En lo que se ha convertido en un ejercicio anual casi obligatorio, siempre es interesante plantear algunos elementos de los retos regionales que más ameritan atención conforme a lo que puede tener focos de tensión mayores.

En diciembre de 2019 publicaba un artículo con el mismo sentido y vi necesario plantear esta dinámica una vez más para fijar la mirada principalmente en ciertos tópicos que han evolucionado o que experimentarán novedades.

Es posible que para el día en que se publique esta columna se hayan dado algunos hechos que ameriten análisis posteriores entrado el 2021 en su cabalidad. A diferencia del año anterior, este he decidido ampliar el área de análisis e incorporar la región magrebí, considerando lo que ocurre en regiones como Libia, Argelia y Marruecos, principalmente, que sin duda pueden incidir en dinámicas de potencias en la zona o políticas de apoyo.

Reactivación económica post COVID-19, reestructuración de alianzas, nuevas ramificaciones de conflictos y cambios en la dinámica política y militar son, quizás, algunos de los movimientos más fuertes que se verán en este 2021 con respecto a la región.

Escenario sirio

Al igual que en el análisis realizado en diciembre 2019, Siria no experimentará mayores cambios a la dinámica que experimenta hoy. La República Árabe de Siria continuará fraccionada en grupos de poder y siguiendo lo que las diferentes fuerzas que convergen en la zona estén realizando.

En el Norte Occidental la influencia de la República de Turquía, principalmente contra la minoría kurda —que sigue siendo castigada por parte del gobierno de Ankara y en colaboración con el denominado Ejército Nacional Sirio, que es de la facción opositora al gobierno de Al Assad en Damasco, y formaron parte de la contra que buscaron derrocarlo al inicio del conflicto en el año 2011—, hoy, se resume en algunas células desperdigadas en ciertas regiones con influencia, pero han perdido el poderío que tuvieron en algún momento, quizás, especialmente desde el desmantelamiento oficial de la estructura de los grupos islamistas (takfiríes) que estuvieron en algún momento a su lado.

En el centro y hasta el sur del país la influencia mayoritaria es de la Federación Rusa, espacio aprovechado en ocasiones por el régimen iraní para continuar intentando influir en la situación política de este país.

Las conversaciones entre rusos e israelíes han permitido que el gobierno de Moscú vea hacia otro lado mientras el ejército israelí golpea esas posiciones iraníes; por ejemplo, el ataque contra un centro de la defensa antiaérea siria y almacenes de armas de grupos paramilitares leales al régimen de Teherán (como Hezbollah), que fueron alcanzados por fuego de cazas israelíes a mediados de noviembre de 2020.

De esta manera, los rusos continúan manteniendo control efectivo sobre la situación pese a los golpes quirúrgicos que reciben fuerzas militares sirias e iraníes en el territorio que no son criticadas altamente por el gobierno en el Kremlin.

La región oriental cercana a la frontera con Irak tiene cierta influencia estadounidense; menos de la necesaria debido a la retirada ordenada por el presidente Trump en 2019, dejando además a su suerte a las poblaciones kurdas, que han visto necesaria su alianza con el gobierno de Assad contra el gobierno de Erdoğan y que ven un crecimiento de la influencia rusa también en esa región.

Lo que parecía inicialmente un resquebrajamiento del país en varias realidades nacionales y la caída del gobierno alauita se ha transformado en la división sistemática del país dirigido por las agendas de gobiernos extranjeros y continuando como escenario de guerras proxy, como proveedor de mercenarios para otros conflictos (Libia y Alto Karabaj) y como un territorio que no termina de definir su futuro, con cientos de miles de vidas humanas perdidas por la guerra y millones de refugiados y desplazados.

Para Siria el panorama no parece esperanzador porque el interés no es, por el momento, ver la llegada de un gobierno de unidad que unifique las facciones y le de nuevos bríos al país, incluso si se resuelve una salida política de los gobiernos extranjeros involucrados en el terreno. Esto no se visualiza en un corto tiempo, sino que, por el contrario, podrían extender su presencia ante los beneficios que les está causando, como la presencia turca en esa zona con conexión a una de sus regiones. La deuda con los sirios será enorme, la restauración de la infraestructura es lejana, el empobrecimiento es significativo y la falta de interés de llegar a una solución real más que evidente.

El triste futuro para Libia

Es una redundancia, año tras año, hablar de la región libia ya que el país sigue sin un liderazgo claro y encaminado a transformarse en dos Estados nuevos con influencias internacionales distintas, aparte de que ha sido uno de los escenarios donde los mercenarios tanto sirios, como los importados por los rusos se han dado cita. En la actualidad, hay fuerte influencia rusa y turca en este país que se han dividido el «pastel» a gusto.

Si bien no se esperan mayores cambios inmediatos en la política de otros actores con capacidad para influir en el país, se tiene la esperanza de que, con la llegada del electo Joe Biden, se abra el camino hacia una diplomacia norteamericana más activa para un proceso político en Trípoli que le devuelva algo de estabilidad.

Sin embargo, y pese a la gran labor que han estado realizando en la misión de apoyo de la ONU para Libia a través de Ghassan Salamé y su adjunta Stephanie Williams, es poco probable que este proceso se vea acelerado ya que la concentración de la agenda norteamericana estará 80% enfocada en asuntos domésticos y los temas internacionales que van más allá de solo la región del Medio Oriente y el Magreb, ya que hay relaciones con aliados históricos que la administración entrante querrá componer, inclusive alinearse nuevamente con temas de la agenda de las Naciones Unidas.

Ellen Laipson en Asia Times mencionó la importancia de un restablecimiento de la participación norteamericana en la situación libia, viéndolo como un foco esencial para estabilizar la región del Mediterráneo Oriental, puntualmente manifestó:

Una Libia más estable facilitaría a la nueva administración la participación de los países del Mediterráneo oriental en los problemas más importantes de la exploración y explotación de gas que han enfrentado a Israel, Egipto, Chipre y Grecia contra Turquía, que ha adoptado una posición muy firme sobre sus reclamos marítimos, y ha incluido a Libia en su esfera de influencia…

Quizás este punto tan favorable le dé motivos al gobierno norteamericano entrante a involucrarse de una forma más participativa en el tema libio y, a diferencia de lo que ocurre con otros temas de la zona, como Siria o Yemen, donde deben además tener que lidiar con las acciones directas de terceros países con fuerte presencia, como Arabia Saudita, Irán y Rusia, en Libia quizás se pueda abrir más el panorama de modo favorable.

Igual no será una tarea sencilla y sin duda que lo que se haga a partir de la llegada de Biden a la Casa Blanca se mostrará si hay o no interés en meter mano o no en el factor libio.

La aventura saudita en Yemen

De este conflicto se habla muy poco y, en noviembre anterior, ya se empezaron a tomar medidas para ir poniendo algún tipo de final a la situación para evitar seguir extendiendo el castigo sistemático que vive esta población; encontrar una salida política que desmovilice a las fuerzas hutíes que no solamente son contrarias al gobierno de Saná, sino que, además, por su vínculo con Irán, realizan ataques contra el territorio saudita.

El gobierno de Riad, que es quien encabeza la coalición contra los opositores yemenitas, está interesado en poner fin al conflicto a través de la implementación del Acuerdo de Riad en el que participaron el gobierno yemení y el Consejo de Transición del Sur en noviembre de 2019; también presionan para anunciar el nuevo gobierno de Yemen encabezado por Moein Abdel-Malek.

Es importante para los sauditas acabar con este tema lo antes que se pueda, en primer lugar, porque es posible que el próximo gobierno estadounidense, de la mano de Joe Biden, llegue a tener cierto alejamiento con el gobierno de Salman y el príncipe heredero, y también porque ven oportuno cortar uno de los focos de tensión y de influencia que Irán sigue teniendo en esta región del Golfo, sumado a los movimientos políticos que ocurren en otras zonas como los acuerdos de Abraham entre Emiratos Árabes Unidos, Bahréin e Israel, que genera una coalición anti iraní que podría tener alcances desconocidos en la historia de la región.

De regreso a las negociaciones entre Irán y Estados Unidos

Es posible que quien sienta algún tipo de esperanza respecto al cambio en la política estadounidense sea el gobierno de la República Islámica de Irán, ya que el gobierno saliente del presidente Trump decidió retirarse del acuerdo nuclear en el año 2018 e impuso duras sanciones económicas paralizando la economía iraní, sumado a los graves problemas que viven debido a los efectos de la COVID-19, que ha puesto en una condición desfavorable a la economía iraní, la cual se contrajo un 6.8% entre el 2019 y parte del 2020 y el sector petrolero se contrajo un 38.7%, según los datos del Banco Mundial.

En su gestión como vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama, Joe Biden fue parte del equipo que elaboró el Plan de acción integral conjunto. «El Acuerdo de Irán», fue firmado por países como EE. UU, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, la UE e Irán; su objetivo primario se enfocaba en evitar la obtención de armamento nuclear por parte de los iraníes, esto para evitar un desequilibrio mayor en la región que pueda impulsar una carrera por parte de otros actores, como en su momento se ha planteado la posibilidad de que Turquía o Arabia Saudita se lancen a desarrollar un programa nuclear con fines bélicos.

A lo anterior se suma que desde décadas atrás se cree que Israel posee este tipo de material sin confirmar o negar. Aunque la negativa a firmar el protocolo de no proliferación levanta sospechas de su posesión, esto puede ser tomado como una ruta de «persuasión» ante la amenaza de países enemigos en la zona.

La acusación israelí en 2018 de que Irán, pese al acuerdo, siguió desarrollando el programa nuclear, denominado en su momento como Proyecto Amad, valió para las represalias estadounidenses y enterrar su participación en el acuerdo.

De más está manifestar que el acuerdo no solamente obligaba a disminuir su producción física, sino el desarrollo de documentación que, eventualmente, facilitara la producción de este tipo de armamentos, y es lo que se cree en el supuesto secuestro de información realizado por la inteligencia israelí lo que se descubrió y envió a diferentes gobiernos.

El Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU (OIEA) destacaba que los iraníes habían suspendido la producción y el desarrollo; lo cual no es mentira, pero omitió señalar que lo encontrado finalmente fue información clasificada, no de desarrollo, sino un documento sobre diseño, producción y pruebas de ojivas nucleares para uso balístico, para ser usado en el momento que lo requieran.

En su momento, para presionar a la UE que volviera a reingresar en el acuerdo, Teherán reactivó su programa de enriquecimiento y, en enero anterior, manifestaba tener más uranio que el poseído antes de firmado el acuerdo nuclear.

A estas tensiones se suman dos asesinatos simbólicos, pero importantes para el gobierno de Irán. El 3 de enero fue asesinado en Irak el comandante de las fuerzas Quds iraníes, Qasem Soleimani, en una operación quirúrgica del gobierno estadounidense contra esta importante figura cercana al liderazgo de los mulás iraníes. El 27 de noviembre de 2020 fue ultimado el científico nuclear Mohsen Fakhrizadeh Mahabadi, considerado el «padre» del desarrollo nuclear iraní, en lo que se sospecha fue un ataque perpetrado por agentes del brazo Kidon de la inteligencia israelí (MOSSAD).

Ambos golpes envían un mensaje directo contra los líderes iraníes que se está buscando decapitar algunas de las cabezas importantes para el régimen y que no los dejarán sentirse cómodos.

Se mantienen las luces encendidas con respecto a la posibilidad de un ataque mucho mayor contra Irán antes de la transición de gobierno en los Estados Unidos, sin que esto implique una invasión, pero los golpes quirúrgicos se podrían repetir.

Los iraníes son los que cuentan los días para la llegada del nuevo gobierno que quizás retome el diálogo, y es que desde que se reconoció a Biden como presidente electo, Hassan Rouhani, presidente de Irán, pidió a Estados Unidos que volviera a negociar.

«Ahora, ha surgido una oportunidad para que la próxima administración de Estados Unidos compense los errores del pasado y vuelva a la senda del cumplimiento de los acuerdos internacionales a través del respeto de las normas internacionales», se le cita diciendo y además añadió: «El pueblo de Irán, a pesar de su heroica resistencia contra la guerra económica impuesta, demostró que la política de máxima presión de Estados Unidos estaba condenada al fracaso».

La sobrevivencia del régimen iraní se debe a la necesidad de las otras dos potencias hegemónicas de tenerlo cerca para temas como la obtención de recursos estratégicos a bajo costo o su propia agenda de intereses en la región de Medio Oriente y las zonas de Asia Central, tal y como lo destacaba en un artículo anterior.

En la segunda parte de este análisis retomaré las otras regiones de importancia que me están quedando fuera en este artículo y que también necesitan de darles un panorama a futuro.

Notas

Alandete, D. (2019). Irán vuelve a almacenar de modo oficial uranio enriquecido. ABC. Mayo, 16.
Alsharif, E. (2020). El programa nuclear de Arabia Saudita preocupa a Israel y Estados Unidos. Anadolu Agency. Agosto, 26.
Ámbito. (2020). Irán confirmó que ya enriquece más uranio que antes del acuerdo nuclear. Enero, 16.
Atalayar. (2020). Más de 1.400 mercenarios sirios enviados por Turquía regresan de Libia . Septiembre, 16.
Deutsche Welle. (2020). ONG eleva a 10 los muertos en ataque israelí en Siria, incluidos 3 militares. Noviembre, 18.
Deutsche Welle. (2020). ONU confirma la presencia de mercenarios rusos en Libia. Mayo, 7.
Gutiérrez, Ó. (2020). Mercenarios por 1.000 euros al mes en la guerra del Alto Karabaj. El País. Octubre, 11.
Laipson, E. (2020). For a hint of Biden’s foreign policy plans, look to Libya. Asia Times. Noviembre, 9.
Mars, A. (2019). Trump ordena la retirada de las tropas de EE UU en el norte de Siria. El País. Octubre, 13.
Sputnik Mundo. (2020). ¿Puede Turquía obtener sus propias armas nucleares?. Enero, 1.
The Arab Weekly. (2020). Saudi Arabia intensifies moves to end war in Yemen. Noviembre, 15.
The World Bank. (2020). Islamic Republic of Iran. Octubre, 1.