El porcentaje de latinoamericanos insatisfechos con el funcionamiento de la democracia ha pasado en menos de una década del 51% al 71%, según el último Latinobarómetro.

En Costa Rica, la democracia más longeva, Gallup no preguntaba desde hace años si el pueblo prefería o no a la democracia porque la gente lo hacía masivamente. Sin embargo, de acuerdo con la más reciente encuesta, el apoyo a un gobierno de «mano dura», donde un hombre o una mujer asuma «poderes especiales» para gobernar, cobra más aceptación y fuerza entre los costarricenses. El 34% de los entrevistados dice que lo «apoyaría mucho» y un 28% que la «apoyaría». Es decir, un 62% de los encuestados se manifiesta a favor, contra un 25% que se opondría.

Hace unos 15 años en Lituania un grupo de filósofos se reunió para analizar la felicidad como fenómeno político. La pregunta era qué hace felices a los ciudadanos. Uno de los casos estudiados fue el de la Primavera de Praga en Checoslovaquia. Esta fue un periodo de liberalización política y de protesta como Estado comunista después de la Segunda Guerra Mundial.

Checoslovaquia trató de liberalizar, en la década de 1960, el régimen, pero fue invadida en 1968 por la Unión Soviética y permaneció controlada hasta 1989. A partir de la invasión, Checoslovaquia entró en un período conocido como «normalización» en que los líderes de la Primavera acataron las órdenes de Moscú y continuaron con la dictadura, pero también ofrecieron algunas seguridades económicas.

Fue creada la Oficina Gubernamental de Prensa e Información, cuyas primeras instrucciones hablan por sí mismas:

«no emitir nada que pueda dar la impresión de crítica a la Unión Soviética. No emplear la frase de "ocupación de Checoslovaquia", no informar acerca de las acciones del Consejo de Seguridad de la ONU, no transmitir información alguna sobre los daños causados por los soldados soviéticos durante su estancia en este país, ni tampoco sobre los muertos y heridos».

Lo más extraño del asunto es que a pesar de la invasión y la represión, los checos tienen buenos recuerdos de esta época. Los filósofos quisieron, entonces, hacer una lectura del porqué. Tres cosas encontrarían como básicas para que explicar la felicidad checa:

  1. La ausencia esporádica de productos en una economía que provee lo básico.
  2. Un grado de divorcio entre el líder y el pueblo.
  3. Tener un paraíso ni muy cerca ni muy lejos.

Si a te te gusta el café y lo tomas todos los días sin que nunca falte, lo considerarás como algo ordinario pero, si una vez te falta, lo verás como extraordinario. Entonces, el café faltaba una vez al mes y la gente estaba más contenta. Los checos temían, como la mayoría de los pueblos, a la democracia directa. Preferían que un líder asumiera las decisiones de la vida política: era mejor culpar al Partido de todas las desgracias.

Así se limpiaban las manos de lo que no servía. Adicionalmente, para consolar a los checos, el Estado se hizo de la vista gorda cuando escuchaban música y noticias de Alemania Occidental. Esta rica nación estaba ni muy cerca ni muy lejos y les permitiría saborear el Primer Mundo. La conclusión es que como los checos de la normalización existe un apetito y un peligro, en América Latina, de regresar a las dictaduras. Los precios hacen ciertos productos inaccesibles; despotricar contra el Presidente es regional. ¿Qué paraíso tenemos cerca? No es un espacio: el fútbol.