El mes anterior escribí sobre dos de los principios básicos del liberalismo: libertad e individualismo. Estamos viviendo una de las peores épocas para el liberalismo; desde la izquierda y la derecha sus opositores crecen y ganan poder. Brasil se radicaliza hacia la derecha militarista, México busca regresar al idílico (y falso) pasado del nacionalismo revolucionario, en Europa los partidos de extrema derecha resurgen desde el basurero de la historia, Argentina vuelve (por millonésima vez) al peronismo y, si bien fue derrotado en las urnas, el populismo demagógico de Trump sigue siendo una fuerza a considerar en Estados Unidos.

Uno de los puntos más cuestionados es la libre empresa como base de la economía. Académicos, ecologistas, socialdemócratas, comunitarios ven a las empresas como las responsables de muchos de los males del mundo actual; como la encarnación de la avaricia y el egoísmo; un mal que debe ser controlado, reducido a su mínima expresión, asfixiado con impuestos o, reformado hasta volverlo en una benévola organización sin fines de lucro o caridad.

Es importante explicar la función, legitimidad y utilidades de la empresa libre.

El liberalismo está obsesionado con el bienestar de los individuos; con lograr superar la pobreza y que los humanos y sus sociedades vivan cada día mejor. Es por esto que, junto al liberalismo político, existe uno económico.

Una de las creencias más básicas del liberalismo es que el ser humano en «estado de naturaleza», antes de la formación de las sociedades y las culturas, vive en situación de pobreza. Todos nacemos pobres, sin los recursos ni las herramientas para procurarnos bienestar. Y lo mismo ocurre con los pueblos, tribus y civilizaciones. Ni Atenas, ni Roma, ni Londres, ni Nueva York fueron fundadas en la riqueza que muchos años después tuvieron.

¿De dónde viene la riqueza? ¿De dónde viene el bienestar? No de los recursos naturales, sino del trabajo del hombre y la transformación del mundo. El petróleo en sí mismo es tan sólo una mezcla de compuestos orgánicos, principalmente hidrocarburos insolubles en agua. Los diamantes son un alótropo del carbono en el que los átomos de ese elemento están dispuestos en una variante de la estructura cristalina cúbica, centrada en la cara denominada «red de diamante». La tierra fértil es sólo lodo. Es en el trabajo humano, la transformación del mundo en bienes y servicios, y el intercambio de dichos bienes y servicios (llamado comercio) donde se origina la riqueza.

En concordancia con la libertad y el individualismo, y apoyado en la evidencia empírica e histórica de los últimos 300 años, el liberalismo define como el mejor sistema para la generación de riqueza el modelo de libre empresa. En ella el trabajo, la transformación del mundo y el comercio son más eficientes y útiles.

La empresa moderna tiene su origen en la segunda revolución industrial (1850-1914). El surgimiento de tecnologías como el acero, ferrocarril, electricidad, telegrama, bombilla, motor de combustión interna, entre otros transformaron los modos en que los individuos producen y comercializan bienes y servicios. El comercio creció exponencialmente y los costos de producción y distribución disminuyeron gracias a las mejoras en producción, transportación y comunicación.

Fue esta la época que vio nacer a grandes empresas como Ford, American Steel Company, General Electric, Standard Oil, entre otras; cuando, por primera vez en la historia de la humanidad, los productores y comerciantes, tenían más poder que políticos y nobles.

La libre empresa descansa bajo la idea de que el individuo tiene un potencial creativo que, al estar desatado por la libertad y el trabajo, transforma el mundo y lo mejora.

El modelo de libre empresa ha traído la época de mayor generación de riqueza, bienestar e innovación en la historia. El modelo basado en la competencia, la rendición de cuentas o accountability y la libertad de los consumidores y productores, nos han dado los productos y servicios que han revolucionado la vida de millones de personas, para mejor. Desde el W. C., los productos de limpieza del hogar, las telecomunicaciones, los seguros médicos y los dispositivos móviles, los humanos de hoy vivimos más sanos, mejor alimentados, más informados, mejor entretenidos y más libres que los de otros tiempos. El psicólogo y lingüista canadiense, Steven Pinker, ha demostrado eso en sus más recientes libros.

¿Cómo funciona el modelo de libre empresa o el capitalismo de libre empresa?

Todo sistema económico busca responder a las siguientes preguntas:

  • ¿Qué productos vamos a producir y en qué cantidad?

  • ¿Quién va a producir y en qué precio va a vender?

  • ¿Quién va a consumir qué producto, en qué cantidad y pagando qué precio?

En el capitalismo de libre empresa son las decisiones y acciones libres y esporádicas de los productores y consumidores (nosotros los individuos) quienes resuelven todo ello. Los empresarios deciden qué productos y servicios van a ofrecer a los clientes y los clientes eligen cuáles consumir. Los primeros buscan generar una ganancia económica; los segundos satisfacer del mejor modo sus necesidades.

El profesor Robert Simons, de la Harvard Business School, en su artículo «Self-Interest: The Economist’s Straitjacket», presenta un esquema de cómo funciona la libre empresa a partir de tres elementos: precondiciones, labor empresarial y resultados.1

Precondiciones

  • Self interest o interés personal. Todos los individuos tenemos una serie de intereses que nos motivan a actuar. En el sistema de libre empresa, mientras esos intereses sean legítimos; es decir, legales y no busquen dañar directamente a alguien más, cualquier ser humano tiene el derecho a buscar su cumplimiento.

  • Libertad. Los consumidores y productores debemos ser libres para tomar nuestras decisiones económicas y buscar la satisfacción de nuestros intereses.

Labor empresarial

  • Innovación. Ya sea en el producto, en el modo de entregarlo o en los mecanismos para captar dinero, las empresas encuentran en este sistema los incentivos para mejorar su oferta.

  • Esfuerzo personal. La libre empresa es el único sistema que permite al trabajador conservar los frutos de tu trabajo. Es verdad que el esfuerzo personal debe venir acompañado de buenas decisiones, sacrificios y un poco de suerte. El esfuerzo personal es condición necesaria, mas no suficiente.

  • Emprendimiento. En el corazón mismo de este modelo está el surgimiento de nuevas empresas que mejoren la oferta de productos y servicios.

  • Ciencia de dirección de empresas. Como cualquier trabajo o actividad, el quehacer empresarial necesita de una teoría que lo explique y mejore. Más técnicas, herramientas y conocimientos administrativos implican mejores empresas.

Resultados

  • Incremento de la riqueza. Es innegable el éxito en la generación de riqueza que ha tenido la libre empresa. La mayor parte de los ciudadanos de los siglos XX y XXI, viviendo bajo este sistema, se alimentan mejor y tienen más y mejores servicios que todos los reyes y nobles de la Edad Media y el Renacimiento.

  • Incremento en la desigualdad. El segundo resultado es el inevitable aumento de la desigualdad. En una sociedad donde el sistema de libre empresa se aplica, algunos tendrán mejores resultados que otros: ya sea porque ofrecen un mejor servicio o entienden mejor las necesidades de los clientes.

Para que el modelo de libre empresa funcione es necesario que lo expuesto por el profesor Simons disponga de un ambiente propicio. Así como los motores de los automóviles no funcionan en temperaturas extremas, la libre empresa necesita de una serie de parámetros para funcionar:

  • Libre comercio. La venta y compra de bienes y servicios debe darse sin la obstrucción de alguna ley o autoridad. Los únicos límites debieran ser aquellos sensatos y que, al aplicarse, generen mayor beneficio que daño. Buenos ejemplos son la prohibición de venta de cigarrillos a los menores de edad o las restricciones a la venta de armas de asalto.

  • Libre competencia. Para que el modelo funcione es necesario que la oferta de bienes y servicios se dé en un ambiente de competencia. Las empresas deben poder disputarse la preferencia de los clientes. Solo la competencia genera los incentivos positivos para la búsqueda de nuevos y mejores modos de servir a la sociedad. Es por esto que el liberalismo es contrario a todo tipo de monopolio, público o privado, pues ello quita a los consumidores la posibilidad de elegir, fortalece al empresario de manera desproporcionada frente a sus clientes, limita la innovación e impide el emprendimiento.

  • La eficiencia. Hacer más y con mejores resultados, con menos recursos.

  • Respeto a la propiedad privada. John Locke postularía que el origen de la propiedad privada es el esfuerzo y el trabajo del ser humano puestos al servicio de la transformación del mundo. Sin propiedad privada no puede haber ni libre mercado, ni uso ni disfrute de los frutos del trabajo.

  • Un país regido por leyes, jueces independientes, igualdad ante la ley e instituciones públicas fuertes. En otras palabras, un Estado de Derecho que, al defender las libertades y derechos, señale e imponga obligaciones; reduciendo el riesgo. Que el inversionista, empresario y emprendedor sepan que hay una ley que cuida su dinero y esfuerzo.

  • Infraestructura pública. Vías de comunicación, carreteras, luz eléctrica, agua potable, puertos, aeropuertos, entre otros.

  • Se requieren ciudadanos preparados, inteligentes y productivos. La educación es indispensable para el buen funcionamiento de la libre empresa. Y esta debe ser pública y privada; siendo así el principal motor de la movilidad social y la reducción de la desigualdad.

  • Una cultura, que premie la iniciativa, el tomar riesgos, no vivir del erario público.

Notas

Simons R. «Self-Interest: The Economist’s Straitjacket». Harvard Business School Accounting & Management Unit. Working Paper No. 16-045.