No soy abogado, ni médico, ni psicólogo, ni psiquiatra. Soy un simple ciudadano con estudios superiores universitarios, titulado en 1963 de ingeniero comercial, actualmente pensionado y dedicado al análisis y diálogos reflexivos acerca de temas de índole social, económico, político e internacionales especialmente vinculados a Medio Oriente.

Un crimen horroroso y la complicidad intelectual del sistema judicial en este crimen

Esta vez reflexiono horrorizado e indignado por el reciente crimen de una adolescente de 16 llamada Ámbar, cometido en Villa Alemana en la región donde yo vivo (Valparaíso, Chile), por un doble homicida a quien el sistema judicial lo libera de la cárcel sin haber siquiera cumplido la mitad de su condena. En efecto, al poco tiempo en libertad, comete este nuevo crimen descuartizando y enterrando a esta joven. En el primer doble homicidio, también descuartiza los cuerpos y los oculta en un tonel.

Es evidente que el Sistema Judicial chileno adolece de gravísimas fallas, leyes que no siempre son actualizadas especialmente ante situaciones de delitos vinculados a los denominados de «cuello y corbata», o a delitos informáticos, jueces que suelen aplicar la ley a la letra sin un criterio vinculado a hacer justicia, que en último término es el objetivo primordial de cualquier sistema judicial, dando la sensación a la ciudadanía de ser desequilibradamente garantes respecto de quienes cometen o son acusados de determinados delitos en desmedro del resto de la seguridad del resto de los ciudadanos.

Por otra parte, se tiene una ignorancia enorme respecto de qué tipo de delitos son posibles de ser superados a través de tratamientos médicos a fin de poder recuperar a alguien que los comete para reintegrarse a la sociedad.

Aparentemente las personas como las que nos referimos, que cometen homicidios de carácter «horroroso» flagelando los cuerpos, como es el caso reciente acá en nuestra región con el denominado «caso Ámbar» tienen características psicopáticas y son socialmente irrecuperables, con el inminente riesgo de repetir ese tipo de delitos en el caso de andar libres por las calles.

La desidia de jueces y de quienes intervienen en los procesos judiciales, más atentos en cumplir a la letra la ley que en proteger la tranquilidad social en este tipo de delitos, o procurando sólo mantener sus cargos, es un fenómeno muy frecuente. De allí el grave descrédito que de acuerdo a las consultas ciudadanas que se han publicado, tiene el Poder Judicial en Chile.

Este caso ilustra, una vez más, como el Sistema Judicial chileno muestra lo injusto, lo errado, lo perverso de su modo de funcionar. Según lo informado a través de los medios, Hugo Bustamante P., sindicado como autor del homicidio de la joven Ámbar, recibió el beneficio de libertad condicional por el doble homicidio de su pareja y del hijo de la misma, años antes del actual crimen de Ámbar. En aquel crimen este personaje estaba condenado a 27 años y antes de cumplir siquiera la mitad de su condena, fue liberado de su encarcelamiento a través del procedimiento del sistema judicial. Todo ello a pesar de que el informe que entregó Gendarmería a la Comisión encargada que conformara la Corte de Apelaciones presidido por la ministra Silvana Donoso era desfavorable para que Bustamante obtuviese dicho beneficio. Ese informe ilustraba acerca del carácter de este individuo que lo mostraba como no apto, no recomendable, para salir de su confinamiento carcelario. El diputado Osvaldo Urrutia declaró a los medios que en esa oportunidad conversó con esta ministra que fue la principal responsable, debido a lo errado de su actuación, de dejar libre no sólo a este psicópata sino a un conjunto de 700 reos sin considerar que muchos de ellos eran violadores y asesinos. Urrutia señaló que esa magistrada simplemente no escuchó sus argumentos y que no consiguió que ese tipo de medida que ponía en riesgo a la ciudadanía fuese dejada sin efecto.

Paralelamente, en estos primeros días de detenido, Bustamante, agregando más elementos de descrédito al actuar judicial, la madre de Ámbar, pareja de este psicópata, que siguió conviviendo con él por varios días después del crimen, es dejada en libertad en calidad de «testigo» por parte de la fiscal de Villa Alemana. Tanto esta última como la Sra. Donoso «sin duda que aplicaron la ley». Pero ya es hora de que los abogados, jueces, fiscales y personas que actúan en el sistema judicial, en lugar de sólo aplicar la letra de la ley apliquen también algo de sentido común.

Es tiempo de que personas como estas por su falta absoluta de un mínimo de criterio, no sólo sean destituidos de sus cargos en el poder judicial, sino que además sean considerados Cómplices Intelectuales del horrendo crimen de Ámbar y que sean castigados con cárcel, sin derecho alguno a libertad condicional dado que con su falta de criterio elemental ponen en peligro a toda la sociedad y por su desidia ocurrió el crimen de Ámbar. De haber permanecido Bustamante tras las rejas, Ámbar estaría viva: son estos personajes encabezados por la ministra Silvana Donoso los responsables intelectuales de este crimen: son cómplices de lo sucedido.

Tan horrible como los crímenes de este individuo Bustamante son las acciones de la tan desprestigiada justicia chilena que favorece a que esos crímenes se vuelvan a cometer. Mientras los ciudadanos comunes estamos indignados y horrorizados con este crimen, los jueces y la ministra Donoso que dejaron en libertad a este psicópata, que insisto son de hecho cómplices intelectuales de su crimen, por su desidia y falta de criterio, permanecen calladitos, aparentemente con sus conciencias muy tranquilas como si fuesen inocentes de lo sucedido.

La gente dice «basta» a una Institucionalidad que no sólo no funciona, sino que pasa a ser cómplice con los delincuentes. El denominado estallido social del pasado octubre fue motivado también por este tipo de situaciones. No podemos seguir así.

Un tema política y socialmente tabú: la pena de muerte

Porque me considero un defensor de la vida es que pienso que en determinados casos, como este al que nos hemos estado refiriendo, el de un psicópata que no tiene posibilidad de recuperación, no puede seguir amparado por la sociedad dado que es un peligro indudable fuera de un recinto carcelario. Olvidémonos de trabas legales artificiales, de acuerdos internacionales nacidos a veces de ideologías basadas en prejuicios e ignorancias. Atrevámonos a abrir un debate sin descalificaciones, diálogos abiertos y respetuosos, sin basarnos en creencias irracionales o en prejuicios ancestrales o de cualquier tipo sino tratemos de amparar nuestras reflexiones en lo racional, en lo científico.

Una pregunta fundamental es: ¿para qué son los recintos carcelarios? En teoría su objetivo prioritario más que un castigo a quien cometió un delito es otorgar una oportunidad de recuperación para que como ser humano el delincuente deje de delinquir, deje de hacer daño a otras personas y sea un ciudadano que aporte a la sociedad como conjunto. Lo ideal es que los recintos carcelarios sirvan a ese objeto. Desde ese punto de vista habría que tener claridad acerca de qué tipo de delincuentes en el actual estado del conocimiento, de la ciencia, pueden ser recuperables y cuáles no.

El tema de los abogados defensores es un capítulo que debe ser analizado con seriedad desde la filosofía del delito y de la posible recuperación del que delinque en una sociedad. Verificar si se trata de una enfermedad psiquiátrica u otra similar que lleve al evidente riesgo de repetir conductas delictuales similares a las ya efectuadas, cuando se sabe que dicha enfermedad es imposible de sanación, ¿qué sentido tiene de encerrarlo de por vida, sin que siquiera produzca algo de lo que consume, se trasforme en una carga para la sociedad y su vida sea un martirio?

Estamos suponiendo que es un enfermo. Una persona normal, sana, mínimamente controlada, equilibrada, no es un psicópata, no es un asesino serial.

Por otra parte, el papel que espera un ciudadano común de parte del sistema, específicamente de los abogados defensores, es que demuestren la inocencia o los atenuantes del inculpado, pero no se espera que defiendan al imputado a todo evento, aun sabiendo que son evidentemente culpables de haber cometido el delito, buscando ganar un eventual prestigio profesional por su habilidad en la Corte.

En el caso del horrendo crimen de Ámbar el abogado (defensor penal público) pretende demostrar que como «enfermo psiquiátrico» es inimputable.

Si así se demostrara, ¿cuáles serían las consecuencias de esa inimputabilidad? Seguramente tendría que formar parte de los recluidos en algún Hospital Psiquiátrico de por vida con todos los peligros para el resto de los internados en él y para la sociedad si en algún momento se escapa o se lo vuelve a dejar libre.

Pero ¿es adecuado que a una persona con una enfermedad irrecuperable que lo convierte en un peligro social la estén condenándolo a vivir en un hospital psiquiátrico de por vida? Y conociendo lo débil y riesgoso de todo el sistema vigente, que se tenga el riesgo de que se escape y/o que quede en libertad para seguir cometiendo los delitos horrorosos producto de su enfermedad.

Ante ese tipo de situaciones, ¿no es más humano, más compasivo, que sea declarado imputable, que se reconozca su situación de imposibilidad de recuperación y se le aplique una dosis de algún elemento químico que lo adormezca y luego le cause su muerte?

¿No será dicha acción un acto a través del cual la sociedad manifiesta que al no tener posibilidad de sanación su enfermedad psiquiátrica que lo trasforma en un peligroso psicópata irrecuperable que sin duda va a volver a asesinar como ya lo hizo con tres personas, decide lo mejor tanto para el como para la sociedad en su conjunto, provocándole el alivio del morir sin dolor sin tener que volver a cometer nuevos crímenes?

Mi lógica racional, mi sentido humanitario, mi amor por la vida, mi esperanza en el ser humano, me lleva a pensar que en casos como estos la sociedad no debería aceptar la inimputabilidad de los delitos y debería aplicar el beneficio de una muerte compasiva e indolora.

Todo ello por supuesto, en el caso que no se llegue a descubrir algún medicamento, algún tipo de cirugía o algún tipo de procedimiento que supere esta situación y haga recuperables a quienes hasta ahora no lo son. En ese caso, sin duda habrá que proceder de un modo diferente.

Por ahora, abrazar la humildad y sabiduría de reconocer nuestra ignorancia y actuar en consecuencias es una actitud inteligente y compasiva que vale la pena incorporar a nuestra sociedad. Invito a reflexionar, dialogar, sin tabúes ni prejuicios con mente abierta, tratando de tener una sociedad más humana, menos cruel e indiferente.