Cuando uno piensa desde el cambio del actual paradigma mundial, hacia uno que sea inclusivo y respetuoso de la diversidad, de priorizar el derecho a la vida y la relación armónica, pacífica y complementaria, se puede afirmar que la causa palestina y la causa israelí son las mismas, ya que no es necesario (ni ético) que uno de ellos deje de existir.

En los anteriores artículos que hemos publicado, señalamos que el actual paradigma «de los opuestos» es, sin duda, el problema fundamental al que como humanidad estamos afectos. Estamos hundidos en una manera de relacionarnos que prioriza el egoísmo, la indiferencia, la relación opuesta y conflictiva de amigo/enemigo, la tendencia a generar conflictos, guerras, destrucción. Una característica generalizada de la humanidad.

De priorizar una relación de aceptación respetuosa de la diversidad y si quienes podrían haber asistido y protegido la creación de dos estados viables y autónomos en diversas oportunidades, el conflicto palestino-israelí jamás habría existido.

A modo de ilustración, es conveniente dar un contexto acerca del conflicto palestino-israelí que nos muestra que es un conflicto que jamás tendría que haber existido.

Destacamos algunos hechos históricos para entender su contexto:

En la época del Imperio Romano, los judíos se rebelan y pierden tres guerras contra los romanos, siendo destruidos los reinos de Judea e Israel y exiliado de allí el pueblo judío. Esos reinos estaban ubicados en lo que se ha denominado zona de «palestina».

Durante los casi 2.000 años de exilio, los judíos han sufrido discriminación, persecuciones y asesinatos masivos. Siempre mantuvieron su ligazón emocional, cultural y espiritual con esa parte del planeta denominada Palestina, desde el Imperio Romano en adelante.

Desde la época en que dicha zona estuvo bajo dominio del Imperio Otomano, hubo poblados y ciudades con mayoría de población judía, gran parte de las mismas conviviendo sin problemas con la población árabe. Sin embargo, en la medida que esos poblados o comunidades iban aumentando en cantidad, organizaciones fundamentalistas comenzaron a atacarlos generando muchas veces reacciones defensivas violentas.

Después de la Primera Guerra Mundial, y caída del Imperio Otomano, la Sociedad de Naciones, efectúa la partición del Imperio Otomano, entregando al Imperio Británico la administración de toda la región denominada «Palestina» a través de un mandato. Dicho mandato incluyó los actuales territorios de Jordania, Israel y la actual Cisjordania y Gaza.

El mandato británico de Palestina era un documento en el que se recordaba al Reino Unido sus responsabilidades y obligaciones respecto a la administración de la zona, incluyendo formar, además de un Estado árabe, «asegurar el establecimiento de un hogar nacional judío» y «salvaguardar los derechos civiles y religiosos de todos los habitantes de Palestina». Este mandato entró en vigor en junio de 1922 y expiró en mayo de 1948.

El Imperio Británico solo cumplió una parte de su mandato al formar el reino Hachemita de Transjordania (actual Jordania) como Estado árabe, pero no cumplió con formar el estado de mayoría judía encomendado en el documento.

Del total del territorio recibido por los británicos en el mandato, de 120.000 km2 para su administración, 92.000 km2 (77%) fueron destinados para formar el reino de Transjordania, quedando 28.000 km2 (23%) de terreno para el resto. En ese 23% del territorio mandatado a administrar a los británicos era necesario formar el Estado judío, otorgando a la actual Jordania la soberanía sobre la parte del territorio donde había mayoría árabe y asignando el resto de la superficie para el estado de mayoría judía. Eso no ocurrió.

Si los británicos hubiesen sido responsables, cumpliendo cabalmente el mandato que recibieron, probablemente, no existiría el conflicto actual. La formación de dos Estados, uno de mayoría árabe y otro judío, podría haberse traducido en que los árabes palestinos podrían haber sido parte de la actual Jordania, o se podría haber formado otro país para los árabes palestinos separado de Jordania. El Estado de Israel podría haber existido desde antes de que el nazismo llegara al poder y quizás toda la historia mundial habría sido diferente.

Debido a los sucesos de violencia por una parte de población árabe respecto a lugares donde habitaba una mayoría judía y la respuesta violenta de estos últimos, la denominada «Comisión Peel» nombrada por la Corona Británica, el 7 de julio de 1937 publica un informe en el que, por primera vez, declara que el mandato se había convertido en «inviable» y recomienda la partición, es decir, la formación de dos Estados: uno con mayoría árabe y otro con mayoría judía. Sin embargo, nuevamente el Imperio Británico no concreta esta recomendación.

En 1945 un censo realizado en la zona por los británicos señala que había un total de 1.800.000 habitantes, de los cuales un 53% eran árabes, en su mayoría musulmanes, y un 34% eran judíos, de manera que ese territorio, dada su bajísima densidad poblacional, admitía sin problemas la existencia de dos Estados autónomos.

Posteriormente, al incumplido mandato británico, la ONU encomienda a una Comisión un estudio de diagnóstico y recomendación respecto a qué hacer con el terreno que quedaba de la antigua Palestina mandatada a los británicos. En 1947, similarmente a lo que recomendó la antigua «Comisión Peel», la comisión de la ONU aconseja la partición del territorio para formar un estado con mayoría árabe y otro judío.

Recordemos que por consecuencia al trato que ha sufrido el pueblo judío, se busca, a partir de fines del siglo XIX, una solución práctica a dicha situación. Así, ante la judeofobia (o antisemitismo) existente en el mundo, nace el sionismo, un movimiento político, laico, con la tarea de hacer los máximos esfuerzos para que el pueblo judío tenga un «Hogar Nacional» en la tierra donde tiene su ligazón profunda. Dicha acción política fue demorosa y culminó con el nacimiento del Estado de Israel como país sionista, es decir, con la misión de amparar y proteger al pueblo judío. Esto fue consecuencia de la aprobación por parte de la Asamblea general de la ONU y de la recomendación de 1947 de crear los dos Estados por la Comisión encargada.

En 1948, al nacer el Estado de Israel, es atacado por tropas de 5 países: Egipto, Iraq, Líbano, Siria y Transjordania, apoyadas además por voluntarios libios, saudíes, yemeníes y por árabes palestinos, con la intención de hacerlo desaparecer.

El territorio de Gaza está gobernado actualmente por una facción de árabes palestinos denominada Hamas, organización fundamentalista que se opone a la existencia de Israel y en cuyos estatutos aparece como misión fundamental procurar que Israel desaparezca.

La zona de Cisjordania (Judea Samaria) donde están ubicadas más del 90% de las ciudades y pueblos árabes, a partir de las negociaciones de Oslo, es un área reservada para ser parte de un futuro Estado de mayoría árabe aún pendiente de formación. La actual denominación de «Palestina» es casi todo el territorio de Cisjordania y el de Gaza, que por ahora no tienen soberanía de ningún país. Legalmente aparece como «zonas ocupadas» por sus habitantes. A partir de las negociaciones de Oslo (1990), el territorio de Cisjordania está dividido en tres zonas: zona A (de autonomía administrativa y de seguridad árabe), zona B (de autonomía administrativa árabe y de seguridad israelí), y zona C (de administración y seguridad israelí).

Los denominados «asentamientos o colonias israelíes» ocupan alrededor de un 3% del total de la superficie de Cisjordania y, al igual que las ciudades y pueblos árabes que ocupan alrededor de un 40% de dicha zona, al no existir soberanía sobre ese territorio, son parte de la «ocupación» de los mismos. Alrededor del 45% de Cisjordania está desocupada, sin habitantes, ni pueblos, ni ciudades.

En el año 2000, en las negociaciones siendo Ehud Barak primer ministro de Israel, se ofreció prácticamente toda la Cisjordania más otros territorios de compensación, más parte de Jerusalén para ser declarada capital del Estado árabe palestino, más apoyos financieros de varios países incluyendo Israel, más asesorías y apoyo en lo técnico, social y económico, entre otros beneficios. La delegación palestina encabezada por Arafat volvió a rechazar el firmar un tratado de paz.

Cuando Israel desocupa en 2005 las colonias judías instaladas en Gaza y entrega a los dirigentes palestinos todas las instalaciones para ser utilizadas, Gaza termina gobernada por el grupo fundamentalista Hamas. Esa entrega fue voluntaria por parte de Israel.

La zona donde está, tanto la población árabe-palestina como el Estado de Israel, es parte del medio oriente donde el actual paradigma de los opuestos se manifiesta a través de una fuerte propensión a la violencia destructiva y excluyente, lo que hace imposible que judíos y árabes puedan convivir pacíficamente en un solo país, siendo uno de esos conjuntos una minoría. De allí que la formación de un Estado árabe-palestino y el de Israel conviviendo autónomamente y en paz, pareciera ser la mejor alternativa posible.

Actualmente cuatro países árabes sunitas (Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudan y Marruecos) se suman, además de Jordania y Egipto, a la normalización de sus relaciones con Israel incluyendo además de las comerciales, científicas, tecnológicas y otras, las diplomáticas.

Los habitantes de la palestina que están fuera del territorio israelí que se denominan «palestinos» tienen derecho a vivir allí ya que la mayoría de ellos han nacido y allí viven hace muchos años. Tienen el derecho a vivir con dignidad, decidiendo su destino como conjunto de manera autónoma y formar un país con autonomía propia.

Al revisar los hechos de este conflicto, si se hubiese priorizado una relación de aceptación y respeto de la diversidad, este conflicto probablemente jamás habría existido.

Si la autoridad británica hubiese cumplido con lo que el mandato de la Sociedad de las Naciones le dio, de formar un Estado judío y otro árabe con claridad de sus áreas y de sus límites, este conflicto probablemente no habría existido.

Si la autoridad británica se hubiese encargado de algo similar en 1937 cuando la Comisión Peel recomienda la formación de ambos países, o si la ONU, o los británicos antes del término de su mandato, probablemente no tendríamos conflicto alguno.

El paradigma actual que prioriza la violencia, la acumulación desmedida de poder, el tomar partido en los conflictos y no intervenir para que se solucionen, incluso a veces agravándolos, que divide a las poblaciones entre «los buenos y los malos», que genera polarizaciones y descalificaciones en lugar de consensos y acuerdos, sin duda alguna es parte sustancial para que este conflicto totalmente evitable entre dos pueblos hermanos se siga manteniendo.