La bloguera costarricense Silvia «Coco» Vargas sufrió una descompensación minutos después de su presentación la pasada noche en la quinta gala de Dancing with the Stars en Costa Rica. En primera instancia, Vargas debió posponer su baile de la noche pues afirmó no sentirse bien, pero luego salió a la pista y cumplió al ritmo del tango.Sin embargo, minutos después de recibir la calificación el malestar regresó y obligó a que la bloguera fuera atendida en el estudio por personal médico. La bloguera es una más de los muchos accidentes de este programa en que los participantes deben hacer esfuerzos, con tal de ganar un premio, que van más allá de lo posible. En este espectáculo las piruetas son hiperreales, o sea, baile más baile de lo que es el arte de bailar. Una performance tan bien hecho que, para hacerlo, te quiebras los huesos.

El objetivo del concurso, fuera de hacer dinero, es hacernos creer que todo es posible, que cada uno de nosotros, ciego, lisiado, gordo, viejo, torpe, rico, pobre, famoso y desconocido, si se lo propone, puede hacer estas piruetas. Una forma más del Yes, you can o El cielo es el límite que tanto nos vende la cultura actual. Esto es la filosofía de la sociedad del rendimiento que nos habla Byung Chul-Han. En vez de la disciplina y el castigo de antaño, ahora debemos trabajar, crear y bailar como si cada uno de nosotros fuera su propio empresario. Lo hacemos, supuestamente, porque queremos no porque nos obliguen.

Esto se plasma en las diferentes esferas de la vida, empapando todas las actividades que realizamos en busca de obtener el máximo provecho, el óptimo rendimiento... y quien no esté dispuesto a participar en este juego parece abocado a la derrota, merecida por otra parte, ya que muestra su conformismo, su falta de iniciativa.

Hay que triunfar y rendir al máximo, ya sea en el mundo del trabajo, o de la vida cotidiana. Desde los cafés que se toman sobre la marcha que reflejan la movilidad, a la ingesta de drogas para rendir más en el trabajo, a los consejos de viajar al extranjero para completar un currículum como es debido, pasando por la búsqueda del sexo rápido, o la búsqueda en bolsas digitales para hallar pareja a la carta, según titulación y status, o el aplazamiento de ocupaciones personales en beneficio de cuestiones de índole laboral, se nos pilla en esta trituradora social que nos hace funcionar como a los hámster en sus jaulas.

Es tanto la obsesión por dar más de lo que es posible que la enfermedad consecuente es, por un lado, la depresión y el déficit atencional (demasiados estímulos para concentrarse) o el autismo (huir de las demandas sociales), por el otro. Sin embargo, existe otra conexión que suele pasar inadvertida: los colados. Aquellos que son incapaces de dar más de lo que pueden y que no tienen la disciplina, son los que se cuelan para lograr lo mismo de los rendidores. Aquí entran los corruptos que buscan el triunfo y la fama por engaños. A diferencia de Coco Vargas, no se matan por ganar un premio; simplemente se lo roban. Nuestra clase política es un conjunto de colados.

La sociedad del rendimiento no te hace un empresario de tu propio yo, ni te ofrece la libertad de hacer con tu vida lo que quieras. Tu eres ahora tu propio jefe, tu propio policía y en pos de alcanzar tu sueño, no solo te quebrarás los huesos sino tu propia alma.