Las cartas estaban puestas sobre la mesa. Los riesgos eran: Donald Trump perdía el voto popular y ganaba en los colegios electorales como en el 2016 o perdía también en los colegios electorales y atacaba los resultados, acusando de fraude electoral y poniendo así en peligro la democracia en los EE. UU. La pregunta era como evitar ambos escenarios y con qué métodos e instrumentos que fuesen democráticamente aceptables. Esta es una historia real, que no ha sido relatada en todos sus detalles. El arquitecto del plan: Michael Podhorzer, asesor principal del presidente de la AFL-CIO, la mayor federación sindical del país. (The American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations) con más de 12 millones de asociados. Podhorzer, un personaje que ha estudiado el sistema electoral por años, sabía cómo interpretar los datos y también preparar las necesarias estrategias.

Para impedir que se repitiera la situación del 2016, había que ampliar la base electoral, movilizando grupos sociales que apoyaban al Partido Demócrata, pero que en general no participaban haciendo uso del voto, activándolos políticamente, motivándolos y organizándolos a través de estructuras ya presentes en el territorio, reconocidas localmente, con las cuales existiese una relación personal. Esta actividad tendría que ser reforzada en estados como Georgia, Arizona, Pensilvania, Michigan y Wisconsin, donde Trump había ganado en las últimas elecciones y que, pasando a los demócratas, definirían el resultado de las elecciones.

El segundo problema, que era una amenaza a la democracia en el país, implicaba la creación de una amplia red de organizaciones que pudiesen movilizar los recursos necesarios que permitieran disponer de un equipo de abogados preparados a intervenir con un plan definido de antemano. Michael Podhorzer contactó empresarios de varios sectores de la economía, representantes del «capitalismo liberal» los cuales pusieron a disposición los recursos para garantizar que los resultados electorales fueses reconocidos como legítimos; una alianza política entre sindicalistas y grandes industriales jamás vista antes para proteger la democracia. Esta parte del plan no tenía colores políticos. El primer paso fue contratar una empresa de abogados para que estudiara todas las posibilidades de oponerse a la desautorización de los resultados electorales y crear, ante esta eventualidad, una respuesta categórica que defendiese los resultados, demostrando legalmente la inexistencia de un fraude.

En relación a la participación a la votación, la solución fue votar anticipadamente por correo y hacer todo lo posible para que esta opción estuviese disponible en todos los estados. Para este fin se trabajó con todas las organizaciones de base que se oponían al disenfranchisement. Es decir, la privación arbitraria del derecho a voto sobre todo a las minorías étnicas, que tienden hacia un voto favorable al Partido Demócrata. Los esfuerzos organizativos fueron intensos en Georgia, Michigan, Pensilvania y Arizona, donde el voto por correo cambió definitivamente los resultados de la elección.

La agenda de trabajo preparada por Michael Podhorzer, ya estaba elaborada y pronta para ser implementada el mes de marzo del 2020 y todas las organizaciones de base y sindicatos nacionales listos para la acción. La idea era movilizar y hacer votar a millones de personas, asegurándose de que estuvieran inscritas en los registros electorales y que pudieran ejercer sin dificultades su derecho a voto. Donald Trump, por su parte, ya había comenzado a preparar el terreno para rechazar como ilegales los resultados de las elecciones, hablando de posibles fraudes y el mismo día de las lecciones, el 3 de noviembre del 2020, antes de que se conocieran los resultados finales, Trump se autoproclamó vencedor y empezó a descalificar el voto por correo, que lentamente mostraba un cambio de color en varios estados estratégicos que pasaban de rojo a azul. El aumento del porcentaje de electores fue una demostración clara de que la estrategia de Michael Podhorzer había funcionado y solo había que esperar a que se contaran todos los votos.

Los hechos que siguieron ya los conocemos. Uno a uno, los estados de Georgia, Pensilvania, Wisconsin, Michigan y Nevada, cambiaban de color y el número de grandes electores «demócratas» superaba los 300, hasta llegar a 306, y los tribunales en los mismos estados rechazaban los pleitos presentados en varias instancias por falta de pruebas y datos objetivos. Poco sabemos de Michael Podhorzer como persona, más allá de su pasión por los números y datos, su capacidad de intuir tendencias, sus habilidades estratégicas, su metodología y capacidad de planificar, pero podemos concluir que es un gran estratega y jugador de ajedrez en el tablero político-social.