El Bien Común se vincula a las necesidades fundamentales del ser humano y a generar las condiciones planetarias para que cada cual, dentro de su libertad de elección, tenga la posibilidad de satisfacerlas de un modo adecuado.

Esto implica a lo menos dos variables:

  • Reconocer que esas necesidades humanas son relativamente generalizadas como humanidad y relativamente fáciles de determinar, y

  • Priorizar la posibilidad de generar dentro de un cierto plazo que sólo la práctica determinará, un sistema de gobernanza mundial que desarrolle las bases para la solución de esas necesidades.

El reconocimiento de ambos aspectos se vincula al Amor: pensar el prójimo como legítimo/a, como alguien que valoro y que no me es indiferente.

La denominada ciencia de la economía tiene pocas referencias, posiblemente ninguna, respecto al amor. Cuando uno señala ese término, se suele relacionar con el «amor romántico» propio de una relación de pareja. A veces propio de las telenovelas. Pero es mucho más esencial que eso. El amor es la base de la vida en el planeta.

Tomaré de referencia a Humberto Maturana, chileno, que como biólogo es reconocido a nivel mundial por establecer una definición del fenómeno de la vida inexistente anteriormente. Con la ayuda de su antiguo estudiante, el recordado Dr. Francisco Varela, definió el concepto de autopoiesis, a comienzos de la década de 1970. Para entender este concepto, debemos considerar a todo organismo vivo como un sistema dinámico, o sea, una colección de elementos relacionados entre sí, y que pueden variar sus relaciones con el tiempo.

Entonces, un sistema autopoiético es aquél que se reproduce, crea y repara sus propios elementos, y para Maturana y Varela, se trata de la propiedad básica y distintiva de los seres vivos, pues al no existir autopoiesis, o sea, al no poder renovar sus células, limpiar las toxinas, etc., el ser vivo muere. Este concepto ha tenido un profundo impacto en la cibernética, la sociología, la psicología y múltiples otros campos.

Humberto Maturana, partiendo desde la biología, vincula además el lenguaje con las emociones, la cultura y el amor. Nos dice que todo el quehacer humano se da dentro del lenguaje, por lo que si no hay lenguaje, no hay quehacer humano. Y simultáneamente, como todo lo que hacemos se hace desde la emoción, entonces todo nuestro quehacer, como seres humanos, ocurre dentro del cruce entre el lenguaje con la emoción. Plantea además que el lenguaje surge desde la aceptación del otro/a, o sea, desde el amor. Maturana ha ido construyendo un aporte esencial al entendimiento de nuestra experiencia como seres humanos, y que se manifiesta en sus propuestas sobre la biología del amar y del conocer.

Cuando pensamos en una gobernanza mundial orientada al Bien Común, partimos de la base del Amor como expresión natural humana desafortunadamente tremendamente taponeada por la alienación mental actual del par de opuestos que hace miles de años nos tiene encerrados en un paradigma que nos ha enfermado e incapacitado para amar en sus expresiones más desarrolladas.

El egoísmo hedonista, el consumismo, la ambición desmedida de poder, es parte integral del actual paradigma de los opuestos: mío/tuyo, nosotros/ellos, amigo/enemigo, dueños de la verdad/equivocados en lo que creen o piensan y así sucesivamente. Este paradigma genera una enfermedad grave: nos cierra al amor expansivo.

El sentido existencial de todo ser humano sólo se construye desde el amor, el aspecto más esencial de nuestro ser biológico. Los místicos, que apuntan hacia el amor trascendente suelen señalar que el corazón es el centro energético del amor.

Un amigo, comentando uno de mis artículos me decía:

«Con mucho interés he leído lo que planteas respecto a las condiciones de cambio que exigiría la educación y las conductas mundiales, para lograr orientar las acciones humanas al bien común. Debo comentar que vengo llegando de Aysén, la última región conquistada como parte del territorio nacional. Seguramente, ese aspecto ayuda a vivir en una zona donde aún imperan muchos de los objetivos y maneras que tu propones, pero es evidente que en las grandes sociedades masificadas las soluciones no pueden pasar sobre los intereses económicos, los grupos de poder, la manipulación de los medios de comunicación, y muchos otros aspectos que complican el idílico y necesario Bien Común. Por ello, agregaría que la primera responsabilidad está en nuestro entorno, crear condiciones más amables, de mayor gratitud, de reconocimiento al otro, de generosidad para compartir valorando lo que puede aportar el que está a mi lado. El gran cambio debe nacer en nuestro pequeño recinto cotidiano, en nuestro hogar y nuestro trabajo, con nuestros amigos, con la sociedad cercana. Volver a pintar las líneas de cebra para que el respeto al peatón sea un valor verdadero, recuperar las campañas amables, que no sólo busquen apoyar el aborto y el condón, sino que procuren limpieza, normas amables de convivencia, lenguaje respetuoso, alegría de vivir. Para ello, creo fundamental que no sólo pretendamos educar para la libertad, que podamos educar para la voluntad y la conciencia, dos aspectos que no se consideran con la importancia que merecen».

Hasta acá lo de mi amigo.

Sin duda que tiene toda la razón: la posibilidad de una gobernanza mundial orientada hacia el Bien Común, necesariamente pasa por la transformación de la consciencia de cada uno de nosotros, tratando de servir al prójimo, de aportar con nuestra manera de ser y de pensar, de servir a nuestro entorno. Se parte desde esta actitud.

Es por ello que la gobernanza planetaria orientada al Bien Común requiere de una formación, capacitación y compromiso en lo ético, en lo valórico, además de las necesarias competencias para ser aportantes a la comunidad en la que vivimos. Y sin duda que cada cual, desde ya, se ha de esforzar en ser conscientes de entregar sus pequeños aportes para que esa gobernanza algún día sea posible.

Sin duda alguna, para no caer en ideologismos, la posibilidad de gobernanza planetaria orientada hacia el Bien Común se relaciona al desenvolvimiento de cada ser humano. Eso se puede y se debe conseguir. Una cosa son las ideas y los deseos. Otra cosa es tratar de ser consecuentes en nuestras vidas. Sin eso, no existirá posibilidad alguna de un mundo mejor.

Las ideas y los deseos suelen transformarse en ideologías y/o en «posturas mentales» que suelen terminar sosteniendo el actual paradigma del par de opuestos. La sola «crítica social», si bien genera información reflexiva acerca de lo que está ocurriendo en este planeta, no es suficiente si no entregamos aportes que solucionen lo que estamos criticando.

Si partimos nuestras reflexiones desde el Amor, estamos apuntando no sólo a nuestro entorno más cercano (aunque sin duda debemos comenzar desde allí), sino que además, es síntoma de que nos interesa el ser humano como tal. Nos interesa en toda su diversidad y libertad interior como un legítimo otro/a.
Entonces, partimos desde ese origen, desde nuestro amor, para asumir que los «intereses» del ser humano en cuanto tal, no son los de ciertas corporaciones, instituciones, familias, empresas, partidos, gremios, sino los del Bien Común, vinculados a reconocer que la humanidad merece aprovechar en su beneficio las posibilidades que entrega la ciencia y la tecnología y que cada ser humano puede y debe encontrar por sí mismo/a su sentido existencial, su modo de ver su vida y el mundo, desde su manera propia de sentir, pensar, creer, aportar a la sociedad.

El Bien Común está vinculado a las diversas formas de manifestación del amor, (amor a sí mismo, amor a la familia y comunidad de la que forma parte, amor compasivo que siente por las personas que sufren, más allá de quienes sean y/o que estén lejos de su círculo más cercano y amor místico, trascendente donde se ama sin esperar recompensa). Con un adecuado método de vida, que nos centre en la trascendencia respecto a nosotros mismos es posible vivir las diversas expresiones del amor.

La base del amor que trasciende la propia persona, está vinculada a conceptos valóricos y éticos de acción como: colaboración; solidaridad; respeto esencial al prójimo; integración dentro de la diversidad; no manipulación; empatía (captar la necesidad del otro/a); equilibrio; no generalización ni descalificación, entre otros aspectos.

Por otra parte, el Bien Común reconoce ciertas necesidades fundamentales de los seres humanos que componemos la humanidad en este planeta.

Si bien hay diversos trabajos y pensadores en el área de reconocer las necesidades que les son propias a los seres humanos, tomaré de referencia una antigua publicación de Cepaur, Fundación Dag Hammarskjöld, del año 1966, de título Desarrollo a escala humana, una opción para el futuro, versión de Manfred Max Neef, Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn con la colaboración de Felipe Herrera, Hugo Zemelman, Jorge Jatobá y Luis Weinstein. Recomiendo esta obra. En su página 42, en el Cuadro 1, publica una Matriz de necesidades y satisfactores. Lo señalo a modo de ilustración.

En dicho cuadro figuran 9 tipos de necesidades. Yo agrego una décima. Nombro y numero primero la necesidad y entre paréntesis algunos satisfactores según la categoría existencial como Ser, Tener, Hacer y Estar. Los presento de modo sintético y con las categorías mezcladas:

1. Subsistencia: salud física, mental solidaridad, humor, alimentación, abrigo, trabajo, alimentar, procrear, descansar, entorno vital.
2. Protección: cuidado, adaptabilidad, autonomía, solidaridad, sistemas de seguros, seguridad social, ahorro, derechos, familia, trabajo, cooperar, planificar, cuidar.
3. Afecto: autoestima, solidaridad, respeto, generosidad, receptividad, pasión, voluntad, humor, amistades, parejas, familia, plantas, jardines, acariciar, hacer el amor, compartir, privacidad, intimidad.
4. Entendimiento: consciencia crítica, curiosidad, asombro, disciplina, intuición, literatura, maestros, políticas educacionales, políticas comunicacionales, investigar, estudiar, experimentar, meditar, interpretar, reflexionar, ámbitos de interacción formativa, escuelas, universidades, agrupaciones comunitarias.
5. Participación: adaptabilidad, receptividad, solidaridad, entrega, respeto, colaboración, derechos, responsabilidades, obligaciones, atribuciones, trabajo, afiliarse, cooperar, proponer, compartir, ámbitos de interacción participativa, vecindario, familias, comunidades.
6. Ocio: curiosidad, receptividad, imaginación, humor, tranquilidad, juegos, espectáculos, música, fiestas, calma, abstraerse, soñar, evocar, relajarse, privacidad, intimidad, tiempo libre, espacios de encuentro, compartir, paisajes.
7. Creación: pasión, voluntad, intuición, racionalidad, autonomía, curiosidad, inventiva, habilidades, destrezas, método, trabajo, trabajar, construir, inventar, idear, ámbitos de producción y retroalimentación, talleres, agrupaciones, espacios de expresión.
8. Identidad: pertenencia coherencia, , diferenciación, autoestima, asertividad, símbolos, lenguajes, hábitos, costumbres, grupos referenciales, sexualidad, valores, normas, roles, memoria histórica, trabajo, entornos de la cotidianidad, ámbitos de pertenencia, etapas madurativas.
9. Libertad: autonomía, autoestima, voluntad, pasión, apertura, determinación, audacia, rebeldía, tolerancia, igualdad de derechos, discrepar, optar diferenciarse, arriesgar, conocerse, asumirse, plasticidad espacio temporal.
10. Trascendencia: autonomía, autoestima, consciencia, entendimiento, creencias, rebeldía, equilibrio, osadía, apertura, escuchar, comprender, osar, leer, investigar, pertenencia, meditar, orar, tener un método, escuchar música, arte, ámbitos de pertenencia, religiones, grupos de trabajo, diálogo, reflexión, exposiciones, retiros.

En próximos desarrollos a modo de apertura mental trataremos de proponer algunos aspectos que dentro de cierto número de años nos podrían conducir en la práctica hacia la concreción paulatina de una gobernanza mundial orientada al Bien Común.

Anticipo que no se trata de generar una nueva ideología, ni un nuevo partido politico para postular en lo inmediato a eventuales elecciones o cargos, sino que se trata de un «movimiento participativo» de «formacion etica»: una escuela de desenvolvimiento interior donde no habría adherentes, sino miembros activos, comprometidos, que trabajarán en base a un método de vida sobre si mismos.

Sin duda que este movimiento hacia una gobernanza orientada hacia el Bien Común requerirá de compromiso, paciencia y claridad de que se trata de asegurar un modo de relacionarnos, de gobernarnos, de educarnos, muy diferente a lo que actualmente existe. Se trata de no tentarse en actuar en la política actual, donde sin duda alguna es imposible escapar al modo actual de «hacer política» que lleva al desgaste y a mantener las situaciones de poder, de desigualdad e injusticia del mundo actual, con una democracia cuyos liderazgos adolecen de debilidad, de falta de claridad respecto del «norte» al cual la sociedad humana ha de dirigirse y cuyas instituciones claramente no funcionan o lo hacen muy deficientemente.

No es posible una gobernanza planetaria apuntando al Bien Común si cada uno de nosotros no asumimos la responsabilidad de asumir principios y valores que nos hagan vivir desde ahora mismo de manera consecuente para que el Planeta se trasforme. Es un trabajo de mediano o quizás de largo plazo.

Se trata de un movimiento formativo de individuos conscientes, que tendrá que comenzar desde los barrios, ciudades, regiones y países, de manera paulatina, organizada y vinculada. La estrategia de cómo este movimiento pueda llegar a generar un sistema de gobernanza planetaria del cual necesitamos reflexionar e imaginar aun cuando es un tema de mayor alcance que por ahora lo dejaremos pendiente. Seguiremos reflexionando, pensando en un mundo mejor.