No queda claro aún hasta dónde han de llegar los Acuerdos de Abraham, sin embargo, los alcances desarrollados hasta este momento auguran la conformación de un eje de acción hacia dos frentes distintos, pero complementarios, para los intereses de algunas potencias, tanto medias como potencias globales.

Basta con observar el mapa de la zona, marcado con los involucrados en el acuerdo, para ir entendiendo los ejes estratégicos que esto conlleva, tanto entre los actores que han sido los primeros en gestar los cambios, como entre aquellos que por una u otra razón tendrán efectos creando una alianza que hace un par de décadas jamás sería considerada pudiera ocurrir, pero que debido a actores como Rusia, China, Turquía e Irán, se han sentido en la obligación de recurrir a la creación de ejes de acción para garantizar una posición de liderazgo en el tablero global, movida también realizada con la firma del AUKUS entre el Reino Unido, Estados Unidos y Australia, como fue mencionado en un artículo en octubre anterior.

A continuación, el mapa mencionado anteriormente, con los detalles sobre los países involucrados directa o indirectamente en Acuerdos de Abraham para de ese modo poder explicar las alianzas forjadas y los puntos de contención, así como dar un enfoque histórico sobre el tema.
Mapa
En la imagen anterior existen países que han entrado en un vínculo directo con Israel y se suman a los que anteriormente lo habrían hecho. En 1979 Egipto firmó el primer acuerdo de paz de un país árabe con los israelíes y en 1994 los jordanos hicieron lo mismo, así se transformarían en los países del eje árabe que cambiaron su perspectiva dentro del conflicto y corrieron riesgos al realizar estas movidas.

Durante los Acuerdos de Abraham, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin firmaron directamente un acuerdo de normalización de relaciones con Israel, cambiando una vez más la agenda árabe con respecto al conflicto. Lo más trascendental de esta movida es la supuesta «despalestinización» de la agenda del mundo árabe en el Golfo para lograr acuerdos de beneficio tecnológico, alianzas militares y vínculos económicos que además se fortalecen con las nociones de estos países de querer dejar de ser dependientes del petróleo y pasar a tener una diversificación de los mercados de oferta en cuanto a servicios y productos, de cara a los cambios pactados en el mundo para el año 2030.

Otros países por adhesión como la República de Sudán (del cual se hablará más adelante), así como el Reino de Marruecos, se unirían al proceso para garantizar sus propios beneficios de la alianza. De nuevo, sacando el tema palestino de la agenda de su relación con Israel y utilizando la movida para garantizar un reconocimiento territorial sobre la región del Sahara Occidental; en el caso marroquí y la salida de la lista negra de patrocinadores del terrorismo internacional del gobierno sudanés.

Mientras que algunos países contemplan unirse a los acuerdos, otros se asocian por «accidente». Entre el primer grupo se contempla a Qatar y Omán, aunque en el caso del emirato liderado por los Al Thani se ve con recelo por sus vínculos con los Hermanos Musulmanes y otras organizaciones salafistas como el Talibán afgano, mientras que el Sultanato de Omán solamente vendría a ser en efecto dominó su vínculo con el acuerdo. También se ha mencionado a países como Malasia y Túnez que se podrían unir a este eje que abarca países en zonas sensibles como el mediterráneo, el norte de África y el golfo Pérsico; así como la influencia sobre el golfo de Omán, el mar Arábigo y los accesos al golfo de Adén y el mar Rojo hasta el Canal de Suez inclusive.

Un país importante que entra accidentalmente en el acuerdo es el Reino de Arabia Saudita, quienes han marcado sus resistencias a unirse plenamente a la propuesta mientras no se llegue a una solución al tema palestino, pero que ya tras bambalinas han ido «normalizando» algunas medidas, como facilitar que vuelos comerciales desde y hacia Israel atraviesen el espacio aéreo saudita, así como supuestos de conversaciones secretas entre líderes e inteligencia de ambos países con el fin de contrarrestar cualquier tipo de reforzamiento del poder iraní en la zona.

En consideración con lo visto en el mapa, se ha creado un eje de acción en dos frentes principales, el mediterráneo oriental y la zona del golfo Pérsico, generando incluso una especie de «corredor de acción» de ser necesario en caso de un enfrentamiento militar, que no está contemplado a manera de «guerra total».

Lo correspondiente a la zona del golfo y zonas aledañas hasta el mediterráneo oriental se encuentra Emiratos Árabes Unidos de la mano del príncipe heredero Mohammed Bin Sayed, Bahréin, Omán y Arabia Saudita, complementando el enlace con Jordania, Israel, Egipto y la República de Sudán, teniendo su punto de control más occidental en África del Norte en lo que corresponde a Marruecos, quedando controladas las zonas neurálgicas más trascendentales de la geopolítica regional.

En el mediterráneo; aunque no se diga abiertamente hay un interés por contrarrestar los movimientos de la República de Turquía en manos de Erdoğan. Existe una desconfianza cada vez más generalizada en las acciones del gobierno turco, aunque al mismo tiempo hay un doble juego ya que al gobierno turco se le permite realizar acciones que afectan a otros actores aliados de occidente, como ocurre con los kurdos de Turquía, Grecia o las movidas actuales en territorios africanos.

Ante esto, países con presencia en el mediterráneo o intereses han incluso realizado ejercicios militares para anticiparse a cualquier acción turca que ponga en peligro su hegemonía en la zona o que les quite acceso a beneficios como las plataformas gasíferas encontradas recientemente en la región de las cuales por medio de una extensión de la Zona Económica Exclusiva entre Libia y Turquía pretenden ampliar su área de extracción y explotación en detrimento de los demás actores de la zona mediterránea. Por lo tanto, el eje vinculado de algún modo con los Acuerdos de Abraham le intentará poner un alto a los deseos expansionistas del presidente turco.

Mientras que en la otra parte de la ecuación se encuentra una zona donde la principal amenaza a la estabilidad regional sigue siendo los intereses nucleares de la República Islámica de Irán, por lo que todas las acciones van ante la necesidad de «equilibrar» las fuerzas en el área.

Los bloqueos iraníes del Estrecho de Ormuz por donde sale gran parte del petróleo hacia los mercados internacionales, más las constantes amenazas que significa la influencia iraní al mar Arábigo desde el Yemen, motivan aún más las alianzas relacionadas con los Acuerdos de Abraham y es evidente que si la contención diplomática impulsada principalmente por Europa y el gobierno estadounidense de Joe Biden; en contraposición a la política de Donald Trump, los países de la zona buscarán tener una alianza mucho más estrecha y efectiva para intentar por su cuenta neutralizar las intenciones iraníes.

Un aspecto que ha acelerado esta alianza en la región fue la política del expresidente Obama de salirse de Oriente Medio y mirar más hacia el este de Asia para servir de contrapeso a la política china, elemento que se intentó «enmendar» durante la gestión anterior, aunque obviamente no fue suficiente, ya la influencia iraní tenía rato de haber crecido en la región, desde los anales de la invasión estadounidense a Irak y Afganistán la cual se transformaría en uno de los mayores fracasos de la política militar estadounidense en décadas.

Es decir que, si bien Estados Unidos fue uno de los gestores para que se generaran los Acuerdos de Abraham, los propios países que se sentían amenazados por las acciones políticas de Irán y Turquía, mantenían relaciones o contactos de manera extraoficial obligados por un entorno que el propio occidente; incluyendo al gobierno estadounidense, habían provocado.

Para el año 2022 es posible que se intenten reforzar aún más los vínculos asociados con los Acuerdos de Abraham, sin embargo, hay algunos aspectos que podrían atrasar el proceso o que llevarían la situación por otras rutas.

Un ejemplo de lo anterior es la situación de la República de Sudán, si bien se llegó al acuerdo que regresara el gobierno de transición en manos del Primer Ministro Abdallah Hamdok, el riesgo de un nuevo colapso está latente y en control del general Abdel Fattah al Burhane, por lo que el asunto no está seguro de que puedan continuar por la ruta trazada hasta este momento, incluyendo los acuerdos con Estados Unidos y occidente que puedan tener plenamente a los sudaneses dentro del proceso extendido de los Acuerdos de Abraham.

La situación iraní y las acciones turcas podrían ser también otro factor que escale las posibilidades de adhesiones al acuerdo para seguir manteniendo la contención adecuada. Hay circunstancias alrededor que podrían gestar estas adhesiones de un modo más acelerado queriendo crear un pivote urgente para evitar un mal mayor.

El avance en el proyecto nuclear iraní, la situación interna de Siria, Yemen y Líbano, así como la influencia sobre la esfera palestina serán claves para ver cambios significativos en la ampliación de estos acuerdos. De darse una pifia grave en la situación nuclear iraní podría ser el inicio de una carrera nuclear regional que sería catastrófica para los efectos globales.

De igual manera, un eje de influencia en el Levante o en las cercanías del Mar Arábigo en las postrimerías del Golfo de Adén y su estrecho podrían ocasionar que sea más urgente las alianzas y adhesiones al acuerdo firmado y otros parecidos.

En el caso turco, conforme se mueva Erdoğan fuera del eje occidental y en función a una agenda islamista, más posibilidades existirán que deba existir una alianza árabe-israelí funcional para los intereses de la región, porque la dinámica islamista de los Hermanos Musulmanes buscan hacerse con el control de la influencia del mundo musulmán en general, no solo en esta parte del mundo, y eso se ve en las movidas políticas y religiosas que a lo largo de Asia Central, Sudeste Asiático y el propio Medio Oriente y África ha promulgado Turquía a través de su líder.

Evidentemente faltan elementos para seguir analizando las circunstancias que rodean los alcances de los Acuerdos de Abraham y su destino, pero en estas líneas se intentó al menos explicar los frentes que han motivado los movimientos y los actores principales a los que se les busca contrarrestar, dejando momentáneamente por fuera los casos específicos de Rusia y China, quienes tienen intereses desde una agenda eurasianista y donde Medio Oriente y sus actores juegan un rol más de peones temporales de un proyecto mucho más grande.

Notas

Aurora. (2021). Un ministro israelí aseguró que Túnez, Qatar, Omán y Malasia podrían sumarse a los Acuerdos de Abraham. Octubre, 19.
Aydıntaşbaş, A., y Shapiro, J. (2021). Biden and Erdogan Are Trapped in a Double Fantasy. Foreign Policy. Enero, 6.
Baños, J. (2021). Turquía se vuelca en África. La Vanguardia. Octubre, 24.
Britannica Escola. (s/f). Guerra total.
Cembrero, I. (2020). El extraño juego de Arabia Saudí: cierra filas con Israel contra Irán, pero no lo reconoce. El Confidencial. Noviembre, 25.
Redondo, R. (2021). Emiratos y Arabia Saudí ponen en marcha los ejercicios militares ‘One Destiny’. Atalayar. Noviembre, 9.
Topper, I. (2020). La zona económica exclusiva, raíz del conflicto entre Turquía y Grecia. La Vanguardia. Septiembre, 8.