Cada día surge en estos países nuevos casos de una nueva enfermedad: la falofobia. Para entendernos, es un miedo irracional a los penes erectos, que impide una vida sexual adecuada. «No me podría acostar con alguien que tuviera un falo erecto, me echa muy para atrás», cuenta Pamela ante la atónita mirada de su pretendiente. El pene es una barrera que no estaba dispuesta a cruzar: «Soy falofóbica». «La palabra que más repiten en mi consulta es asquito. No saben por qué, pero los genitales erectos les dan asquito», abunda la sexóloga María Escaplez. «No saben si es el olor, el sabor, la apariencia... Incluso la educación o las creencias religiosas pueden influir. Es como preguntarle a alguien por qué le dan asco las cucarachas. No saben explicártelo», agrega (aunque ella no toma en cuenta que, como en todo, existen cucarachas feas y otras que son horribles). El meollo del asunto es que existe menos gusto por los penes en erección y nadie sabe por qué. Y ante este rechazo, los ticos, para evitar el rechazo, tenemos miedo de excitarnos.

La realidad es que nunca un pene erecto ha sido una obra de arte. ¿Qué artista uniría las funciones llamadas una y dos? Las mujeres tienen que hacerse las locas con que el órgano masculino sirva también para micción y los gays hacerse aún más los tontos acerca del lugar donde lo invitan a la fiesta. Casi nadie, la primera vez que lo ve, le parece atractivo. Para que lleguemos a aceptarlo, debemos ser entrenados por medio de los libros de anatomía, el cine, las pinturas, los videos pornográficos, a verlo con otros ojos. Los libros de anatomía son mendaces. Nunca nos muestran penes torcidos, arrugados, con granos, descoloridos y deformados. Siempre nos dan la versión de Hollywood de los genitales. Es como si todos fueran Brad Pitt y nunca el gordo Porcel. Los únicos sinceros son los sátiros: ellos saben que al abrir la capa y hacernos ver lo que hay por dentro, salimos tan asustados como cuando nos dicen que el dólar bajó en un 30 por ciento.

¿Qué hace que la falofobia se está haciendo más común? Para entenderlo, debemos leer a Lacan. Para él, los significantes tienen relaciones propias que van más allá de su significado. En español, paro tiene la acepción doble de desempleo y de erección. Como llamamos al desempleo paro y le tenemos terror, los penes erectos nos lo recuerdan. O sea, no queremos más paro, ya sea económico o sexual.

María, una falofóbica lo explica muy bien: «Cuando Carlos, mi marido, me dice que quiere acción en la cama, lo único que pienso es que pronto lo echarán de la maquila». Juana comparte el miedo: «No puedo evitarlo. Veo a José que se excita y no dejo de pensar que mañana sube el precio de la gasolina».

Tan común se está haciendo la falofobia que uno ve menos gente pararse en Costa Rica y en Argentina cuando entonan los himnos nacionales.