Libertad y justicia para todos dentro de la ley.

(Carta Magna inglesa)

El Estado ha cumplido sus fines cuando ha asegurado la libertad de todos.

(Emanuel Kant)

El renacimiento de las ideas de libertad empieza en el seno de la Edad Media. Los ingleses cumplieron un papel pionero. En 1215, un grupo de señores armados escribe y aprueba la primera declaración de derechos y obliga al Rey de Inglaterra a firmarla. Se trató de la Magna Carta, considerada como el primer documento constitucional de Occidente. Su idea básica es que, para que haya libertad y justicia, todos, incluido el Monarca, deben someterse a la ley.

En 1265, Simón de Montfort, Conde de Leicester convocó a un encuentro de dos caballeros por cada condado y dos burgueses por cada ciudad para expresar su descontento con el Rey. Tres años más tarde, cuando el Monarca quiso establecer nuevos impuestos citó a un nuevo encuentro de los caballeros y burgueses para solicitarles su apoyo. De esa manera había nacido el Parlamento inglés.

En la Edad Media, Santo Tomás de Aquino construyó una síntesis entre cristianismo y aristotelismo. En temas políticos fue un discípulo de Aristóteles, promoviendo el gobierno de leyes al servicio del bien común y en su obra Del Gobierno de los Príncipes establece una clasificación de los gobiernos prácticamente igual a la del Estagirita. Allí incluye a la Politeya como uno de los gobiernos justos que está al servicio de los muchos dentro de la ley.

En cuanto al mejor tipo de gobierno, a veces, defiende a la monarquía limitada y, a veces, al gobierno mixto. Pero sí puede considerársele como el primero de los pensadores de la Edad Media en favorecer, simultáneamente, al gobierno de leyes, a la monarquía con límites y al gobierno mixto que incluye a la democracia como una de sus partes. En fin, un precursor de las monarquías constitucionales que en Holanda e Inglaterra inauguraron la libertad política en la modernidad.

La otra gran contribución de Santo Tomás de Aquino a la causa de la libertad y la democracia fue su crítica a las tiranías, hasta el punto de pregonar el derecho de resistencia a las mismas… siempre y cuando nos aseguremos de que la acción de resistencia es menos nociva para el bien común que el mal que se trata de eliminar.

Su derecho a la resistencia a las tiranías, le brindó legitimidad ideológica a los esfuerzos de los revolucionarios liberales que lucharían más adelante contra las monarquías absolutas. En ese sentido Tomás de Aquino fue, sin duda, un pensador de la libertad en la Edad Media.

En cuanto al tema de las elecciones, el politólogo italiano Giovanni Sartori menciona que, en realidad, los métodos electorales no empezaron con los griegos (quienes normalmente recurrían al sorteo) sino en las órdenes religiosas de los monjes, quienes en la Alta Edad Media elegían en los conventos a sus superiores.

Por el contrario, el florentino Dante Alighieri publicó su libro De la monarquía, en 1298, promoviendo y justificando una Monarquía o Imperio Universal que le diera al mundo paz y justicia. Pero es interesante notar que, para el autor de la Divina Comedia, aún ese Monarca Universal debe ser un máximo servidor de la humanidad, lo cual, según sus palabras, es lo opuesto a la tiranía. Entre los fines de la Monarquía Universal se incluyen la paz, la justicia, el derecho e, incluso, la libertad sin que el florentino haya encontrado la vía intelectual para superar la monarquía absoluta.

En cambio, Brunetto Latini, otro florentino que fue maestro de Dante publicó en 1266 El libro del tesoro, en el que establece una comparación entre las virtudes de un gobierno electivo y las consecuencias tiránicas que se derivan de los sistemas de gobierno hereditario. Según el autor, existen tres formas de gobierno, el régimen de los reyes, el régimen de hombres principales y el régimen del pueblo común y de ellas «la tercera es mucho mejor que las otras». En suma, para este autor el mejor gobierno para las ciudades-república de Italia es el elegido por el pueblo. En vez de gobiernos monárquicos o aristocráticos, opta por gobiernos que nacen por elección del pueblo. Se trata de un pensador demócrata, escribiendo en la Edad Media que promueve la libertad electoral, la libertad en la elección de los gobernantes, lo cual constituía una verdadera herejía política para la época.

En la misma línea se inscribió Marsilio de Padua, quien en su obra El defensor de la paz (1324) afirma que solo por medio del método electivo se puede obtener el mejor gobernante. Asimismo, considera que el poder legislativo debe corresponder al pueblo o a aquellos electos por el pueblo. También sostiene que son los ciudadanos quienes deben elegir a los funcionarios ejecutivos y judiciales. Pero la elección de dichos funcionarios no significa que el pueblo pierde su soberanía, pues si los gobernantes traicionan la confianza que les dio el cuerpo de ciudadanos, entonces estos tienen el derecho de apartarlos de su cargo e incluso castigarlos.

Tales ideas escritas en plena Edad Media son precursoras de las teorías democráticas modernas y anticipan el pensamiento del ginebrino Juan Jacobo Rousseau, principal doctrinario de la Revolución Francesa de 1789. Son, también, la semilla del derecho de revocatoria establecido en la democracia directa de Suiza.

Asimismo, el jurisconsulto Bartolo de Sassoferrato, quien vivió entre 1313 y 1358 en las ciudades-república italianas, estableció en su libro Régimen civitatis que la monarquía conviene a los estados extensos, la aristocracia a los medianos y la democracia a los pequeños, con lo que abrió la posibilidad de que algunos estados fueran democráticos y disfrutaran de la libertad política.

De tal forma, Brunetto Latini, Marsilio de Padua y Bartolo de Sassoferrato, representan el resurgimiento de las ideas democráticas en la Europa medieval. Los tres mantienen viva la antorcha de la libertad que habían recibido de los griegos y los romanos y que traspasarán con éxito a los pensadores de la modernidad.

Más tarde, será en España en donde los escritores de la Escuela del Derecho Natural levantarán la bandera de la libertad y la democracia.

Para el dominico Francisco de Vitoria, fundador del Derecho Internacional, todos los hombres tienen igual naturaleza y, por tanto, igual dignidad. De la comunidad mundial no puede excluirse ningún estado ni persona alguna. De allí concluye que los aborígenes de América son seres humanos iguales en dignidad a los habitantes que venían de Europa. Fue el primero en promover la universalidad de los derechos humanos en el Nuevo Mundo. Sus ideas parecen influidas tanto por el cristianismo como por la escuela estoica del Derecho Natural.

Otra pluma destacada de la Escuela Española del Derecho Natural es Luis de Molina al afirmar que es el pueblo quien detenta la soberanía mientras el gobernante está limitado en sus acciones por el derecho natural. Se nos revela, entonces, como un partidario de la soberanía en el marco del derecho natural, es decir un precursor de las repúblicas democráticas modernas.

El jesuita Francisco Suárez continuó y desarrolló la obra de Francisco de Vitoria. Para Suárez, la comunidad política nace con un pacto cuya meta es la búsqueda del bien común. Afirma que la libertad es parte del bien común. Sostiene que los hombres fueron creados libres por Dios y la comunidad política entendida como el pueblo recibe de Dios la potestad de definir las autoridades políticas y el modo del régimen político. Finalmente, considera que el pueblo es el soberano porque así lo ha querido Dios. La tesis de Suárez entonces cuestiona el Derecho Divino de los Reyes y traslada la soberanía desde el Monarca hasta el pueblo.

El autor utiliza toda su capacidad de razonamiento para demostrar que Dios no le entrega la soberanía a una sola persona o monarca, sino al conjunto del pueblo. Siguiendo la tradición de Aristóteles, ha definido al bien común como la meta de la comunidad política, pero además ha incluido a la libertad como parte de ese bien común, adelantándose a las ideas propias de autores liberales como Baruch Spinoza y Juan Locke. Su idea de un pacto social también prepara el camino para el ginebrino Juan Jacobo Rousseau. Asimismo, su teoría de la soberanía popular cuestiona a las monarquías y convierte al jesuita granadino en un pensador de la libertad y la democracia.

Vitoria y Suárez, como los demás escritores de la Escuela Española del Derecho Natural, son hijos intelectuales del cristianismo, de los demócratas griegos y particularmente de los estoicos. Sentaron las bases de una nueva legitimidad para el poder político basada en el «derecho de gentes», es decir la soberanía popular. En conclusión, los ius naturalistas españoles criticaron el «derecho divino de los reyes», sustituyéndolo con el «derecho humano de las gentes» y dejando la historia de las ideas políticas en las puertas de la democracia, del derecho y de la libertad.

Según Otto von Gierke, el punto de partida de la democracia moderna se encuentra en las ideas de Althusius, quien a principios del siglo XVII afirmaba: «Reconozco al Príncipe como administrador, procurador y gobernador de los derechos soberanos; pero el propietario y usufructuario de ese poder es exclusivamente el pueblo en su totalidad». La soberanía entonces viene del pueblo, una tesis completamente afín al pensamiento de los autores de la Escuela Española del Derecho Natural.

Martín Lutero, fue el primero en promover la libertad de escudriñar las Sagradas Escrituras en una época que prohibía al laico la lectura de la Biblia. Ese acto de libertad espiritual luego se fue pasando a otros ámbitos de la vida social.

El poeta inglés Juan Milton, autor célebre del Paraíso Perdido, publica en 1644 su Areopagítica en defensa de la libertad. El Areópago era la colina en Atenas donde se realizaban las grandes asambleas. Milton habla ante el Parlamento inglés como si lo hiciera ante el Areópago y su gran tema es la libertad de imprenta. Su breve libro es una cátedra contra los inquisidores y contra todos los que amenazan la difusión y la libre circulación de las ideas. Es un texto de plena actualidad.

El gran pensador alemán, Emanuel Kant es visto como el fundador del liberalismo filosófico. Como buen hijo del siglo XVIII, época de la razón y de las luces, proclamó la soberanía de los seres racionales y la importancia de luchar constantemente por la libertad. Impulsó el uso de la razón para realizar la crítica sobre los más diversos temas. Según Kant el liberalismo empezó cuando alguien dijo «pienso».

Definió a la libertad como la capacidad que tiene cada ser humano de dictar su propia ley: la autonomía. Es decir, si todos somos libres, no puede haber otra ley que la que cada uno se dicta a sí mismo. Y afirmó que el ser humano tiene un pie puesto en la libertad y otro en la necesidad. Dijo que existe libertad cuando se puede exponer públicamente opinión sobre los más diversos temas. Por este motivo, se distinguió como un gran promotor de la libertad de expresión. En cuanto a la relación entre la libertad y el estado, escribió: «El Estado ha cumplido sus fines cuando ha asegurado la libertad de todos».

En su Discurso del Método el filósofo francés, Renato Descartes, fundador del racionalismo, se hizo célebre con su frase «Pienso, luego existo», una expresión para favorecer la importancia vital del pensamiento en libertad.