Desde luego es obvio y resulta absurdo detenerse y aclarar que no es lo mismo «histórico» que «histérico». Pero no sólo se trata de una diferencia semántica o la alternancia equivocada de dos simples vocales.

En efecto, un acontecimiento «histórico» es un episodio trascendente que marca significativamente una época, cambiando el rumbo de los aconteceres. En cambio, «histérico» es un evento patológico, irracional, espasmódico, cuya estridencia se emparenta con el fanatismo y la demencia. La diferencia es abismal.

Venezuela, siguiendo la diferencia entre estas dos expresiones, es un país que ha jugado en el plano internacional, un rol «históricamente descollante». Ejemplos notorios: su gesta libertaria ya se asoma como ejemplar y emblemática. La forma civilizada de deslastrarse de recordadas dictaduras oprobiosas, es ejemplar. Su gigantesco desarrollo en la industria petrolera, asombroso. La solidaridad continental en la defensa de la Democracia y los Derechos Humanos, humanamente enaltecedora. La generosidad humana para acoger miles de familias provenientes de países opresores, solidaria. La numerosa legión de políticos, artistas, deportistas y profesionales -hombres y mujeres- cuyos triunfos y capacidades han ennoblecido al gentilicio… ¡orgullo de gentilicio envidiable!

En fin, Venezuela se ha distinguido por mantener siempre el auténtico legado de Bolívar, de Miranda, de Sucre y de Páez. ¡Es un país cuyo ADN es histórico!

Desgraciadamente, todo ese patrimonio institucional y moral ha sido resquebrajado, en las dos últimas décadas, por una repentina «histeria», coludida con violencia, corrupción, incapacidad, prepotencia, fanatismo y desatada demencia.

Por fortuna, la luz se asoma al final del túnel. Este respiro de confiada esperanza es normal porque los pueblos no son masoquistas. Puede engañársele por algún tiempo pero la evidencia es tan inocultable que la resistencia y la acción se convierte en el más contundente de los ejércitos... tan contundente que hasta los que poseen armas -esas que les compró la Patria- deben doblegarse... por dignidad, por miedo o vergüenza.

Para los impacientes y justificadamente angustiados es perentorio advertirles que los procesos ansiosos que luchan por la Libertad no tienen fecha en el calendario. Lo sensato es mirar la vereda del frente -la vereda de la dictadura- y descubrir cómo es inocultable la implosión: saltos de la talanquera; denuncias de corrupción nacidas de antiguos «revolucionarios»; aumento del pavoroso desastre económico; ignorancia para administrar los servicios elementales del país; pánico generalizado de enfrentar pronto la inevitable justicia por robos y delitos contra los Derechos Humanos. En fin, un escenario patético de huída... a pesar de bravuconadas sin sentido que gritan en todos los cautivos medios de comunicación... gritos que reciben la repulsan de más del 90% de los venezolanos.

En cambio, la otra vereda, la opositora, fortaleciéndose, abandonando la desesperanza y la inacción: miles de protestas diarias; apoyo internacional sin precedentes; visualización de líderes renovados con estrategias coherentes; camino a la creciente unidad, a pesar de los infaltables ultristas. ¡Una luz optimista que asegura aires frescos para pronto y para la próxima generación!

Insistimos, como en la Venezuela actual, el derrumbe es un fenómeno visible e indefendible -en el país nada funciona y la miseria es patética- no se trata de cruzarse de brazos y esperar que el «maná» caiga del cielo o que la salida la construyan otros. Es imperioso que todos se sientan parte de la tarea salvadora. Así ha ocurrido, con éxito, en pueblos atrapados por la megalomanía opresora. ¡La Unidad en la lucha conduce a la Libertad… las ambiciones personalistas o grupales prolongan la agonía!

¡Ah… y no olvidar ni confundir! «Histórico» no es lo mismo que «histérico».