Se llaman a sí mismos «libertarios» pero no se confunda: nada tienen que ver con la tradición socialista-anarquista. Algunos los califican como los perros rabiosos del neoliberalismo en su versión (¿subversión?) más extrema y elitista. Desde hace tiempo han desarrollados think tanks en América Latina, con el financiamiento de la Fundación Atlas, empresas trasnacionales y escondidos tras la institucionalidad estadounidense, donde las caras locales más visibles son economistas, politólogos, escritores o filósofos.

La extrema derecha «moderna», la internacional capitalista, es el movimiento ultraliberal que basa su accionar en una deliberada estrategia de desinformar a las mayorías para imponer sus políticas plutocráticas y que tiene en la Red Atlas a su principal propulsor en América Latina. Obviamente está muy bien financiada: funciona a través de una inmensa red de fundaciones, institutos, ONGs, centros, sociedades, unidos entre sí por hilos poco detectables, en las que destaca Atlas Economic Research Foundation.

En el Foro Latinoamericano de la Libertad de la Red Atlas, en mayo de 2017 en Buenos Aires, con presencia del presidente argentino Mauricio Macri y el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, se debatió cómo derrotar al socialismo en todos los niveles, desde las batallas campales en los campus universitarios hasta la movilización de un país para abrazar la destitución de un gobierno constitucional, como en Brasil.

Varios líderes ligados a Atlas consiguieron ganar notoriedad en los últimos años: varios ministros del gobierno conservador argentino, golpistas bolivianos y dirigentes del Movimento Brasil Livre (MBL), que ayudaron a derrocar a la presidenta constitucional Dilma Rousseff.

La red, que ayudó a alterar el poder político en diversos países, es una extensión tácita de la política exterior de EE.UU., que no parece haber cambiado con la asunción de Joe Biden –los think tanks asociados a Atlas son financiados por el Departamento de Estado y la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia - NED), brazo crucial del soft power estadounidense y directamente patrocinada por los hermanos Koch, poderosos billonarios ultraconservadores.

La NED y el Departamento de Estado, que cuentan con entidades públicas que funcionan como centros de operación y despliegue de líneas y fondos como la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), Freedom House y la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos (Usaid), son los principales entes actores que reparten directrices y recursos, a cambio de resultados concretos dentro de la guerra asimétrica en la que participan.

Ya en el 2000, contaba con 450 fundaciones, ONGs y grupos de reflexión y presión, un presupuesto operativo de millones de dólares aportados por sus fundaciones «benéficas, sin fines de lucro» asociadas, que apoyaron, entre otras al MBL y a organizaciones que participaron en la ofensiva en Argentina, como las fundaciones Creer y Crecer y Pensar, un think tank de Atlas que se incorporó al partido (Propuesta Republicana, PRO) creado por Mauricio Macri; a las fuerzas de oposición en Venezuela, al candidato de derecha en las elecciones presidenciales chilenas, Sebastián Piñera, a los golpistas en Bolivia.

La red contaba ya en el 2000 con 13 entidades afiliadas en Brasil, 12 en Argentina, 11 en Chile, ocho en Perú, cinco en México y Costa Rica, cuatro en Uruguay, Venezuela, Bolivia, y Guatemala, dos en República Dominicana, Ecuador y El Salvador, y una en Colombia, Panamá, Bahamas, Jamaica y Honduras.

Los líderes del MBL y los de la Fundação Eléutera –un grupo de «expertos» neoliberales extremadamente influyente en el escenario posgolpe hondureño– recibieron financiamiento de Atlas y forman parte de la nueva generación de actores políticos que pasaron por sus seminarios de entrenamiento en EE.UU.

Algunos creyeron que eran unos ultraliberales trasnochados, quienes irrumpieron e irrumpen diariamente en los medios masivos de comunicación con un discurso histriónico, irascible y catastrofista sobre hiperinflaciones, espirales de deuda y defaults, negacionistas de la pandemia, defienden la propiedad privada por sobre cualquier otro deidad. Para ellos todo se puede comprar y todo se puede vender, pero siempre bajo el grito eufemístico de «libertad», y dólares o euros. Pero forman parte de redes intelectuales y políticas transnacionales, con vínculos con espacios académicos y grupos económicos de gran poderío, que hoy aprovechan el creciente descrédito de sus primos neoliberales.

Copan las redes, a fuerza de bots y militantes virtuales, organizan foros, debates, seminarios, cooptan jóvenes rebeldes y desencantados y comienzan a infiltrarse o fundan partidos políticos.

Son la versión renovada de la extrema derecha que viene creciendo a nivel global, supuestamengte defendiendo la libertad y criticando la globalización, con fundamentos autoritarios y esotéricos. Mientras los antiglobalistas agrupan a los viejos conservadores, así como a diversas versiones de lo conspiranoico, los libertarios tienen mayor incidencia en la juventud -principalmente en los varones- y tienen un particular interés por insertarse en espacios universitarios. Si los primeros son «tradición, familia y propiedad», los segundos son «propiedad, propiedad y propiedad», señala Hemisferio Izquierdo.

Brasil: Bannon y Bolsonaro

El ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro, quiere socavar preventivamente los resultados de las próximas elecciones y el negacionista banquero, estratega y gerente de campaña de Donald Trump, Steve Bannon está dispuesto a ayudar a convertir al Brasil en el nuevo campo de batalla del Make America Great Again (MAGA).

Bannon, acusado de fraude y lavado de dinero, prepara su regreso político, tras no obtener muy buenos resultados en Europa. Ahora puso su mirada en Brasil y las elecciones presidenciales de 2022, partiendo de la premisa de que los comicios presidenciales estadounidenses del año pasado fueron robados a Trump. Apoya a Eduardo, uno de los hijos del mandatario brasileño, quien impulsa desde hace años la creación de un foro de partidos de extrema derecha, y acordaron «unir fuerzas, especialmente contra el marxismo cultural».

Bolsonaro, con Bannon de su lado, quiere hacer de Brasil el próximo campo de batalla del MAGA. Y no es la primera vez que Bannon intenta llevar su programa de gira a otras latitudes. Tres años atrás, Bannon visitó varios países de Europa en un intento de unir una red transnacional de ultranacionalistas de derecha. Bannon vio este esfuerzo como parte de una «guerra» entre el populismo y «el partido de Davos», entre la «gente real» blanca, cristiana y patriótica (en palabras de su partidario británico, Nigel Farage) y las élites globalistas cosmopolitas. Sintiéndose ganador, en aquel momento dijo: «Estamos abiertos a los negocios. Somos una ONG nacionalista y populista, y somos globales».

En esa gira europea, Bannon intentó juntar a varios ultraderechistas: los españoles de Vox, la francesa Marine Le Pen, el viceprimer ministro italiano Matteo Salvini y el fascista primer ministro húngaro Viktor Orbán, pero el llamado Movimiento de Bannon tuvo poco impacto en la política europea, y aunque presiona todos los botones correctos (gastos de defensa, desequilibrios comerciales), lo hace desde una perspectiva ciega de Washington: en realidad no sabe mucho sobre cómo funciona el mundo.

En Latinoamérica, la política de derechas se ha impregnado del discurso de las iglesias neopentecostales en muchos países. Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, vio cumplida su profecía de la «nación divina» cuando su amigo Jair Bolsonaro tocó el cielo (del Palacio del Planalto) en 2018. Varios líderes religiosos han ido acumulando riqueza y poder político en América Latina. Las iglesias evangélicas avanzan sin freno en una región que era el semillero de la Iglesia católica hasta hace poco. Cien millones de fieles llenan sus templos y escuchan las soflamas antiabortistas de los pastores pentecostales. Pero su discurso no se circunscribe al ámbito religioso.

Gracias a imperios mediáticos como el que ha levantado Macedo en Brasil, los evangélicos son hoy un influyente lobby político. El cómico evangélico Jimmy Morales, en la mira de la justicia por presunta financiación electoral irregular, gobernó en Guatemala entre 2016 y 2020. Y en Costa Rica estuvo a punto de llegar a la presidencia en 2018 Fabricio Alvarado, otro dirigente en la órbita de los evangélicos. Ganó la primera vuelta al grito de «¡No se metan con las familias!», en referencia a la educación sexual laica que comenzaba a impartirse en las escuelas costarricenses.

La derecha latinoamericana ha visto en ese auge evangélico una puerta abierta para captar votantes en un nicho social que tradicionalmente se le ha resistido: los pobres. La buena sintonía entre populistas de derechas y pastores evangélicos es evidente en muchos países. Coinciden en muchas ocasiones en una defensa del neoliberalismo y una oposición militante a derechos sociales como el aborto o el matrimonio igualitario.

México y Argentina

El 15 de agosto último, 15 senadores del Partido Acción Nacional (PAN) mexicano, suscribieron con el dirigente de la formación ultraderechista española Vox, Santiago Abascal, la Carta de Madrid, un documento impulsado por el partido fascista para sumar a líderes políticos y sociales en la lucha en contra del avance del comunismo en la Ibero-esfera. De acuerdo con la Carta, una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países, por lo que llama a defender el Estado de derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada.

La firma de la Carta de Madrid no sólo exhibe el talante retrógrado, autoritario y entreguista de buena parte de la oposición mexicana; también pone de manifiesto la incapacidad de las derechas hispanohablantes, a uno y otro lado del Atlántico, para articular programas ideológicos y políticos a la altura de la sociedad contemporánea. Al llamar a combatir el inexistente peligro del avance del comunismo en lo que de manera hispanocéntrica llaman iberoesfera, Vox y el PAN, muestran una desconexión tan absoluta de la realidad que toman una polaridad extinta hace tres décadas como eje de su actividad política, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.

En el caso argentino, tal vez el de mayor desarrollo en la actualidad, Avanza Libertad, negacionistas del coronavirus y del terrorismo de Estado, impulsado por los economistas José Luis Espert y Javier Milei, suma adhesiones electorales y gana capilaridad en la juventud y los medios. Los medios y los encuestadores narran a Milei como un fenómeno electoral, volcados en su mayoría a una derecha exacerbada. Milei lanza diatribas contra los «zurdos de mierda», afirma que está ganando una guerra, promete «quemar el Banco Central» y cuenta excentricidades sobre su vida privada. Grita, se despeina, clava la mirada como poseído.

Son estudiantes secundarios y universitarios que tienen entre 15 y 23 años. La mayoría, de clases medias y altas. Tienen fuerte presencia en las redes sociales, con miles de seguidores y el meme como herramienta política. También salen a las calles. En las marchas opositoras se los ve con sus remeras con la Bandera de Gadsden, que tiene una serpiente con el lema Don't Tread on Me (No me pises), o el logo de prohibido el Che Guevara. Repiten que la minoría que produce mantiene al resto con sus impuestos. Se oponen a la cuarta ola del feminismo y al uso del lenguaje inclusivo. Intercambian libros entre ellos y participan de conferencias. Son los jóvenes libertarios, señala el diario Clarín.

Milei, hijo de un empresario del transporte, tiene como meta lograr el 10 por ciento de los votos en la ciudad de Buenos Aires, quizá sea a expensas de las «palomas» neoliberales de Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, que realmente se sienten en sintonía con los libertarios. Milei no batalla contra los medios del mainstream. Por el contrario, parece jugar de local en ellos. Milei suele aparecer entre los trending topics del día y ganan terreno los testimonios de padres, algunos de ellos angustiados, que afirman que sus hijos adolescentes o jóvenes ven en los postulantes de Avanza la Libertad una opción antisistema.

Las encuestas ya anticiparon una avanzada ultraliberal en 2019 y se encontraron con un fracaso estrepitoso. Milei-Espert suelen ser explicados como la reacción ante un sistema que no da respuestas. En el caso argentino, ese sistema lleva una década sin crecimiento. Desde 2018 hasta hace pocos meses, la economía registraba una caída libre, con la suma del colapso del plan económico de Macri y el desplome por el coronavirus. La sensación de país del fracaso y de que todo lo que ocurre afuera es mejor campea en el terreno político y mediático liberal-libertario. Tal «fracaso» suele ser asignado por sus propaladores a «70 años de populismo».