Giancarlo Giorgetti, ministro de desarrollo económico y también miembro de la Lega en el gobierno de Mario Draghi, elige, días antes de las elecciones administrativas en las ciudades más importantes de Italia, mover las aguas y hacer manifiesta una oposición interna a Matteo Salvini, dirigente nacional de la Lega. A juzgar por lo que afirma en las entrevistas, sus posiciones son europeístas y busca una alianza de centro que permita llevar a cabo las reformas necesarias para modernizar el sistema-país y administrar, del mejor modo posible, los fondos que la Unión Europea ha puesto a disposición de Italia.

El juego de Giorgetti sería fortalecer las posiciones gobiernistas de la Lega, representadas por los presidentes de las regiones del norte y consolidar un pacto político amplio que integre a los partidos centristas alcanzando incluso al partido democrático. Esta apuesta es una amenaza a las posiciones extremistas de Salvini antes de las elecciones administrativas y un fuerte invito a la Lega que para que se convoque a un congreso y se pueda redefinir el posicionamiento político del partido, reforzando el ala gobiernista que apoya la modernización y Mario Draghi.

Este drama se ha visto exacerbado por ciertos problemas legales que involucran al ex responsable de comunicación de Salvini y el progresivo deterioro del consenso legista, reflejado en las encuestas acerca de los posibles resultados electorales de este fin de semana. Salvini ha sido víctima de sus propias contradicciones e inconsistencias, de su doble juego de gobierno y oposición a la vez, y la incapacidad de aclarar de manera coherente, y menos oportunista, sus posiciones frente al gobierno de Mario Draghi, que en pocos meses ha mostrado la capacidad de cambiar positivamente la imagen del país, implementando reformas y sabiendo gobernar sobre una base amplia de consenso y eficiencia en un momento en que la mayoría de los partidos políticos han demostrado su falta de perspectiva, capacidad administrativa y persuasión.

Mario Draghi además se presenta como uno de los líderes con mayor peso político a nivel europeo y Giorgetti se autoproclama como su partidario. El cálculo político que haya hecho no lo conocemos en detalle, pero no podemos excluir la posibilidad que él, Giorgetti, se presente como el «heredero de Draghi» en las elecciones del 2023. En todo caso, el proyecto político-económico requiere continuidad y un apoyo amplio que comprenda sectores de derecha, centro e izquierda. Es decir, una restructuración de la configuración política actual, donde las posiciones populistas, soberanistas y anti-europeas sean aisladas, ya que de esta posible «alianza» depende en gran medida el futuro de Italia.

La política es sin duda un drama, donde ciertos personajes hacen su juego en contra del destino y a menudo este último impone su fuerza, desnudándolos de imagen y consenso. La pregunta que todos hacen es cómo terminará la rivalidad entre Salvini y Giorgetti; esto lo veremos cuando se conozcan los resultados electorales.

Otro factor interesante es la creciente presencia en la escena política de Giorgia Meloni, que supera a Salvini por la derecha y encarna la única oposición intransigente al gobierno sin poder constituirse en una alternativa, persiguiendo la banalidad de cultivar consenso sin influencia, que es una actividad fútil como sembrar la tierra sin cosecha. El proyecto político de Giorgia Meloni se esfuma con Georgetti y su búsqueda de una «derecha racional», pues esta alternativa la dejaría aislada como a la Le Pen en Francia.

El gobierno de Mario Draghi es una excepción histórica que se entiende como una demostración de la incapacidad y falta de preparación, desgraciadamente generalizada, de la clase política italiana y, por el momento, la única garantía para que el país pueda superar sus problemas, como ya ha demostrado Draghi, es que él continúe como primer ministro después del 2023. En caso contrario, se pone en riesgo el plan de recuperación y todos los recursos puestos a disposición por la Unión Europea, que representan un 10% del producto nacional italiano. Lo que implica crear una entidad política que lo respalde incondicionalmente y haga suyo el proyecto de reforma estructural. Es decir, el partido de Mario Draghi.