En julio de 2017, un importante diario de Chile (La Tercera) tuvo la amabilidad de publicarme una columna donde formulaba algunas preguntas bastante simples, sobre la situación de Venezuela. Más de tres años después, deseo reiterar algunas, dado que la situación sigue siendo la misma y, en ciertos casos, todavía más crítica. Por tanto, corresponde plantearse por qué no ha cambiado. Si se observa con objetividad carente de posiciones doctrinarias preconcebidas, o inspiradas en posturas políticas sin una mínima objetividad, todo permanece igual, con un régimen que se eterniza, amparado por las armas de militares, y civiles que reciben prebendas y beneficios, mientras que la población cada día carece más. Reiteremos algunas preguntas incómodas adecuadas al momento actual.

¿El gobierno tiene el apoyo masivo de la ciudadanía, a pesar de que las encuestas verdaderamente independientes reflejen oposición abrumadora? ¿La inflación, una de las más altas del mundo, demuestra éxito o fracaso en la conducción económica? ¿La falta de medicinas, alimentos y bienes de consumo corriente evidencia un éxito o un fracaso de gestión? ¿Ha aumentado o disminuido la inseguridad en la Capital y otras ciudades? ¿Mejora las reservas el que la producción petrolera no haya sido modernizada y se extraiga cada año menos? ¿El ciudadano común está autorizado a comprar e importar productos extranjeros? ¿Ha aumentado la inversión no estatal y la actividad privada? ¿Usted se iría a vivir a Venezuela a buscar una vida mejor? ¿Usted invertiría en Venezuela? ¿Se compraría un bien raíz? ¿Iniciaría algún emprendimiento privado?

Con la objetividad necesaria, si sus respuestas han sido negativas en su gran mayoría, resulta evidente que estamos frente a un país pleno de potenciales riquezas y que, no obstante, no funciona como sería esperable. Se aduce que hay sanciones que, particularmente, Estados Unidos está aplicando al régimen que gobierna Venezuela, con el objeto de presionar por un cambio profundo, o al menos, cumplir con los plazos que la propia Constitución Política Bolivariana establece y que no han sido cumplidos, y mucho menos, mediante elecciones libres, informadas, secretas, y con los inspectores que las vigilen, como tantos países democráticos lo hacen habitualmente. ¿Las sanciones son la única causa de la situación venezolana? Procuran la vigencia de la democracia, el pleno y real respeto de las libertades, y garantizar los derechos humanos elementales. La OEA y Naciones Unidas, mayoritariamente lo denuncian. En consecuencia, proceden otras interrogantes para clarificar mejor la situación.

Corresponden aquellas relativas a la institucionalidad del país: ¿el Tribunal Supremo de Justicia ha fallado alguna vez contra el gobierno? ¿La Asamblea Nacional que remplazó a la legítimamente elegida, obedeció a un proceso eleccionario limpio y democrático? ¿Ha disminuido la intervención cubana? ¿Los líderes opositores ejercen y difunden libremente sus posturas junto con sus adherentes? ¿Los contrarios políticos, encarcelados como delincuentes comunes, han gozado del debido proceso público? ¿Es cierto que no existen presos políticos? ¿Hay plena libertad de prensa para diarios, revistas o canales de televisión opositores? ¿Se puede contrarrestar la propaganda gubernamental por otros medios de comunicación? ¿Hay verdadera separación de poderes? ¿Se ha llamado a elecciones libres, secretas e informadas, que hagan posible el referéndum revocatorio, como prescribe la Constitución vigente? ¿Podría Maduro gobernar solo con civiles? ¿Hay más generales que en las grandes potencias, son indispensables? ¿Es un régimen más democrático que policial? ¿Las continuas denuncias de golpe de Estado o agresión extranjera, son creíbles y se han materializado? ¿Trump los invadió como denunciaba Maduro? ¿El país está mejor o peor que antes? ¿Hay algún país petrolero que esté en más mala situación que Venezuela? ¿Confía usted en las cifras gubernamentales sobre la pandemia? ¿Las «goticas milagrosas» contra el coronavirus, promocionadas por Maduro, usted las tomaría?

Invito a los amables lectores a responder, mentalmente, estas interrogantes, por sobre su deseo de descalificarlas, y con honestidad. Total, nadie les enrostrará sus respuestas ni corren peligro alguno de que los aprese el SEBIN (Servicio de Seguridad venezolano). No invito a responderlas a los más de cinco millones de venezolanos que han migrado, y todavía lo hacen, de su país de origen. Su decisión ha sido clara y se han visto obligados a abandonarlo, con todos los sacrificios necesarios.

A pesar de lo descrito, el sistema de la Revolución del siglo XXI instaurada por Hugo Chávez y perfeccionada por Maduro, ha durado por más de 20 años; los apoyos regionales subsisten, se extienden, y defienden su permanencia, negándose a analizar la realidad del país. Al contrario, siguen defendiendo lo imposible y procuran que otras naciones regionales imiten el régimen existente en Venezuela, como un gran modelo a seguir, lo que todavía se manifiesta en algunas recientes elecciones latinoamericanas.

La nueva administración norteamericana de Biden, que procura reeditar la política exterior contemporizadora de Obama, ha calificado al gobierno venezolano como «una tiranía brutal»; sigue reconociendo a Guaidó como presidente encargado, no obstante, otros solo lo consideran un alto representante de una oposición, ahora bastante fragmentada. Muchos buscan una solución dialogada, auspiciada por el Grupo de Contacto, en vez de la confrontación del Grupo de Lima. ¿Creen ustedes que el diálogo terminará con el régimen de Maduro?

Concluyo con la pregunta más obvia y fundamental. ¿Merece continuar sin plazo de término un régimen como el actual en Venezuela?

Estimados lectores, ustedes tienen las respuestas.