Están los ciegos que no quieren ver, y los que no ven por facultades reales, es de una claridad meridiana que Cataluña se quebró en dos con el golpe de Estado. Claro que esta sociedad ya estaba abocada a romperse. He podido dar mi opinión sobre esto en artículos anteriores, volver a pelar la cebolla cansa y además no serviría de nada.

Ha sido un paréntesis, y todos los que encabezaban esta cuadrilla han salido del trullo. No sé si tenían una condena, o los condenados somos el resto de los españoles por aguantar semejante burla, repitiendo que todo lo que hicieron, lo volverán a hacer. No existe el arrepentimiento en los que han fracturado la sociedad catalana, todo lo contrario, dos tazas de caldo para aquellos que tenían alguna duda.

Lo volverán a hacer, los piratas no tienen códigos, asaltan hasta desmantelar la riqueza, algo que el señor Puñol nos podría explicar realmente bien, el Estado de derecho y la sociedad civil. Está en su naturaleza, por ser la izquierda más sectaria de Europa, sin omitir que el señor Sánchez desde las primeras semanas de su reinado ha respaldado esta naturaleza ideológica. Explicar los motivos del presidente puede ser tan denso como el cocido madrileño, pero no sabe tan rico. Pedro, a más ver, se ha convertido en la indigestión de muchos.

Reflexionemos sobre lo insufrible. Desde 2016 los editoriales de diferentes periódicos se han cebado con el presidente, La Razón, El País, El Mundo, los barones del PSOE. Lo han calificado de «insensato sin escrúpulos, y persona no cabal». A cambio, ¿qué nos ofrecieron los dioses? La toma de RTVE para la secta. Estamos en la era de los medios de No-información. Para que no olvidemos el puño de la indignación tenemos las exhibiciones de poderío rancias con aviones para acudir a bodas, las vacaciones en grandes palacios, las funciones teatrales de los medios de comunicación con Pablo Iglesias decretando noticias, el reparto de presidencias de empresas públicas al grupo de «destacados amigos», las muestras despóticas de Marlaska cesando a cargos como si jugase a la PlayStation, el movimiento LGTB que nos adoctrina con el número de baños en las empresas. Resultado, Netflix es la evasión del pueblo.

Habrá alguien que opine que la derecha, el centro, o la constelación de la Osa Mayor, tiene la misma trayectoria, o se ha marcado el mismo baile cuando les tocó a ellos. No, siento decir que no, las diferencias son sublimes en la violación del Estado de derecho, en el ninguneo a la Casa Real, y en la independencia del Poder Judicial. Si hablamos de corrupción, el caso ERE de Andalucía con más de 850 millones de euros es el hito mayor de corrupción en la historia de España, con permiso del caso Gürtel, que no le tiene mucho que envidiar, y del excelentísimo señor Puñol, que en 22 años amasó de forma fraudulenta más de 300 millones de euros. ¡Es que tenemos cada joya!

Por volver a Pedro, decía, que no cabe duda de su voluntad de forzar todo el sistema que conocemos, las costuras de tanto estirar saltarán, y espero que la izquierda lo sepa. Digo esto porque los ideólogos de izquierda siempre piensan que hay que romper con el sistema, hasta que llegan al poder y engordan tanto o más, eso sí, no llevan abrigos de terciopelo a lo Bárcenas, son más «iglesiados». Y solo espero que los antisistema lo sepan, porque una cosa es destruir la España que conoces, cosa que nunca ha querido el PSOE de verdad, el auténtico, y otra cosa es proponer una nueva España, aprobada por todos los españoles. Tengo mis dudas de quién sobrepasa antes la línea de flotación que hay entre gobernar y abusar, la derecha radical o la izquierda antisistema. En cualquier caso, prefiero no asistir a la fiesta.

No es la izquierda socialista, ni siquiera es la izquierda del proletariado, tampoco es la izquierda de los liberales presumiblemente cultos, ni la izquierda de los cantautores contra el poder militar, es la izquierda que bebe de la Segunda República y que sueña con la tercera. Y aunque en Cataluña los cabezas de cartel den otro golpe de Estado, habrá pañuelos blancos desde la barrera del Ejecutivo concediendo el indulto.

Lo volverán a hacer perdidos en sus relativismos modernos, en su identidad anticatólica, en su militancia mamada desde la infancia, en su simbología desbordada abrasando la bandera española. Nótese cuál es el socio de Gobierno de Sánchez, es Esquerra Republicana, no hacerlo sería negar la realidad. El actual Gobierno ha empoderado a los partidos independentistas, no quieren la bandera española, no quieren el himno, ni la monarquía, ni la religión, ni la lengua castellana, quieren la España de Azaña.

No es por molestar, pero la República de este señor, en 1936, al cabo de unos meses solo generó violencia política y la polarización social, dando lugar a una sublevación militar cuyo fracaso dio lugar a la Guerra Civil Española. A más, Azaña fue reducido por su propia gente, por la parte más radical, las milicias anarquistas, incluso Rusia quería pillar cacho, ya se sabe, a río revuelto, ganancia de pescadores. Curiosamente en 1939, cuando Francia y el Reino Unido reconocieron el Gobierno de Franco, Azaña mandó desde Francia su carta de dimisión. Y es que derramar sangre no hace amigos y tampoco tiene nada de curioso.

La mejor ley de memoria y de historia es la Constitución de 1978, entre quienes la refrendaron están en gran parte los españoles que protagonizaron la Guerra Civil. A día de hoy sus vidas están casi al final, sus libros pesan por los capítulos pasados y están a punto de cerrarse para siempre, no pretendo ser solemne, pero creo que le debemos a estos compatriotas nuestra admiración y gratitud por dejarnos el legado de la paz y la concordia. El reconocimiento a la pluralidad sin fracturas, y es que nos viene mal seguir pensando en otro modelo de Estado, también nos viene mal reformar la Constitución, no es el momento, y también nos sigue viniendo mal pensar ahora en la monarquía.

Dejemos ahora las cortinas de humo, la manipulación de los medios de comunicación, los golpes de Estado de Cataluña ¿De verdad queremos llegar a todo esto? Económicamente ya somos más África que Europa, ¿Por qué exponer ahora una reforma del modelo de Estado? Un país que vive del turismo… ¿Por qué convertirnos en el destino menos seguro de Europa?