Sí, estamos de acuerdo en que los primeros síntomas aparecieron el año pasado, de ahí el nombre de Covid-19, pero la mayor extensión de la epidemia (ya transformada en pandemia) empezó a avanzar con ritmo creciente en todo el mundo a partir de este año, 2020. Que esta situación nos ha ido cambiando la vida, eso es innegable, y aunque al principio algunas autoridades gubernamentales (la lista es larga, va de presidentes, a primeros ministros, pasando por ministros de Salud) desestimaron la gravedad del fenómeno, no les ha quedado otra cosa que rendirse a la evidencia.

Desde hoy compartiré con ustedes reflexiones, informaciones, incluso anécdotas sobre estos tiempos difíciles y dramáticos que no esta tocando recorrer, donde palabras como «cuarentena», «mascarillas», «virus», han pasado a formar parte de nuestro léxico habitual y donde las fake news, sean casuales o intencionales, transitan por las autopistas digitales a 100 (y más por hora), por lo que no siempre es fácil hacerles el quite.

En Italia, según los últimos datos hasta hoy mismo (27 de marzo), habían fallecido 9.134 personas, 919 personas más que el jueves 26; sobre todo en el norte de Italia, el corazón económico del país, la situación es grave y los muertos no disminuyen. Los italianos son gente bien patiperro (localismo chileno para indicar gente que viaja mucho) y en estos momentos quienes por mala suerte andaban en el extranjero no solo tienen dificultades para volver a sus casas, sino que no lo están pasado nada de bien. Mientras desde Chile, desde ayer hay vuelos especiales para la repatriación, la situación de 400 italianos en Malindi, al sureste de Kenia es dramática: no logran volver y se quejan que nadie les hace caso, denunciando además casos de racismo, malos tratos y vejámenes por parte de la policía keniata. Y no solo porque son blancos, ¡¡¡sino porque son italianos!!!.

El virus atravesó incluso las sólidas murallas y el Portón de Bronce del Vaticano. Hay varios «infectados» (otra palabra que ha entrado en nuestro léxico) que trabajan en este pequeño Estado en el corazón de Roma, pero el papa, con sus 83 años cumplidos, sigue impertérrito, incluso con las audiencias privadas, aunque no es dado saber si usa mascarilla cuando conversa con sus huéspedes, ¿o solamente regirá la distancia de un metro?.

También la Semana Santa, que este año se celebra del 9 al 12 de abril seguirá las normas restrictivas del coronavirus: un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina e los Sacramentos establece que como es imposible cambiar la fecha litúrgica, «en los países afectados por la enfermedad, donde se han previsto restricciones sobre las reuniones y la movilidad de las personas, los Obispos y los presbíteros celebren los ritos de la Semana Santa sin la presencia del pueblo y en un lugar adecuado, evitando la concelebración y omitiendo el saludo de paz». Es decir, por primera vez en muchas décadas no veremos el tradicional Via Crucis presidido por el papa en el Coliseo.

Y a propósito del Vaticano, espectacular y muy emotivo el momento de oración de hoy viernes 27: a las seis de la tarde (hora italiana) el papa, totalmente solo ante una Plaza de San Pedro desierta y bajo una lluvia pertinaz, se dirigió a los católicos de todo el mundo instándolos a tener fe en estos terribles momentos que atraviesa la humanidad entera. Al final, el pontífice impartió la bendición urbi et orbi con indulgencia plenaria.