Según la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido, 677.000 personas se mudaron a ese país en el último año. La mayoría por razones de trabajo o estudio, pero también hay un número importante de asilados y refugiados. Muchos inmigrantes provienen de países como India, Polonia, Pakistán, Bangladesh y China.

Cuando Aide llegó a Londres el 13 de abril de 2012 y salió del aeropuerto, lo primero que pensó fue: «estoy asustada». Aunque todo parecía estar en orden, pues estaba becada para un posgrado, había firmado un contrato de arrendamiento por un año y tenía aparentemente suficientes ahorros para sus gastos, las cosas se tornaron más complicadas de lo que imaginó. Para ese entonces tenía 28 años, había trabajado varios años como administradora de empresas en Chile, su país natal, y estaba decidida a cumplir su meta de estudiar un máster en el exterior.

A la mañana siguiente, se despertó en el que sería su nuevo hogar, al menos por un año. Sobre las 11 de la mañana, aún tenía miedo de salir de su habitación, su primer reto era conocer a la familia con la que viviría. De acuerdo a sus palabras, «era algo tan sencillo, pero tenía miedo de hablar en inglés con ellos. Me sentía insegura e incapaz de abrir la puerta». Lo hizo una hora después y no fue tan difícil como pensaba. Ella hablaba inglés fluidamente, pero sentía que si no lo hacía perfecto en ese primer contacto, se sentiría inferior a ellos. Aquí un primer reto, superar la inseguridad por el idioma.

Dos días después fue a la universidad. «Sentía que se me iba a salir el corazón y aunque disfrutaba de ver la ciudad durante mi recorrido, yo solo pensaba en que tenía que bajarme del bus y enfrentarme a un nuevo mundo académico. De nuevo, no quería hablar», dijo. Ese día no tenía clase, solo debía entregar unos documentos y oficializar su matrícula. Lo hizo, pero cuando llegó a casa, recordó aquella sensación de miedo ante lo aparentemente simple y por primera vez se arrepintió de haber emigrado ¿Cuál fue, entonces, su segundo reto? Superar el miedo a las nuevas dinámicas.

Y finalmente, esa misma semana tenía que hacer unos trámites para formalizar su estatus migratorio. ¿Qué? ¿Dónde? ¿Por cuánto tiempo? ¿Con qué? Esos y otros interrogantes tenían que ser resueltos ante las autoridades correspondientes. Casi un libro de documentos por entregar que la enfrentó a su tercer reto, legalizar su estancia. Finalmente, Aide volvió a Chile. «Aunque todos me criticaron, yo no me sentía bien y quise volver a casa», explicó.

Amina1 salió de Afganistán hace cinco años. No tuvo opción, «yo quería quedarme en mi país. Sin embargo, teníamos miedo y decidimos ir a Londres», aseguró. Se casó con 19 años y tan solo unos días después dejaron Kuduz, una ciudad ubicada al noroeste de Afganistán. La travesía fue larga, llegaron a Europa por las rutas del Mediterráneo y dijo no tener palabras para describir lo que significó ese viaje.

«Creo que inconscientemente he borrado de mi mente esos recuerdos, hay muchos vacíos, solo sé que fue un infierno, pero sabía que no sería permanente», agregó.

Después de un proceso largo, logró formalizar su estancia en el Reino Unido como refugiada y tuvo acceso a clases gratuitas de inglés. «No sabía decir una palabra y, para ese entonces, ya estaba esperando mi primer hijo. Yo sufría, porque no le entendía nada a nadie, solo podía hablar con mi esposo», comentó. Con el paso de los meses, su nivel fue mejorando y cuando nació Mohsin ya podía entender y comunicarse. Dos años después nació su segunda hija, Zahira.

Amina relató que adaptarse a una nueva cultura ha sido uno de los mayores desafíos que ha enfrentado, pero a su vez agradece la posibilidad de ver crecer a sus hijos tranquilamente, alejada de la hostilidad y la guerra. Hoy, a sus casi 25 años, se siente orgullosa de finalmente haber conseguido un trabajo como vendedora en una tienda de ropa, a pesar de la oposición de su esposo, de haber aprendido a conducir y de hablar inglés. Confía en sí misma y siente que encontró su lugar y su propósito en Reino Unido.

«Por mi religión y todo lo que ésta implica, pensé que nunca llegaría a sentirme bien. Me gustaría contar mucho más, pero no es el momento o tal vez nunca lo sea. Yo no me casé por amor, pero mis dos hijos y mi trabajo me han dado la felicidad que nunca tuve en Afganistán», puntualizó.

La última historia, muy corta. Antonio llegó desde España a Birmingham en septiembre de 2014. Es arquitecto y, a diferencia de Aide y Aimina, no tuvo que realizar ningún trámite migratorio, pues como ciudadano de la Unión Europea tenía, para ese momento, derecho automático a residir y trabajar en el Reino Unido. «Antes de volar, le comenté a mi familia que me marchaba de casa por la situación de mi país. Busqué curro (empleo) por dos años y no lo conseguí. Entonces, un amigo que vivía en Birmingham me ofreció su casa por un tiempo, mientras yo encontraba piso (apartamento), así que no lo dudé» contó.

A los dos meses, para su sorpresa, ya estaba trabajando en una firma de arquitectos y poco a poco, parecía ir acostumbrándose a su nueva vida. No obstante, tuvo que superar ciertos obstáculos como su miedo a relacionarse con los británicos. «Yo no soy una persona extrovertida y relacionarme con los demás en otro idioma me causó ansiedad, sentía que no podía. Estuve socialmente aislado varios meses».

Ahora, después de casi seis años, se siente más confiado y tranquilo. «Yo sé que no me puedo quejar, porque otros inmigrantes lo pasan mucho peor, pero cada uno sabe por lo que ha pasado», sostuvo.

Aide, Amina y Antonio superaron distintos retos a los que muchos inmigrantes se enfrentan durante el proceso de adaptación. Muchas veces empezar de cero implica, en primer lugar, un proceso de autoconocimiento, pues las personas se ven abocadas a situaciones y emociones que nunca antes habían experimentado.

Algunos desisten o deciden regresar, lo cual es totalmente válido y respetable. Otros llegan a descubrir nuevas habilidades o talentos, y se dan cuenta que son capaces de desempeñar un oficio o profesión distinta, que tal vez nunca hubiesen realizado en sus países y que para su nueva vida les facilita el camino.

Cada historia es distinta, al igual que las razones por las que se decide emigrar, algunos lo hacen por voluntad propia y otros por circunstancias forzosas. Unos experimentan dificultades, mientras que otros dicen que ha sido lo mejor que les ha pasado. En todo caso, ser inmigrante significa aprender, adaptarse, cambiar, conocer, caerse, levantarse, soñar, arriesgarse, vivir de una manera distinta y más. Sobre vivir en el extranjero hay mucho que decir e infinidad de historias por contar, las cuales son casi siempre sinónimo de valentía.

El dato

Según el plan presentado por el Gobierno británico, esbozado y auspiciado por Boris Johnson antes de la pandemia, en 2021 se implementará un sistema de inmigración basado en puntos. Por ejemplo, para obtener una visa de trabajo será necesario obtener 70 puntos. Hablar inglés y tener una oferta laboral permitirá obtener hasta 50 puntos. Los restantes se podrán conseguir por calificaciones académicas/profesionales, nivel del salario, entre otros. Con una oferta de trabajo cualificado y un sueldo por encima de las 25.600 libras esterlinas (28.290 euros al cambio actual), se podría obtener la visa.

Si quiere saber más visite la siguiente página web.

Nota

1 Tanto el nombre de Amina como el del resto de familiares han sido modificados para proteger su identidad.