Este año 2020 que acabamos de comenzar será el año del Medio Ambiente. O eso esperamos. Las alertas arrojan ya un color rojo preocupante, y si no se modifican las políticas de protección del ecosistema en todo el mundo, los daños pueden ser irreversibles. El debate medioambiental se ha colado sin vuelta atrás en el corazón de la sociedad. Nunca antes los medios de comunicación habían dedicado tanto espacio a la alerta climática, nunca antes la juventud había estado tan implicada en la lucha por frenar el calentamiento global y la destrucción del ecosistema. Y, desgraciadamente, nunca antes nuestros políticos habían estado tan alejados de la realidad científica y el clamor social que urgen a tomar medidas sin demora.

El pasado mes de diciembre, la Cumbre Mundial del Clima que se celebró en Madrid ahondó aún más si cabe en la desconexión que los representantes políticos tienen respecto al problema medioambiental.

Considerada por muchas voces expertas como un auténtico fracaso, la convención dejó muy mal sabor de boca en todos los sectores. Aunque el acuerdo final, llamado Chile-Madrid.Tiempo de Actuar, reconoce la urgencia de reforzar la acción climática, todo se queda en eso: una simple recomendación. No se logró la deseada obligación de que los Estados presenten en 2020 unos planes de acción contra la crisis que impidan que la temperatura media global aumente por encima de los 1,5°C. Ningún acuerdo de trascendencia.

Y este hecho es determinante, porque el año 2020 es clave para la lucha contra el cambio climático. Todos los países tendrán que actualizar y revisar al alza sus políticas para detener la crisis medioambiental y contribuir al frenazo del aumento de la temperatura media global. En Madrid, los principales países emisores de gases han dejado claro que no piensan ir más allá de los acuerdos que ya firmaron en la cumbre de París, aunque ahora la urgencia climática pida mayores esfuerzos. Un fracaso para aquellos que esperaban medidas más contundentes.

Tampoco salió de la convención un acuerdo para regular el funcionamiento de los controvertidos mercados de carbono, que tendrán que esperar a la cita en Glasgow este mismo año. Y aunque se reconoció el efecto agravado que la crisis climática tiene sobre las mujeres y niñas, la falta de medidas concretas deja las buenas intenciones en papel mojado.

La respuesta a la crisis son las personas

A pesar de las decepciones, la Cumbre del Clima de Madrid ha dejado claro que ahora la presión sobre los políticos ya no es solo científica, sino también social. Las marchas por el clima que se han producido a lo largo de 2019 en todo el mundo, capitaneadas por la activista Greta Thunberg, han trasladado el centro de la respuesta a las personas, a los ciudadanos que exigen que se respete el entorno para poder asegurar un futuro igualitario y saludable para todos. Y la juventud, esa generación denominada boomer, se ha puesto al frente de la pelea. Una generación que exhibe una conciencia medioambiental asombrosa, y muchas ganas de liderar el cambio social que tanto necesitamos.

Lo que está en juego es su futuro. Por eso el clima es una de sus grandes preocupaciones. Y por ello, son la generación llamada a cambiar nuestra forma de vida, con un mayor respeto por el entorno y el planeta. 2020 es el año en que nuestros políticos deben estar a la altura de la sociedad a la que representan, y de esta juventud a la que le dejamos un planeta herido de muerte como herencia.