Es sabido por todos que el sector musical no pasa por uno de sus mejores momentos actualmente, pero en realidad eso depende en gran medida de cómo se mire la situación, pues aunque sí es cierto que Internet supuso un varapalo para la industria discográfica, este nuevo contexto ha propiciado a su vez la revalorización del directo. Sin embargo, la música en vivo tiene ante sí el reto de recuperar la valoración que un día tuvo, sobre todo en ciudades como Madrid, en donde los músicos se encuentran con todo tipo de trabas a la hora de realizar un directo.

Grabaciones por doquier

A pesar de que el impacto de Internet en la industria musical fue devastador, podría decirse que para la música en sí ha tenido un efecto muy positivo. Gracias a la era digital, artistas de todo el globo con pocos medios han podido sacar adelante sus grabaciones y, desde la red de redes, hacérselas llegar al resto del mundo sin necesitad de sello discográfico y/o distribuidora. Esto ha multiplicado exponencialmente toda la oferta musical y ahora cualquier persona tiene acceso a un abanico de propuestas que antes era simplemente impensable.

Esta situación ha traído de la mano la sobresaturación musical, provocando que los oyentes presten menos atención a cada canción que escuchan. Sin embargo, podría decirse que esta saturación ha vuelto a poner relevancia en la figura del periodista musical, esa persona encargada de hacer una selección de lo que se puede encontrar en la red. De igual manera, la gran cantidad de grabaciones ha hecho que el concierto gane valor añadido. Es por ello que resulta chocante que en estos tiempos en los que se debería apoyar la música en vivo, se vean situaciones de total desprotección.

Una legislación poco amable

A diferencia de otras ciudades, en donde las actuaciones de pequeño formato son permitidas en toda clase de bares, siempre y cuando no molesten a la vecindad, en Madrid la legislación al respecto es muy específica y restrictiva, tanto que a muchos establecimientos no les compensa solicitar la licencia correspondiente. Asimismo, si quieren abrir más horas deben abonar extras que provocan que las salas que quieran poder mantenerse, deben obtener unos ingresos diarios altos. Y por supuesto, todo esto va en perjuicio de los músicos.

También cabe señalar una de las últimas medidas adoptadas por la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, relativa a los músicos callejeros: la realización de exámenes a los intérpretes, con el fin de valorar su idoneidad para la ciudad, y una restricción de dos horas por sitio para aquellos que superen la prueba. Por supuesto, no se permitirán amplificadores ni instrumentos de percusión.

Las condiciones del directo

Aquí es cuando la situación se pone verdaderamente interesante: las condiciones. Si bien es cierto que hay propietarios de establecimientos que te miran extraño cuando les mentas la palabra, hay otros que la han aprendido bien y la utilizan para sus propios intereses. Se ven casos de salas perdidas en la periferia de la ciudad que te exigen un mínimo de personas alto y, si no se supera, no sólo se quedan con la recaudación de la entrada –de la cual ya se llevaban un porcentaje-, sino que además los músicos tienen que abonar un extra, incluso si solo falta una entrada. Lo curioso es que esas mismas salas no hubieran llenado ni una tercera parte en esa franja horaria de haber abierto normalmente, pero si hay un concierto será el músico quien asuma todos los riesgos.

También hay establecimientos que te ofrecen tocar para promocionarte y sus anuncios han dado lugar a hilarantes respuestas en la red. Pero quizá la figura más controvertida que ha surgido de toda esta situación es la del promotor de conciertos. Si bien es cierto que hay muchos que hacen bien su trabajo y se llevan su justa parte, han surgido aquellos que te pagan con conciertos que quizá te vengan bien para hacerte ver. En estas situaciones resulta curioso cómo en ningún momento se duda que los técnicos de montaje, de sonido, de luces, el puerta, camareros, el DJ de después del concierto y los promotores cobren por su trabajo –es lo justo por realizarlo-, pero sí se pone en duda que el músico deba hacerlo.

Luz al final del túnel

A pesar de todo esto, he de decir que no todo es malo. Hoy en día te sigues encontrando salas que se esfuerzan por ofrecer unas condiciones dignas a los músicos, así como promotores que se esfuerzan por mover a sus grupos y porque todos cobren su trabajo.

Igualmente, entre los músicos coge cada vez más fuerza la corriente que defiende que cobren por su trabajo, negándose a tocar en aquellos sitios que se aprovechen de ellos. Al fin y al cabo, si un grupo se presta a eso, perjudica a todos los demás.

También se ha visto cómo en Castilla y León se aprobaba una modificación de la Ley de Espectáculos a petición del Ayuntamiento de Valladolid, por la cual se permitiría a muchos más establecimientos ofrecer actuaciones gratuitas –sin entrada- de pequeño formato y, aunque aún no se han visto claros resultados, podría suponer un paso adelante.

Y es que una relajación de la legislación al respecto sería necesaria, pues unas mayores imposiciones económicas para los establecimientos que organicen conciertos, así como el 21% de IVA que tiene la cultura, al final repercuten directamente en el salario de los músicos. Si ya es de por sí una profesión complicada, estas restricciones agravan las situación.

La promoción de una ciudad cultural y abierta siempre ha sido un potente reclamo turístico y España siempre ha sido un referente mundial en la creación artística, a pesar de que hoy por hoy a su capital se la note dormida.