El porqué algunas personas deciden vivir en la mentira, como si esta fuera una realidad, es algo que nunca comprenderé. Quizás porque me recuerda directamente la filosofía del absurdo, o «absurdísimo», esa corriente filosófica que se ocupa de la naturaleza humana del absurdo y de cómo responde el individuo a este una vez que es consciente de él.

Quizás porque indirectamente me recuerda la célebre obra filosófica de Albert Camus, El mito de Sísifo, estrechamente relacionada con el existencialismo, que sostiene que la existencia precede a la esencia y que la realidad es anterior al pensamiento y la voluntad a la inteligencia.

¿Por qué me lo recuerda? Porque literalmente los filósofos existencialistas se centraron en el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida.

Y en ese sentido, quienes deciden vivir en la mentira, por su propia responsabilidad individual y sin que nadie los obligue o coarte a decidir otra cosa, libremente y por su propia voluntad deciden aceptar el absurdo en vez de la libertad. Agotando de inmediato el ámbito de lo posible. Con lo que aprovecho para recordarles que el ensayo de Camus (El mito de Sísifo) abre con la cita de Píndaro:

No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.

Como metáfora del esfuerzo inútil e incesante de algunos humanos por creer y aceptar el absurdo de una mentira obvia y hacerlo y repetirlo, una y otra vez, como Sísifo. Antes de siquiera explotar o escudriñar el ámbito de lo posible, el ámbito de lo real. Y absurdamente negarse a aceptar lo real, lo cierto y lo verdadero como lo que son: lo real, lo cierto y lo verdadero. Para vivir en la mentira, en la irrealidad y la falacia. Por voluntad propia.

Díganme ustedes: si eso no es un absurdo, entonces, ¿qué lo es?

¿Qué sentido tiene la vida si lo que vimos es una falsedad, una falacia? ¿Por qué algunos toman con escepticismo lo que es real, pero rechazan y creen ciegamente en lo que es falso e irreal?

Yo no lo entiendo. ¿Nihilismo? Tal vez. No lo creo, si fuera así, debería haber un rechazo total a todos lo principios morales y religiosos que suponen quitan el «sentido a la vida». Pero quienes deciden vivir en el absurdo de la mentira por voluntad propia usualmente sólo rechazan los primeros, los principios morales.

Y por el contrario aceptan los principios religiosos como parte de lo que da sentido a sus vidas. A pesar de la mayoría están basados en dogmas políticos y religiosos.

¿Acaso tiene eso sentido? Al menos para mí no.

Pero... ¿a qué viene todo eso, se preguntará usted? Pues a que hoy día muchas personas prefieren creer en fake news o noticias falsas y replicarlas en las redes sociales como si fueran ciertas y reales, antes de tomarse la molestia de verificar si son reales, si la fuente es creíble o conocer la intención de aquel o aquellos que la publicaron.

Hoy día, ¡aunque usted no lo crea!, todavía hay personas, incluso líderes políticos y religiosos que niegan el efecto directo del calentamiento global en el cambio climático.

Hoy día hay personas que insisten en culpar a otros de lo que es su propia responsabilidad.

Y hoy día, esas mismas personas insisten en creer que la solución es aumentar y acelerar todo eso que se ha hecho mal y que causa todos los daños y desastres que vivimos.

Dígame usted si no es eso un absoluto absurdo.