La acusación constitucional al presidente de EEUU se sustenta en dos motivaciones. La primera, una motivación político electoral, confrontar a Trump para derrotarlo. La otra, es la honda preocupación por el debilitamiento de la democracia de Estados Unidos, de sus instituciones y normas, debido al comportamiento de un presidente que irrespeta los mecanismos de equilibrio institucional, las prácticas y la cultura democrática.

Es importante distinguir ambos factores, pues un senador, diputado o ciudadano encara siempre el dilema de actuar siguiendo un criterio de eficacia electoral, pero también de defender principios que resguarden la democracia. Muy pocos republicanos se han sumado a este segundo motivo, aun cuando un grupo de conservadores moderados puedan así pensarlo. Parece natural que parlamentarios republicanos disidentes prefieran mantener bajo perfil y eludir el choque con Trump, hasta después de las nuevas elecciones. La actitud de las parlamentarias y dirigentes mujeres será decisiva en los resultados, como lo fue en la última elección de la Cámara.

La acusación constitucional es sin duda un arma de doble filo. De allí la dificultad de discernir sus posibles efectos. Para el propio Partido Demócrata la decisión ha sido ardua. Hace un año el número de los partidarios de proceder a un impeachment era escaso. El número fue creciendo a lo largo de los meses. La revista Economist de fines de septiembre muestra un gráfico donde se aprecia el rápido aumento de los diputados partidarios de una acusación. Con todo, los sentimientos están divididos. Algunos arguyen que es mejor derrotarlo en las urnas que exponerse a la incertidumbre.

Entonces ¿por qué acusar? Veamos pros y contras.

Es obvio que tal acusación, de aprobarse en la Cámara, sería rechazada en el Senado. Mientras en la Cámara basta una mayoría simple para acusar, la Constitución de los Estados Unidos exige una mayoría de 2/3 del Senado para destituir al presidente. Para alcanzar esa proporción, al menos 20 senadores republicanos deberían votar a favor de la acusación, prácticamente imposible. Hay quienes arguyen que Trump saldrá fortalecido, jugará a víctima, y la victimización le ayudará. Responsabilizará de la acusación nuevamente al establishment, la misma argumentación que esgrimió durante la campaña contra Hillary Clinton, que lo llevó a la presidencia.

Confrontará al Partido Demócrata acusándolo de obstruccionista, de no hacer nada (do nothing democrats), culpándolos de dañar la economía y la bolsa de comercio, de atar de manos a Estados Unidos en su pugna con China. La estrategia política de Trump apunta a dividir y polarizar. Si el Partido Demócrata sigue ese mismo camino, en la lógica de radicalización, puede ser una trampa y perdería a los independientes y sectores moderados. Como dice F. Fukuyama, en entrevista reciente, hay quienes podrían decir: well, I don't like Trump but the democrats are worse.

Y hay otro factor que también podría jugar a favor de Trump, y del cual se sabe por ahora poco. ¿Cuál fue el rol del hijo de Joe Biden, Hunter, en la empresa Burisma de Ucrania, productora del gas? Se argumenta que es una cuestión privada, y que tuvo por finalidad aportar a que esa empresa estableciera patrones de transparencia y de lucha contra la corrupción, que Obama promovía. Incluso el expresidente de Polonia, Kashniewski, social demócrata, también director de esa empresa, declaró haber sugerido a Hunter Biden asumir el cargo para ayudar a fortalecer la producción de gas, y con ello dar más autonomía a Ucrania respecto de Rusia. Pero podrían surgir sorpresas, que justificarían la acción de Trump y podrían perjudicar a Biden.

Desde la perspectiva demócrata, hay argumentos fuertes para sostener la tesis que la acusación acarreará un debilitamiento de Trump. Los hechos que se pondrían en conocimiento de la ciudadanía ayudarían a derrotar al presidente.

En efecto, los mecanismos institucionales de que dispone el Congreso son poderosos. Citará a mucha gente y obligará a entregar al Congreso documentos y registros de conversaciones que hasta ahora han sido secretos. Los funcionarios citados no se expondrán a mentir o a obstruir la justicia. El caso del abogado personal de Trump, Giuliani, puede abrir otro flanco riesgoso para Trump. ¿Qué tiene que hacer el abogado privado de un presidente en gestiones de Estado con Ucrania, salvo dañar al contenedor de su cliente? Al tirar la hebra pueden descubrirse nuevos hechos que pueden persuadir a los indecisos de que el presidente no es apto, no reúne ni las cualidades ni las virtudes mínimas para presidir el país. Sintiéndose acosado, Trump puede reaccionar descontroladamente, y cometer nuevos errores, como pedir a China, en medio de su guerra comercial, que también investigue a los Biden.

El resultado electoral también dependerá también de la economía. Hasta ahora, el buen crecimiento, el bajo desempleo y el alza de la bolsa han sido el principal sostén de Trump en las encuestas. Sin embargo, el ritmo económico podría aminorar, y ello afectaría su popularidad. Su política de amenazas y sanciones económicas internacionales han rendido poco o nada con China, Irán, Rusia y Corea del Norte. Su postura antagonista al cambio climático, el fracaso con Maduro, su distanciamiento de Europa, la ineficaz estridencia con Mexico para obligarlo a financiar el muro, su pérdida de influencia en el Medio Oriente y el fracaso de todas sus maniobras en el conflicto palestino-israelí, son realidades que se pueden volver en su contra.

La comparación con los dos impeachments anteriores, Nixon y Clinton, tampoco arroja muchas luces. En el caso Nixon, más parecido al de Trump en sus causales, terminó en una renuncia anticipada del presidente. El caso de Clinton se fundó en argumentos distintos, su conducta impropia y haber mentido sobre su relación con una joven asistente. La acusación fue rechazada y Clinton salió fortalecido. El instituto PEW acaba de mostrar datos que las acusaciones no afectaron los apoyos de esos presidentes.

La evolución de los acontecimientos dependerá también del procedimiento institucional para realizar el impeachment. La jefa de la Cámara, diputada Pelosi, ha declarado que varias comisiones abrirán audiencias y recabarán antecedentes. Estas informaciones serían enviadas al Judiciary Committee (Comisión de Justicia) que deberá resolver cuales acusaciones se sostienen, de acuerdo a la Constitución. Luego se votaría en la sala de la Cámara. El efecto político es incierto. ¿Será rápido el procedimiento, para terminar este año, o se prolongará hasta 2020, durante la campaña? ¿O simplemente se utilizará la acusación como un instrumento para investigar a fondo e informar al país, sin que necesariamente se vote la acusación?

Corriendo el riesgo de equivocarme, pienso que el Partido Demócrata buscará el máximo de antecedentes para entregar a la opinión pública, e insistirá en la ineptitud de Trump para conducir el país. A su vez, el ataque a Biden lo podría colocar en posición ventajosa en las primarias demócratas, aunque luce débil y defensivo. Si se realiza un procedimiento rápido y transparente, que desemboque en una fórmula que culmine en la Cámara (p.ej. una censura), y no llegue al Senado, estimo que el candidato o candidata demócrata se verán favorecidos.