Un grupo de amigos jóvenes decide que es necesario hacer algo para impedir que Salvini, político de derecha, se apropie de la región, que históricamente ha sido siempre de izquierda, y sin pensarlo dos veces, lanzan una iniciativa, llamando a una manifestación pacífica en Bolonia, el mismo día en que Salvini tendría uno de sus comicios electorales. El resultado es ya historia. En la plaza principal de la ciudad, que es la capital de la región, se reúnen con poco anticipo y preparación, miles de personas, sobre todo jóvenes, superando en número a los simpatizantes del «líder de la derecha» y así nace un movimiento llamado sardinas.

Las plazas de la región — y después de todo el país —, se llenan de gente que exige un lenguaje distinto, capacidad de reflexionar, inclusión social y menos racismo. Las sardinas se oponen al populismo vigente, a la agresión verbal, a las calumnias que se repiten como verdades y llenan el espacio público, las plazas, de sus temas, símbolos y gestos. Decenas de manifestaciones tienen lugar y el apoyo al movimiento crece, innovando políticamente las posiciones del centro-izquierda, la que ante el fenómeno, se autocuestiona y busca nuevas formas de comunicación, haciendo suyo el mensaje sin sobreponerse al movimiento, que conquista más y más espacio.

La política se renueva en el diálogo y las posiciones de Salvini comienzan lentamente a perder terreno en las encuestas, como si la gente se hubiera preguntado cándidamente qué sociedad buscamos, qué es lo que queremos y en qué lenguaje e ideas nos reconocemos e identificamos. La región en cuestión, la Emilia Romaña, una de las más prósperas y mejor administradas de Italia, donde la izquierda ha gobernado por más de 50 años. Un territorio abierto al mundo, a la innovación social e industrial, donde el pragmatismo, la calidad de vida, la buena administración y el trabajo, son la realidad de todos los días. La región tiene uno de los índices de ocupación más altos de Italia, la salud pública funciona, los servicios son modernos y las exportaciones constituyen el motor de la economía. Aquí he vivido y trabajado por tantos años. Conozco la gente, los valores y costumbres. Esta es la tierra del parmeggiano, del prosciutto, del vinagre balsámico, de la Ferrari, la robótica, automación industrial y pasta. El sector agroalimentario es uno de los más importantes de la economía local.

Las sardinas — que hablan un lenguaje moderado, se preguntan antes de afirmar y reflexionan colectivamente —, han cambiado el rostro y el modo de hacer política, dando mayor espacio, iniciativa y voz a los ciudadanos. Estos jóvenes han vuelto a mencionar el tema de los valores, de la solidaridad, la importancia de las comunidades locales y de un momento a otro, han quitado argumentos e impacto a la máquina publicitaria de la derecha, que repite siempre las mismas cosas, y con su humor, las sardinas, han mostrado que la política del miedo, agresión, exclusión y estigmatización no es una necesidad o un mal indispensable.

Hoy domingo 26 de enero hay elecciones y seguramente los resultados serán determinantes, no sólo para la región, o el país, sino que también para Europa. En las primeras horas del 27 de enero conoceremos los resultados. Si vence el centro-izquierda, seguramente el factor determinante será el buen gobierno, la responsabilidad social y las sardinas. Si por el contrario, este baluarte del progresismo democrático pierde frente al populismo, la pregunta que todos nos haremos será: ¿qué y cuánto habrá que cambiar para superar la derrota y salir hacia adelante?