De acuerdo con las cifras reveladas este año por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la informalidad laboral en 23 de las ciudades y áreas metropolitanas más importantes de Colombia llegó a un 47.8%, solo un 0.8% por debajo del histórico más alto de los últimos cuatro años, registrado en el 2020. En Bogotá la informalidad es del 41.9% sobre el total de la población trabajadora. Durante la pandemia, muchos trabajadores informales de Bogotá se vieron afectados por las cuarentenas y por los cambios en las lógicas diarias: sectores de la ciudad con un gran número de oficinas, quedaron vacíos por meses a causa del teletrabajo, quienes vendían en las calles para esos oficinistas se quedaron sin clientes. El medio Pacifista presentó un video en mayo del año pasado donde revelaba la situación de muchos bogotanos que tenían que salir a trabajar cuando la cuarentena era estricta. «A mí me toca buscar (dinero) para la comida, porque puedo morirme por la enfermedad, pero de hambre…», dice uno de los entrevistados que trabaja en la localidad de Los Mártires.

En Los Mártires está ubicada una importante zona comercial llamada San Andresito San José, donde se venden productos al menudeo y al por mayor. La gran mayoría de establecimientos de esa zona no contaba con ventas por Internet, lo cual afectó a dueños y empleados. En la capital de Colombia cerraron 53,291 empresas, según las cifras de la Cámara de Comercio de Bogotá. Al revisar la condición de San Andresito, la situación es más compleja de determinar porque allí confluyen comerciantes formales e informales, por lo que no se tiene una cifra exacta de cuántas personas quedaron sin su forma de trabajar. Mientras que la Alcaldía de Bogotá y el Gobierno Nacional exigieron protocolos a las empresas para regresar al trabajo, los informales volvieron a sus puntos en las calles —sobre los andenes, con o sin carros pequeños donde llevan sus productos— armados de alcohol y tapabocas. La distancia era lujo en espacios tan concurridos como San Andresito.

Diana Salamanca (54 años) lleva 27 años en San Andresito San José y los últimos cinco en el quinto piso del Centro Comercial La Novena. Se dedica sobre todo a la venta mayorista de juguetes. Como a muchos comerciales, la cuarentena la tomó por sorpresa ya que todo empezó como un fin de semana de simulacro distrital de cuarentena el 18 de marzo y terminó el 1 de septiembre. En junio, Diana ya podía trabajar bajo los protocolos establecidos: adquirió un galón de alcohol, grandes cantidades de gel antibacterial, la señalización requerida, trajes antifluido (que ya no usan) y diligenció los formularios solicitados —aquí la ayudó un profesional en salud y seguridad en el trabajo. Desde entonces, ha limpiado su mercancía con alcohol y reconoce que varios clientes le han preguntado si los productos están desinfectados. Aunque las ventas se vieron afectadas, contar con sus clientes de siempre le ayudó a seguir adelante con su negocio.

En diciembre, temporada alta para Diana, las calles de San Andresito se llenaron como en otras épocas; era difícil transitar por el andén o la vía a la que llegan vendedores de papel y bolsas de regalo. «Duré 40 minutos desde San Victorino (otra zona comercial donde confluyen las economías formal e informal) hasta acá (San Andresito), iba con carreta», cuenta Astrid Fajardo (26 años), empleada de Diana. Dicho trayecto, en condiciones normales, se recorrería en 20 minutos. Según recuerdan las dos, las compras decembrinas eran realizadas por familias enteras, aun cuando el gobierno recomendó que uno o dos miembros de cada familia fueran a las tiendas. Diana tuvo que poner límites de ingreso a su establecimiento para evitar aglomeraciones en las exhibiciones. Todo ese movimiento de fin de año fue la principal causa del pico sufrido a inicios del 2021, que obligó a cierres sectoriales en Bogotá, pero no a una cuarentena total.

San Victorino, la zona que se mencionó arriba, atrajo siempre la atención de los medios. Conocida por sus tradicionales «madrugones» —los negocios abren desde las tres de la mañana para ofrecer descuentos en sus productos—, a San Victorino suelen llegar dos millones de compradores en diciembre, de acuerdo con las cifras reveladas por el periódico económico La República. «Decían que había muchos (contagiados), pero no había pruebas», dice Jairo Rivera (42 años), quien trabaja en San Andresito y suele hacer negocios con gente de San Victorino. Jairo supo de bodegas donde personas infectadas de covid iban a trabajar por miedo a quedarse sin empleo. De acuerdo con los rumores que rondan entre los comerciantes, muchas personas fallecieron por los contagios de diciembre. El 16 del mencionado mes, circuló en redes un video donde se veía cómo asperjaban alcohol en las concurridas calles de San Victorino; la gente creyó que era una medida de la alcaldía, pero se trató de una acción tomada por los comerciantes «sanvictorianos».

Astrid también conoció casos de gente que trabajaba enferma de covid, particularmente, en establecimientos ubicados en sótanos de centros comerciales. Para agravar la situación, eran espacios con poca ventilación, pero con protocolos oficiales aprobados.

Esta es solo una mirada pequeña a un sector específico de Latinoamérica donde sitios como San Andresito San José y San Victorino son comunes. ¿Cuántos vendedores ambulantes y callejeros quedaron afectados por la pandemia y por su imposibilidad de aplicar protocolos? En agosto de 2020, la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá presentó un estudio donde revelaba que la mayoría de muertes se concentraron en los sectores económicos más vulnerables. En Colombia hay más de 62 mil muertos por covid y el porcentaje de personas vacunadas en su totalidad no llega al 1%.

(Este artículo fue nominado al Premio Nacional de Periodismo Armando Devia Moncaleano a la Gestión de Riesgos 2021)