El femicidio, entendido como el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, es decir, por sexismo o misoginia en el contexto de la desigualdad por razones de género, relaciones de poder, proximidad o dependencia, es un tipo de crimen que no tiene una sola destinataria ni una sola víctima, por el contrario, son crímenes expansivos; esto quiere decir que, por un lado, intentan amedrentar a la totalidad de las mujeres sobre lo que puede pasarles si transgreden el orden patriarcal, pero que también alcanzan a las hijas, hermanas, amigas y madres de las mujeres directamente victimizadas.

En numerosos casos niñas y mujeres (hijas, hermanas, madres) son asesinadas junto con la mujer objetivo del femicidio, en otros casos han tenido que presenciar como a la víctima le es arrebatada la vida ante sus ojos, algunas mujeres (principalmente amigas, hermanas, primas y madres) han sido asesinadas por hombres quienes las consideran responsables del alejamiento de su pareja o de su abandono, mientras que numerosas niñas y mujeres también han sido victimizadas intentando evitar la comisión del femicidio; crímenes que se conocen como femicidio vinculado o por interposición en la línea de fuego.

Pero en este contexto también es posible hablar de víctimas secundarias del femicidio cuando las niñas y adolescentes, así como, ancianas, enfermas o mujeres con discapacidad se enfrentan a la orfandad y el desamparo ante la pérdida de sus madres, compañeras o cuidadoras. No obstante, las mayor cantidad de víctimas secundarias del femicidio, y de quienes muy poco se habla, es de las madres, quienes se enfrentan al duelo eterno y a toda una estructura social, mediática y estatal que las revictimiza ante sus intento de obtener justicia por los crímenes contra sus hijas cometidos.

De acuerdo a ello, es posible afirmar que después de la víctimas directas de los femicidios, son sus madres las principales en ser victimizadas, pues, cuando las niñas y mujeres desaparecen son generalmente las madres quienes denuncian su desaparición, pero también son las primeras en ser revictimizadas por los cuerpos de seguridad y los operadores de justicia quienes desde su narrativa someten a las madres a la violencia institucional: «Debe esperar 48 o 72 horas tras la desaparición para poner una denuncia». «Está segura que desapareció?». «Seguro se escapó con el novio». «Debe andar en malos pasos señora y usted no lo sabe». «Váyase a su casa y cualquier cosa le avisamos». Pese a ello, en oportunidades son las madres quienes alertan a las autoridades sobre posibles sospechosos de la desaparición o femicidio de sus hijas, pero pocas veces son escuchadas, aunque muchos casos han sido resueltos y los cuerpos de las víctimas hallados siguiendo las pistas dadas por las madres de la víctimas.

Son las madres también quienes acuden a la policía, la fiscalía y los juzgados cuantas veces sean necesarias para exigir atención y justicia para los casos de sus hijas aunque no cuenten recursos económicos, sus hogares queden en lugares lejanos o se vean obligadas a abandonar sus trabajos. Son las madres quienes denuncian la corrupción policial, la inacción institucional y la inoperancia estatal; pero también son las madres quienes son amenazadas e intimidadas por políticos y policías para que desistan de la búsqueda de sus hijas desaparecidas, para que renuncien a la obtención de justicia ante los femicidios perpetrados, para que dejen de protestar y levantar la atención sobre casos que ya han sido cerrados o en los que hay funcionarios involucrados.

Pero las madres de las víctimas de femicidio con frecuencia también son victimizadas por los medios de comunicación, cuando construyen relatos cargados de prejuicios y estereotipos sobre las víctimas, cuando justifican sus crímenes o cuando responsabilizan a las víctimas o a sus madres de la violencia femicida. Además de ello, las madres son utilizadas por los medios y las cadenas televisivas para aumentar su rating, sus lectores, seguidores y espectadores, de este modo son convocadas y entrevistadas durante la coyuntura, es decir, cuando recién ha ocurrido el crimen para imprimir mayores grados de dramatismo y sensacionalismo en la cobertura de los casos, pero posteriormente tanto las víctimas como las madres son olvidadas, despreciadas e ignoradas cuando ya no son útiles para aumentar los números de las corporaciones mediáticas.

Finalmente cuando los responsables de estos crímenes son imputados y sometidos a un proceso judicial, las madres de las víctimas se enfrentan al sexismo y el clasismo presente en los retardos procesales, a investigaciones que pueden durar años, a juicios postergados; pero también a la revictimización expresada en el otorgamiento de penas menores por los delitos cometidos contra sus hijas, en el otorgamiento de beneficios procesales o en el sobreseimiento de los femicidas.