(Este artículo es producto de mis horas de investigación y lectura en la Hemeroteca Municipal de Madrid, Cuartel del Conde Duque.)

«Nosotras, señor consejero, somos personas decentes», han tenido que advertir alumnas de la Escuela Normal de la Generalidad, en un escrito dirigido al señor Ventura Gassols. La advertencia tan digna y claramente expresada tiene origen en unas manifestaciones hechas a las alumnas por el director del centro y dos señores profesores, significado el uno como teósofo y el otro como masón, los cuales indicaron a las señoritas educandas que en lo sucesivo deberían practicar la gimnasia en común con los muchachos y vestidas, por decirlo así, con «maillot», dar fotografías suyas en ese traje «como máximo» y prestarse a que les tomaran «medidas fisiológicas».1

El 14 de enero de 1932, El Debate se hace eco de este suceso para atacar a la escuela única propugnada por el Gobierno. En este suceso se puede ver cómo, lo que no deja de ser una anécdota, es utilizado para ejemplificar una conducta que el periódico católico entiende como moral, en contraposición con la inmoralidad de los poderes establecidos y sus políticas.

En el presente artículo, veremos cómo, ante el sistema político de la época, El Debate va a llevar a cabo una función de formación de una opinión pública que suscite una movilización católica, conservadora y tradicional, y que influya en el plano gubernativo y legislativo institucional.

El Debate en 1931: el surgimiento de la República

Tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera en 1930, se abre en España un período de inestabilidad política que antecederá a la instauración de la II República; una República que fue producto del agotamiento del régimen turnista de la Restauración, práctico este y con muchas virtudes, pero también con defectos que, pasado el tiempo y al agudizarse, fueron origen de su caída.

La campaña electoral librada entre partidarios de la Monarquía y partidarios de la República puede ser considerada una de las primeras manifestaciones de elección libre de los españoles y, como tal, estuvo llena de apasionamiento, rivalidad... y, como no, enfrentamiento retórico y dialéctico.

Así, el diario El Debate planteó la campaña electoral de abril de 1931 como una lucha entre la «esencia tradicional» de España y lo «nuevo» y extranjerizante, entre la tradición y la revolución, entre el catolicismo y el laicismo:

La República en España sería la apertura a una época de anarquía en el cual la Religión, la Propiedad, la familia, todo lo que es la base de la sociedad, en fin, sería objeto de experimentación a la rusa.2

El Debate habla durante la campaña electoral de la búsqueda y defensa del bien común como objetivo principal hacia el que hay que orientarse.3 Ese bien común lo definen como un conjunto de cosas que engloban la defensa de la Monarquía, del catolicismo, de la «continuidad» tradicional y la participación de los españoles en el sistema.

Ante todo, descartan una República que, según ellos, traerá el laicismo, la revolución y negará la esencia de la tradición española. Incluso estarían dispuestos a defender una nueva dictadura antes de que los republicanos tomen el poder:

Descartada la hipótesis de la República, nuestra política no ofrece más que estos dos términos: o Parlamento o Dictadura.4

Ante este dilema entre Monarquía y República, El Debate propone como solución mantener en el poder a la Monarquía tradicional; una Monarquía que, bien con la Constitución de 1876 o con una nueva, debería mantenerse en el poder. Por esto, lo que hay que hacer es aprovechar las elecciones para movilizar a los católicos y motivar el voto por las candidaturas monárquicas.5 Llegan, incluso, a plantear que no votar se consideraría «pecado de cooperación»,6 manifestando que votar a las listas monárquicas es una obligación.

Para ellos, son dos ideas principales las que se están debatiendo, dos ideas, o mejor, dos mentalidades que pueden verse como las dos Españas que se enfrentaron en la Guerra Civil, aunque no hay que reducirse a planteamientos tan simplistas y unicausales, ya que la historia de los grupos de este período no debe reducirse a dos mentalidades o a un solo origen. No obstante, en El Debate se plantea esta lucha dicotómica, quizá porque un planteamiento maniqueo tiene más capacidad de seducción, más fuerza movilizadora y es un mensaje fácilmente entendible por toda la ciudadanía.

Tras las elecciones, la derrota de los Monárquicos en las principales capitales de provincia, la instauración de la República y la salida del país de Alfonso XIII, hacen que la línea editorial de El Debate sufra importantes modificaciones. Para ellos, el Gobierno provisional no tiene legitimidad, ya que las elecciones ganadas no fueron generales y, además, la suma total de votos no les daba la victoria.

En su línea editorial manifiestan que se ha roto el emparejamiento tradicional entre Iglesia y Monarquía. Dicen que se ha atacado a la Monarquía, y que «ahora le toca a la Iglesia», por ello deben defenderse del ateísmo y del laicismo interviniendo en política, aunque sin defender el sistema republicano, simplemente utilizarlo para sus intereses hasta que la situación lleve a un sistema más adecuado (occidentalismo). El primer objetivo será influir en las Cortes.

Ante las elecciones constituyentes, el grupo Alianza Nacional presenta 39 candidatos.7 De nuevo, las consignas para conseguir el voto son la condena de la abstención, el voto como deber religioso, la búsqueda del bien común... apelando a aceptar el sistema electoral existente condenando el uso de la violencia para atacar al sistema y a las elecciones.8

A principios de junio de 1931, se creó un grupo político conservador y católico que tendrá una importancia fundamental en la República, Acción Católica. Fiel a la línea editorial de El Debate, defensora de la España católica tradicional, tendrá un papel principal en la ideologización y movilización de la derecha española.9

Tras las elecciones constituyentes, con la victoria de los republicano-socialistas, y tras el debate constituyente, la Constitución se promulgó el 9 de diciembre de 1931.

El Debate en 1932: la Constitución republicana y las elecciones generales de 1933

A la vista de los artículos publicados en El Debate en ese momento y en los meses posteriores, se observa que el diario tiene pocos artículos que hagan referencia a temas religiosos. No dicen en El Debate que la Constitución ataque a la religión, pero si manifiestan que es una Constitución atea, laica, pagana...10

Afirman también que es un texto que da demasiado peso al poder parlamentario, es decir, al poder legislativo, ahogando al poder ejecutivo.11 El Debate no solo defiende un gobierno fuerte, sino que también quieren una jefatura de Estado sólida, «tan sólida como sería si un Monarca la ostentase».

Curiosamente, además de una jefatura de Estado fuerte, defienden la participación directa del pueblo en política. Claro está que, dentro de la tradición política española, el pueblo no ha disfrutado apenas de intervención alguna; sin embargo, en este momento aparece en El Debate, una defensa manifiesta de intervención del pueblo en política, del ejercicio de la soberanía nacional. Es en El Debate del 11 de julio de 1931 donde aparece un artículo denunciando la falta de «instituciones de genuina raigambre democrática»; de esta forma, defienden la existencia de «concejo abierto», «referéndum», «iniciativa popular legislativa»...

Este es un hecho destacable y muestra como los grupos de derecha católica, en su mayoría, quieren estructurar un Estado fuerte que mantenga una vía directa y activa con el pueblo, despreciando una institución intermedia y secundaria para ellos como es el Parlamento. Quizá, con este planteamiento, se pudieran caer en cesarismos varios, pero también puede leerse como la vertebración de la «España invertebrada», que diría Ortega y Gasset: una vertebración desde la derecha y la tradición.

Cuando Alcalá Zamora es elegido presidente de la República, El Debate apoya esta elección diciendo que se necesita «un principio unificador, una magistratura suprema»12 y que mejor que dentro de la República ese cargo lo ostente un conservador, católico y antiguo monárquico.

Una vez promulgada la Constitución, El Debate plantea qué hacer ante las acciones derivadas de la Carta Magna. El tono del periódico comienza a elevarse y se autonombra defensor de los ataques a la Iglesia, institución a la que no se debe atacar «ya que tiene un depósito sagrado e incoercible».13

La España Católica se ha visto despojada en pocos meses de lo que no puede prescindir ningún pueblo culto. Porque, como muy bien afirma el pedagogo Rein, «la religión pertenece tan esencialmente al total movimiento de la cultura, que la enseñanza escolar que renuncia a ella solo puede dar fragmentos de civilización».14

Su quehacer diario será, a partir de este momento, la búsqueda de poder para influir en política y tener un papel en el sistema, defender a la Iglesia de los ataques «republicanos», movilizar a las masas católicas por medio de actos de propaganda y actos públicos...15 Todo ello partiendo de la base de la necesidad de obtener el voto, es decir, participando en las elecciones e intentando conseguir el poder por medio del legítimo sufragio, como todos los actores del sistema. Así, en octubre de 1932, aparece un artículo en El Debate reivindicando el papel de Acción Popular y manifestando su «accidentalismo»:

Nacida (...) en momentos en que se iba desmoronando todo lo que significaba política de derechas en España, consiguió, desde luego, contener la general desbandada.(…) Es la organización política de todas aquellas gentes que, dejada a un lado la cuestión de la forma de gobierno, se agrupan y movilizan para la defensa dentro de cauces legales, de lo que es la esencia de su ideario: el sentido cristiano de la vida en la familia, en el trabajo, en la propiedad, en las instituciones todas.16

Todo esto antecede lo que sería la victoria de las derechas en las elecciones de 1933. Antes de que se dieran las elecciones generales, el Gobierno iba a ser derrotado en las elecciones del Tribunal de Garantías, el 4 de septiembre de 1933. Sobre esto afirmaba El Debate que estaba pasando ya la «calentura revolucionaria», que a las izquierdas la han votado los «burgos podridos».17 Estaban ya preparando la victoria, que llegaría el 19 de noviembre, siendo Alejandro Lerroux, jefe del Gobierno, a pesar de ser la CEDA la coalición más votada. En El Debate se afirmó que a la CEDA la habían votado hasta quienes «no son de ella».

Ante la elección de Lerroux como jefe del Gobierno, permanecieron cautos, aunque esperanzados; cautos y a la expectativa porque era laico, «rodeado de sectarios» y un «ex revolucionario»; esperanzados porque su gobierno se sustentaba en la victoria de la CEDA y porque congregaba a su alrededor a grupos conservadores y masas neutras, pudiendo ser un «valladar contra le revolución».18

Pero, como lo que queremos destacar en este artículo es el quehacer de El Debate en torno a la movilización y participación de los grupos católicos en política, habría que destacar cómo, antes de las elecciones, el periódico apelaba a la unión de todas las derechas nacionales para ganarlas, llamando, luego a todos los católicos a las urnas. Así aparece, por ejemplo, en el artículo «La unión de las derechas»:

Ante la amenaza de daños tan enormes, recomendamos de nuevo, y vivamente, a todos los católicos de España que, dejando a un lado lamentos y recriminaciones y subordinando al bien común de la patria y de la religión todo otro ideal, se unan todos disciplinados para la defensa de la fe y para alejar los peligros que amenazan a la misma sociedad civil.19

Tras la importante movilización electoral, buscando el voto para poder influir en política, gobernar y hacer una República conservadora, unitaria y católica, ganaron las elecciones y lograron un gobierno que según El Debate era un «Gobierno genuinamente español», tras el «triunfo arrollador de las derechas en toda España».20

La crisis de la República en El Debate: de la Revolución de Asturias al Frente Popular (1934-36)

El año 1934 puede ser considerado como el año de las huelgas contra el gobierno radical-Cedista. Durante el verano, se acumulan las huelgas de campesinos en Andalucía y Extremadura. Es un año en el que la sociedad española se polariza, se multiplican los enfrentamientos abiertos, hay tensión social y el pueblo comienza a movilizarse.

Como muestra de cómo se encontraba la situación, baste decir que se produjeron varias detenciones de diputados socialistas y se prohibió a los militares adherirse a partidos y sindicatos para evitar movilizaciones.

En ese año, el momento de más tensión se produjo en octubre; fue la llamada revolución de Asturias. Esta revolución se produjo para intentar impedir que la CEDA participara en el Gobierno.

Según El Debate, en septiembre se sabía que dirigentes socialistas preparaban una revolución,21 y, es más, la situación de antagonismo se fue polarizando tanto que, mientras que la izquierda veía en la entrada de la CEDA en el gobierno una puerta abierta al fascismo, la derecha católica veía en las revueltas izquierdistas un intento de revolución «a la rusa» que nada tenía que ver con los deseos de la mayoría del pueblo español:

Las últimas torpezas de los revolucionarios han aumentado la ansiedad del país. El descubrimiento de tantos depósitos de armas, el propósito de mofarse de la ley y lograr por la violencia, contra la voluntad de la mayoría y con la ruina de España, una situación favorable a sus ambiciones mezquinas...22

Sabido es que, tras los fuertes enfrentamientos en las calles de Asturias, la solución tomada por el gobierno de Lerroux fue la de mandar al ejercito a que sofocara la «revolución», hecho que acarreó numerosos muertos y heridos. Esta determinación fue positivamente valorada por El Debate. El periódico católico ya propuso antes que lo que había que hacer era atacar a los sublevados, para que las ideas que consideraban en contra del espíritu tradicional de la Nación no tuviesen futuras repercusiones. Según El Debate, no había más remedio:

Ante la obra del ejercito afirma El Debate que ha sido una «magnífica actuación» mostrando una «conducta abnegada», mostrando un verdadero «espíritu patriótico».23

Es muy representativo, para observar el momento histórico y entender, no solo la mentalidad de la derecha católica española del momento, sino también el nivel de enfrentamiento entre las diferentes concepciones de España, el texto que a continuación se reproduce:

La entrada de las derechas en el gobierno ha ido señalada por una insurrección salvaje. Era previsible y estaba anunciada. Los rebeldes han querido lograr por tales procedimientos y caminos lo que no pudieron conseguir por los cauces que señala la ley. Han sido derrotados y ha quedado cubierta con ello una nueva etapa. Ahora adelante.24

A la luz del texto se puede decir que la derecha encuentra en la revolución asturiana y su conclusión una fuerza legitimadora basada en la afirmación y creencia de que los que trajeron la República, en realidad, querían eliminar a la España tradicional y legitima, cosa que para ellos se prueba con la «revolución». Para El Debate las izquierdas han mostrado en los hechos de Asturias su talante exaltado y «sovietizante». Es también interesante destacar cómo se lamentan de que mientras se libraba el combate en Asturias ha faltado, a ambos bandos, la asistencia espiritual:

Ha faltado asistencia espiritual a las tropas, asistencia que hubiera aprovechado también a los rebeldes, muchos de los cuales, sin duda, próxima a la hora suprema, han vuelto los ojos en busca del Sacerdote.25

A partir de este momento lo que dirá El Debate que hay que hacer es mantenerse alerta, ya que la revuelta de Asturias ha sido un primer aviso de revolución:

Pero muchos revolucionarios permanecen al acecho y es necesario que no posean ni uno de los medios que puedan permitirles alguna vez traer sobre España nuevas horas de ruina y luto.26

Estos hechos tuvieron gran influencia en las elecciones de febrero de 1936. Fueron unas elecciones que se platearon como el enfrentamiento entre los «prosoviéticos» de Asturias y los defensores del «verdadero espíritu nacional»:

Entre la ruina o la salvación de España no cabe término medio ninguno. El camino es solo el positivo, el que imponen conjuntamente el patriotismo, el interés común, el propio instinto de conservación (...) La disyuntiva es revolución o anti-revolución, civilización o barbarie.27

Para movilizar a la población y pedir el voto por la derecha en El Debate se afirma que la CEDA es un partido en el que todos tienen cabida:

Porque en la CEDA están representadas todas las clases sociales. En menor medida los obreros. Una gran parte de la masa obrera desconoce todavía la verdad, pero existen ya en AP núcleos obreros considerables y prometedores (…) Ha de amparar a todos y defender los derechos de todos, con preferencia hacía quienes más lo necesitan.28

Una vez más, lo que El Debate plantea que hay que hacer para llevar a España a buen puerto y luchar contra los grupos subversivos es movilizarse y votar. En estas elecciones se juega algo más que la formación de gobierno y la distribución parlamentaria. Se juega con la concepción de España de dos grupos, la izquierda amalgamada en el Frente Popular, y la derecha representada por la CEDA y toda la coalición antirrevolucionaria.

Como es bien sabido, el 16 de febrero se produjo la victoria electoral del Frente Popular. El resultado de las elecciones dio el poder a la izquierda, pero, por el resultado de votos, se deduce que la diferencia con la derecha fue corta. Para El Debate la lectura de los resultados tiene una clara conclusión, a saber, España ha quedado partida en dos Españas:

Con las cifras oficiales (…) resulta que el bloque antirrevolucionario ha obtenido algo más de 200,000 votos sobre el llamado Frente Popular. Para un conjunto de 9 millones de votos la diferencia entre los que obtienen derechas e izquierdas solo se puede contar por millares (…) Así está España, ahí la tenéis partida en dos mitades, con triste exactitud casi matemática.29

Según El Debate, cada diputado del Frente Popular ha costado 17,000 votos, más baratos que los del bloque antirrevolucionario que costaron cada uno 25,000 votos.

Con el Frente Popular en el gobierno se reactivó la política de orientación laica, la reforma agraria y la implantación de la escuela única. Ante esto, El Debate volvió a apelar a la tradición, al nivel de civilización y al catolicismo de los españoles. Consideran a la enseñanza oficial, entre otras cosas, como educación de «captación marxista».30

El enfrentamiento entre las dos concepciones de España era cada vez más claro. Unos veían a los otros como fascistas y los otros a los unos como comunistas:

Estamos viviendo una de las etapas más inconfundibles de la revolución comunista.31

Desde la victoria del Frente Popular al alzamiento de julio, estuvo muy poco tiempo funcionando el Parlamento. El 16 de marzo se abrieron las Cortes, del 9 al 15 de abril el Parlamento estuvo de vacaciones, igual que del 17 al 28 de abril. Es decir que, en este período, el poder legislativo apenas funcionó.

Ante esta situación, El Debate mantuvo una posición expectante. No generó el diario directriz sobre lo que era adecuado hacer o no, simplemente permanecía mudo, un tanto decaído por la derrota en las urnas de la derecha. Solo cuando ocurría un hecho destacable lo comentaba y daba su parecer al publicarlo. Como muestra un discurso pronunciado por Calvo Sotelo el 15 de abril, a la vuelta de las vacaciones parlamentarias, en el que fue interrumpido por miembros socialistas:

No hemos conocido en las Cortes ningún discurso interrumpido más veces ni más groseras interrupciones.32

Los artículos aparecidos en el periódico en estas fechas realizan críticas al gobierno y a la izquierda; cuando las hacen, son en tono personal, apelando a las «maldades» o ineptitudes de los individuos. Es una crítica airada, personal y con cierto aire de desaliento por el golpe encajado.

Los días que antecedieron al alzamiento, el clima que se desató, con asesinatos incluidos, no son observables en El Debate por el mal estado en que se conservan los ejemplares manejados para hacer este artículo; no obstante, por desgracia, todos conocemos el desenlace de este clima de polarización e intolerancia reciproca.

Referencias

1 El Debate, 14 de enero de 1932.
2, 3, 5 El Debate, 11 de enero de 1931.
4 El Debate, 10 de febrero de 1931.
6 El Debate, 25 de marzo de 1931.
7 El Debate, 28 de junio de 1931.
8 El Debate, 21 de mayo de 1931.
9 El Debate, 04 de julio de 1931.
10 El Debate, 2 de julio de 1931.
11 El Debate, 3 de julio de 1931.
12 El Debate, 15 de diciembre de 1931.
13 El Debate, 03 de enero de 1932.
14 El Debate, 02 de abril de 1932.
15 El Debate, 28 de junio de 1932.
16 El Debate, 21 de octubre de 1932.
17 El Debate, 05 de septiembre de 1933.
18 El Debate, 10 de septiembre de 1933.
19 El Debate, 29 de septiembre de 1933.
20 El Debate, 21 de noviembre de 1933.
21 El Debate, 13 de septiembre de 1934.
22 El Debate, 04 de octubre de 1934.
23 El Debate, 16 de octubre de 1934.
24 El Debate, 20 de octubre de 1934.
25 El Debate, 21 de octubre de 1934.
26 El Debate, 27 de octubre de 1934.
27 El Debate, 05 de enero de 1936.
28 El Debate, 16 de enero de 1936.
29 El Debate, 26 de febrero de 1936.
30 El Debate, 17 de mayo de 1936.
31 El Debate, 30 de mayo de 1936.
32 El Debate, 16 de abril de 1936.