Este mes quiero comenzar el artículo confesando que llevo varios días dándole vueltas a la cabeza sin conseguir dar con un tema que me inspirase lo suficiente como para querer escribir algo al respecto. Finalmente ha sido echando un rápido vistazo a mis artículos pasados cuando me he dado cuenta de que, en la gran mayoría de ellos, a pesar de tratar diferentes temas, subyace una misma idea: el futuro.

Es por ello que este mes quiero abordar este tema directamente, centrándome especialmente en los posibles problemas que surgen cuando se intenta forzar la inmutabilidad de las cosas. Siento si en este artículo pongo demasiados enlaces a otros textos míos, pero prefiero no repetirme dado que muchos aspectos ya los he cubierto en otros artículos.

¿Qué futuro queremos?

Para hablar del futuro sería conveniente establecer de antemano cuál sería ese futuro deseado. Teniendo en cuenta los valores de la sociedad moderna y el hecho de que a todos los seres humanos les gusta vivir lo mejor posible, voy a elucubrar un poco y a enumerar ciertas características que, a mi juicio, serían las deseadas con un mayor consenso.

Creo que no hace falta darle muchas vueltas para llegar a la conclusión de que esa sociedad ideal sería aquella en la que se respetasen los DD.HH, con un sistema económico justo que diese calidad de vida y no generase pobreza; una sociedad en la cual, en lugar de perjudicar el medio ambiente, se consiguiese su preservación y mejora. Sé que suenan a deseos que se suelen escuchar en uno de esos arcaicos concursos de belleza, y aunque pueda equivocarme, creo que serían los objetivos que alcanzarían un mayor consenso.

La comodidad del pasado

Actualmente se puede apreciar cierta tendencia a mirar atrás, hacia tiempos considerados más «gloriosos» por aquellos que miran con la ilusión de recuperarlos. El problema reside en que hay muchos aspectos no ya del pasado, sino de la sociedad actual que resultan incompatibles con esos objetivos que se supone queremos alcanzar. En este sentido no voy a irme a casos extremos como son en España los mal llamados «nostálgicos del régimen». Ese régimen fue una dictadura totalitaria fascista y si se quiere alcanzar una sociedad en la que se respeten los derechos humanos en general y la libertad en particular, la dictadura queda completamente descartada como vía para alcanzar esos objetivos.

Esa mirada al pasado queda perfectamente representada por el de sobra conocido eslogan de campaña de Donald Trump, Make America Great Again (MAGA). En tan solo cuatro palabras expresa perfectamente tanto el concepto de que los tiempos pasados fueron mejores como la idea de que la mejor manera de afrontar el futuro es volver a ese pasado.

Sin embargo, es un error pensar que las fórmulas que se aplicaron en el pasado deban o puedan aplicarse en el futuro; igualmente hay aspectos de la sociedad actual que más tarde o más temprano tendrían que cambiar o desaparecer si se quiere encaminar a la sociedad hacia esos ideales anteriormente mencionados.

Economía

Uno de los factores que más han influido en la economía — y en la sociedad en su conjunto — a lo largo de la historia ha sido el desarrollo tecnológico. Las invenciones se han ido sucediendo a lo largo de los siglos facilitando cada vez más la vida de las personas; solucionándonos tareas, pues al fin y al cabo el objetivo de toda invención no artística no es otra que la de facilitarnos o evitarnos tareas. Obviamente esto tiene una repercusión directa en el sector laboral, dado que si el objetivo de un invento es evitar que una tarea la haga un ser humano, el resultado lógico del desarrollo tecnológico será que muchos empleos desaparecerán y muchos trabajadores deberán ser reciclados. No es un cambio para nada sencillo, pero obstinarse en mantener esos empleos, sin intención de que nada cambie y sin tener un plan de recolocación de los trabajadores de ese sector, es sencillamente insostenible. Es como si tras la llegada de la electricidad, el Gobierno de turno se hubiera empeñado en mantener al gremio de los faroleros; podrán crear todas las leyes que quieran y dar todas las ayudas posibles al sector, pero sería evadir la realidad de que esos trabajos son ya prescindibles.

En ese sentido quisiera señalar la apuesta de Trump por el sector energético del carbón, ya que ahí está obviando dos hechos: uno es que ese sector está ya desfasado y abocado a la desaparición en pro de las renovables; con su apuesta solo va a retrasar lo inevitable. El segundo es el hecho de que dadas las pruebas del cambio climático y el estado del medio ambiente en la actualidad, no nos podemos permitir seguir apostando por energías contaminantes que sigan destruyendo nuestro ecosistema.

Siempre realizar grandes cambios, como lo es recolocar a miles de trabajadores o abandonar unas formas de energía y transporte por otras, es algo costoso. También es costoso realizar grandes logros como curar el cáncer o colonizar Marte, pero son gastos que hay que hacer. En el sistema neoliberal actual el dinero manda y parece que se nos ha olvidado que en un principio el dinero fue creado como herramienta para facilitarnos la vida, aunque se ha acabado convirtiendo un fin. En el actual sistema las corporaciones tienen que crecer de forma continuada si quieren seguir siendo competitivas, es decir, siempre buscarán el beneficio y no se les puede reprochar; así funciona el sistema. Sin embargo creo que es necesario plantearse, si se quiere dirigir a la sociedad hacia ese hipotético futuro, hasta qué punto este sistema puede significar tirarnos piedras contra nuestro propio tejado. Si queremos evolucionar hacia esos objetivos no podemos convertir todos los aspectos de la sociedad en un negocio.

Política

La política es uno de los factores que más rápido debería renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, sin embargo la realidad es muy diferente. Para empezar podemos ver cómo las democracias actuales son muy reticentes a alterar sus Cartas Magnas para ir adaptándolas a la realidad social –excepto en casos como el Art. 135 de la CE-. En España nuestra Constitución cumplió en diciembre 40 años sin apenas incorporar cambios; nuestro sistema democrático ha permanecido prácticamente inmutable durante cuatro décadas y hoy vemos cómo ese rechazo al cambio está pasándole factura.

Volviendo a esa sociedad ideal hacia la que queremos encaminarnos, hay ciertos factores políticos que tarde o temprano deberíamos abandonar. Sin salirnos de España el ejemplo más claro lo tendríamos en la monarquía. Un cargo de Jefe de Estado no puede ser vitalicio y hereditario pues ello chocaría frontalmente con el objetivo de tener una sociedad en la que se respeten los DD.HH..

Otro factor que habría que tener claro a la hora de encaminar la sociedad hacia ese futuro sería el tema de la relación religión-Estado. Actualmente las sociedades modernas son cada vez más diversas y no parece que esta tendencia vaya a cambiar. En esa diversidad deben convivir multitud de creencias y un sistema político en el que prime la libertad no debe favorecer unas creencias por encima de otras. Por otro lado cabe añadir que los Estados teocráticos no son ejemplos de sociedades en las que prime el respeto por los DD.HH. En mi opinión, creo que tarde o temprano la especie humana debería dar el gran paso y dejar a la religión en el cajón de la mitología, pero sé que eso está lejos de entrar en el consenso general de las características de esa hipotética sociedad futura.

Por último quisiera nombrar el concepto «nación». Es un concepto que seguramente tardará siglos, o tal vez milenios, en desaparecer, pero del que en algún momento nos deberemos de deshacer. Mientras los seres humanos nos sigamos tratando como extraños los unos a los otros en función de unas divisiones imaginarias del terreno no podremos dar el siguiente paso para ser una civilización más evolucionada.

A los seres humanos nos puede mucho el factor proximidad y siempre nos afectará más una tragedia que le ocurra al hijo del vecino que la que sufra otro niño al otro lado del planeta. La empatía la tenemos, pero la cercanía la condiciona en gran medida. Esto mismo se acaba aplicando al barrio, al pueblo, a la ciudad, a la región, al país…ya solo nos queda aplicárselo al mundo. Deberíamos alegrarnos del éxito merecido de una persona independientemente de su nacionalidad, pero la verdad es que siempre nos hace más ilusión que «gane el equipo del barrio». Como ya he dicho, aún falta mucho tiempo hasta el día en el que abandonemos los nacionalismos y empecemos a comportarnos como una especie en su conjunto, pero creo que tarde o temprano tendrá que suceder.

Sociedad

Siguiendo con la idea de dirigirnos hacia esa hipotética sociedad futura, hay diversos aspectos que debemos plantearnos cambiar o mejorar, por más que nos queramos autoengañar al respecto.

Por un lado tenemos el medio ambiente. Como ya apuntaba antes, no podemos permitirnos seguir destruyendo el ecosistema ya que, literalmente, el futuro de nuestra especie a largo plazo depende mucho de ello. Revertir esta tendencia implicaría cambios drásticos en la sociedad actual; hay que conseguir cambiar cuanto antes nuestro sistema energético así como nuestro modelo de consumo. No es algo sencillo, pero volvemos a lo mismo, negar la necesidad de ese cambio es no querer aceptar la realidad. Tarde o temprano deberemos asumirlo.

Por otro lado también me gustaría señalar otros cambios que antes o después nos tocará realizar y realidades que tendremos que aprender no solo a aceptar, sino a interiorizar. En el caso del feminismo, éste defiende la igualdad de las personas. Por más que mucha gente se empeñe en denostarlo, el feminismo busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No busca arrebatar derechos, sino eliminar privilegios, dos conceptos que parecen confundirse muy a menudo.

Por último y también en relación al medio ambiente, creo que si queremos llegar a ser una sociedad más civilizada deberemos afrontar un día el tema de los derechos de los animales -y os lo dice un carnívoro-. Tradiciones como las corridas de toros son cada vez más indefendibles y de igual manera que se empezaron a hacer se puede dejar de hacerlas. El abuso de los animales para nuestra alimentación es otro cambio que debemos abordar; sería absurdo pensar que de aquí a cincuenta años se vayan a dejar de utilizar animales en la alimentación, pero sí que se puede tener una industria más respetuosa con sus vidas. Al igual que con el nacionalismo pasará mucho tiempo, pero en algún momento deberemos encontrar una alternativa.

Todo es un viaje de ida

Es cierto que la historia se repite y que las modas siempre vuelven. También se dice eso de que mires al pasado si quieres predecir el futuro, pero la realidad es que la humanidad está en un viaje de ida. A lo largo de nuestra historia muchos hechos se han parecido entre sí pero nunca han sido iguales. La sociedad evoluciona, con épocas mejores y peores, pero siempre diferentes. Ahora mismo estamos en un momento completamente nuevo y los retos que debemos asumir son únicos. Se dice también eso de que el que mejor se adapta sobrevive, por lo que si nos empeñamos en permanecer inmutables, no haremos otra cosa que desaparecer.