de Justicia, que había girado resoluciones de que Guaidó no saliera del país, no se acatara ese mandato judicial por parte de ninguna autoridad ni el impedimento de su salida, y consecuentemente también, su imposibilidad de capturarlo a la entrada.

La Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General quedaron a descubierto y debilitadas. Ningún organismo policial actuó contra Guaidó. Todos recibieron instrucciones de no actuar, que era lo mejor que se podía hacer por parte del Gobierno, exhibiendo debilidad y mostrando que no controla todas las instancias del poder institucional. Esto ha quedado más que evidenciado, la debilitad del Nicolás Maduro.

A nivel del gobierno y del Partido gobernante, el PSUV, debe haber una intensa discusión de si actuaron bien o no facilitando la entrada de Guaidó sin ninguna traba. Quienes asesoraron a Nicolás Maduro de que actuara con esa prudencia lo aconsejaron bien. Quienes no están de acuerdo con ello agudizarán sus enfrentamientos internos en ese sentido, y partirán de que Maduro no es el hombre fuerte que parece ser, o que ya no es. ¿Se tensarán los sectores mas radicales, más duros de esta situación en el Gobierno?

A nivel del Ejército, a mi manera de ver, permitiendo la entrada de Guaidó se colocaron a la par de la Constitución Política, defendiendo la Constitución, y a distancia de Nicolás Maduro, en este aspecto, no solo porque Guaidó esté considerado como Presidente Encargado, sino que por ser él Diputado y Presidente de la Asamblea Nacional, tiene inmunidades y protecciones legales que deben garantizársele, y que así lo hicieron valer enfrentándose a la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General que ya habían instruido procesos contra Guaidó con sus impedimentos de salida. Es la tercera vez que en términos reales el ejército hace valer la Constitución, con el resultado electoral de la Asamblea Nacional, con su instalación y ahora con el regreso de Guaidó.

El sector duro del gobierno, el cabellismo, y el mismo madurismo, agacharon la cabeza, aunque no dejen de agitar sus brazos.

Guaidó, de nuevo asume el papel conductor real y fáctico de Venezuela. La Agenda de Guaidó de nuevo se coloca en el primer lugar, después de los sucesos del 23 de febrero en las fronteras, cuando parecía que Maduro había tomado las riendas efectivas de la sociedad venezolana, del mismo modo que parecía que Guaidó y su grupo internacional habían salido más que debilitados.

El reto de Guaidó es mantener su liderazgo, su reconocimiento real de Presidente Encargado y ampliarlo, el de impulsar las movilizaciones populares pacíficas, el de fortalecer la resistencia civil interna, y sobre todo el de mantener la unidad política opositora alrededor suyo, la que parece consolidada. La pervivencia de Maduro dependerá de cuánto deje actuar a Guaidó en régimen constitucional.