«Los Gobiernos reciben muchas presiones, de intereses políticos y lobbies empresariales; así que quiero sentir vuestra presión, la de los colectivos que nos habéis traído hasta aquí».

(Pablo Iglesias el 12 de noviembre después del acuerdo para formar Gobierno con el PSOE)

Quizás ese sea el problema, que nosotros no hemos puesto a Pablo Iglesias y sus costureras remendonas a gobernar nuestro país. Cierto, lo olvidaba, fue Pedro Sánchez, que siempre nos desea lo mejor, se nota que sufre de insomnio al pactar con Podemos, ERC, PNV, Bildu. Todos entregados a esa sonrisa de medio lado del vicepresidente…Bueno, lo primero prudencia, no sea que acaben todos en el INEM como muchos periodistas que olvidaron reír las gracias durante el confinamiento. Es evidente que el señor Iglesias maneja bien la presión de los colectivos, tal es el regocijo que a este paso la presión de la España del 36 parece una broma.

El señor Sánchez pide unidad, con los brazos abiertos, pero no es lo mismo rechazar las prórrogas del estado de alarma desde la bancada del PP, que desde los escaños que ocupan Gabriel Rufián o Bildu, que desean la independencia o la ruptura del Estado de Derecho. El profeta de la unidad subasta España con una facilidad insultante. Hasta donde yo recuerdo, la obligación de la oposición, en este caso el PP, es controlar que las acciones del Gobierno sean democráticas y en beneficio de todo el país. Con su ocultismo, su falta de diálogo, sus decretos leyes, y sus pactos secretos con enemigos declarados del país, el gobierno hace inválido un mecanismo que es fundamental para la defensa de todos los españoles. De paso hacemos demagogia y acusamos a los demás de la división que sufre el país.

El peligro de los populismos, ya sean del señor Francisco Franco Bahamonde, de Adolf Hitler, o de Pedro y Pablo, es que una vez que han conquistado el Estado por la vía democrática, ya no lo sueltan. El método siempre es el mismo: colonizan la Junta Electoral, el Tribunal Supremo, el CNI, ocupan las instituciones, dan dinero a los jóvenes, el mismo que recortarán de los impuestos a sus padres, manipulan los medios de comunicación, gobiernan a través de decretos leyes, justifican sus acciones con mentiras, juran la Constitución con una mano y con la otra pactan con radicales… Es un proceso de compra de voluntades implacable, lento y gradual. Para una servidora, derecha o izquierda, todos son caudillos.

Alguien deberá avisar a la España de las cacerolas que las elecciones no se pueden adelantar a cacerolazos y queda aún sanchismo para rato, no caeremos por la epidemia, pero sí caeremos por la catástrofe económica. Y para los vagos de memoria, pasado el Covid-19 nos queda solucionar la agenda catalana, el proyecto de investidura sigue intacto. Cualquiera que asegure a Sánchez su permanencia en el poder será indultado, y como nos preocupará más la crisis económica, el vía crucis independentista nos tocará la moral, pero no tanto como el hambre.

Para garantizar su estabilidad cuando llegue el momento clave de la negociación presupuestaria, que incluirá una subida de impuestos de la clase media arruinada, el Gobierno volverá a esa mesa que tiene pendiente con ERC. Oriol y todos los reclusos del procés tendrán su alivio penitenciario y la presunta ruptura de relaciones entre el PSOE y ERC quedará en puro teatro.

Pedro Sánchez seguirá pactando in extremis para imponer su Gobierno, dirigido por Pablo Iglesias. Seguirá gobernando por decreto y mintiendo con absurdas votaciones a lo David Copperfield. Engañará al PNV con Bildu, y olvidará que Otegui fue su socio de investidura. También omitirá a Bildu con la pantomima de la reforma laboral, engañará a Inés Arrimadas cada vez que lo considere oportuno, dando alientos a sus pretensiones en Cataluña, algo que nunca conseguirá, porque al único que no puede engañar es a ERC. El apoyo de Ciudadanos no tiene ya la menor importancia. Y sí, también seguirá engañando a sus ministros, que se enteran los últimos de los pactos secretos de Sánchez e Iglesias. Y no, no piensen en dimisiones, no hay tanta dignidad política en las filas del Gobierno… show me the money.

Nadie va a dimitir: el dinero y el poder importan, más cuando la gente no tiene trabajo. También importa cuando roba el PP, pero parece que importa menos cuando el departamento de Montero crea doce designaciones a dedo con una retribución media de más de 35.000 euros mensuales. Para aquellos que requieran de fuentes, siento defraudarles, sólo se ha publicado en el BOE (Boletín Oficial del Estado) el nombre de la jefa de Gabinete, Amanda Meyer con un sueldo de 83.425 euros al año, mayor que el sueldo del presidente del Gobierno. El Ejecutivo suma más de 700 asesores eventuales, bastantes más que el Gobierno de Rajoy y por encima también de los que tenían Aznar o Zapatero.

Sánchez y su patente de corso nos mantienen en el «todo por decreto», haciendo trampas, siendo infiel a todos y a nadie. Sin consultar a la oposición adoctrinado por su socio Iglesias, que, a la vez, aprendió de su socio Chávez, tampoco consulta con las comunidades autónomas, y así sigue con sus prórrogas de alarmas que a estas alturas ya no tienen credibilidad. Todo muy alejado de la democracia, mientras sonríe en su escaño y fomenta el odio ideológico enardeciendo a los populismos de uno y otro signo. Es evidente que persigue llegar al 25 de junio donde ya no habrá más sesiones del Congreso, y donde nos tragaremos todos los decretos leyes hasta octubre. Sin olvidar que estamos ya en capilla con los Presupuestos Generales del Estado.

España es uno de los pocos países europeos donde no se ha generado de momento un consenso político entre gobierno y oposición. No habrá otro remedio que generar presión desde los medios de comunicación para que entiendan que no es el momento de disentir, es el momento de un acuerdo firme entre el PSOE y el PP. Es inaceptable la postura del gobierno, incitar a una España dividida no es representar a toda la ciudadanía. Un comportamiento en favor del interés nacional estaría muy bien para recordarnos que podemos salir de esta.

Se podrá o no estar de acuerdo, pero comprobar que el gobierno no se limita a justificarse o a disculparse y que asume la obligación de estar al frente en la búsqueda de soluciones, sería la gran esperanza que necesita nuestro país. El Gobierno no puede seguir mintiendo y generando una fractura de ideologías populistas entre la derecha y la izquierda, todos los españoles hemos demostrado que tenemos unos valores de aguante y de adaptación admirables, es injusto y peligroso que nos traicionen.

Es peligroso porque los españoles se están polarizando movidos por la confrontación, los que sufren la psicosis generada por un virus y viven con miedo al contagio, se enfrentan a los que piensan que las medidas son privativas de la libertad; los que se declaran rojos y maricones — frase apuntada por Jorge Javier Vázquez — contra los que son fachas y heterosexuales; los que son del PSOE-Podemos contra los que son del PP-VOX; los que defienden a los periodistas palmeros del Gobierno contra los que defiende el periodismo independiente; los que defienden la independencia de Cataluña contra los que defiende la soberanía de España; los que tienen pensiones y trabajo contra los que viven en las colas del hambre…Puedo seguir, pero no quiero.

No quiero ser víctima del odio permanente, no quiero sentir que mi país se consume por despreciables diferencias. ¿Alguien tiene un país con sentimiento nacional que no sea solo exhibir la bandera?