Los datos cada año son más reveladores, y es que los índices de natalidad en España muestran que las generaciones tienen muchos menos hijos, menos de dos por pareja, y mucho más tarde, bien pasada la treintena. Los inmigrantes suelen ser los que equilibran más la balanza en la sociedad española actual.

El fenómeno de la natalidad en España no es nuevo, ni repentino. Al contrario, se lleva anunciando hace más de una década. Muchos analistas de medio pelo aparecen en la televisión diciendo tonterías como que a los jóvenes de hoy día no les gustan las ataduras y que prefieren otro estilo de vida. Si bien es cierto que hay gente así, entre los que me incluyo, la realidad es que los preocupantes datos de natalidad en el país esconden unas realidades sociales mucho más duras.

Desde hace ya muchos años, los jóvenes están sometidos a una tremenda precariedad laboral, con salarios ridículos que apenas les permiten dejar el hogar de sus progenitores, con suerte, cuando ya vislumbran los 30, pero en muchos otros casos más tarde. Y encima hay quejas de amplios sectores con la reciente subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), algo muy necesario si se consideran los salvajes costes que acarrea un vástago y las ínfimas ayudas que el Estado español, al contrario que muchos de sus socios europeos, ofrece a los padres.

La brutal neoliberalización de España acarrea graves consecuencias sociales como este pronunciado descenso de la natalidad. Quizá los niveles de la España rural, cada uno de mis abuelos maternos, que eran de un pueblo de Córdoba, tenía una decena de hermanos, sean insostenibles para la vida en la ciudad, pero no es menos cierto que el Estado español ha fracasado lamentablemente para garantizar los derechos fundamentales de los españoles desde los Gobiernos del fraudulento señor X, Felipe González.

Invertir la situación pasa, sí o sí, por la mejora de las condiciones económicas y de vida de la población en edad laboral. El nuevo aumento del SMI que parecen haber pactado el PSOE y UP puede ayudar a que los españoles aumenten su poder adquisitivo y así poder ahorrar y consumir más, pero en el aspecto específico de la natalidad es necesario lograr mejoras mucho mayores, tanto un notable incremento de las ayudas económicas como una también ostensible mejora de las bajas por maternidad y paternidad.

La derecha española generalmente se ha mostrado muy contraria a tales medidas, por sus obvios vínculos con círculos empresariales, que siempre rechazan pagar más a los trabajadores y mejorar sus condiciones laborales. Las únicas soluciones en términos de población que han ofrecido en décadas son facilitar la inmigración, generalmente, de países más pobres, por lo que no se quejarán tanto si trabajan en condiciones precarias o, por lo menos, insuficientes. Y eso adquiere tintes surrealistas si se piensa que el trío de la derecha ha usado la crítica a los inmigrantes y, directamente, el racismo, con fines electoralistas en los últimos meses.