El calor que se sentía en el último piso del Teatro Municipal de Guadalajara de Buga aquella noche de sábado, tenía a varios sudando en sus prendas de presentación. Una norteamericana abrazaba una columna de cemento para que esta le transmitiera su frío; otro oriundo del país del norte estaba sentado junto a uno de los grandes ventanales sintiendo la brisa de la noche; a su lado, un joven vestido con toga azul oscura y venido desde Bogotá, estaba sentando intentando percibir lo mismo. El sudor se notaba en sus rostros. Los barranquilleros, por el contrario, se notaban más tranquilos. Tanto los hombres como las mujeres se veían cómodos con el clima., similar al de su ciudad de origen ubicada en Costa Atlántica colombiana.

Pero que esto no los engañe. Ninguno de los ahí presentes estaba molesto por su situación. Aún sintiendo el aire denso, todos esperaban sentados o hablando en tono bajo con su compañero de al lado, caminando en círculos mientras escuchaban a la mujer que les indicaba que eran los siguientes. La pregunta es: ¿qué hacían ellos ahí?

La respuesta puede ser mas clara si vamos veinte años atrás, cuando se realizaba la primera Semana Coral Internacional en Buga, un municipio del departamento del Valle del Cauca, en el occidente de Colombia. Lo primero a dejar claro es que aquella población es más reconocida por la Basílica del Señor de los Milagros, un templo católico que es visitado por miles de feligreses casa año. La tradición musical no es lo primero que venga a la mente de muchos cuando se menciona Buga.

Aún así, la labor de Corpacoros, la Corporación para el Desarrollo de la Música Coral en Buga, ha logrado cautivar a personas alrededor del mundo y convertir ese pueblo valluno en la capital coral de Colombia. No solo por la cantidad de personas participando, que según sus cifras es de más de 7.000 entre directores y coreutas, también por la calidad de los invitados. Directores, maestros de canto y cantantes de más de 15 países han mostrado su música en los escenarios con los que cuenta el festival.

¿Qué lugares son? Colegios, universidades, iglesias, auditorios, ingenios azucareros, plazoletas y teatros. Cualquier espacio que un coro pueda tomarse. Lugares donde los espectadores aparezcan y los aplausos sobren luego de cada interpretación. Donde pueda surgir la pasión por el canto.

Para algunos pueda que el evento parezca pequeño y si lo comparamos con festivales internacionales de otras partes del mundo seguramente será así. Por eso, hay que señalar que Colombia no cuenta con una gran tradición coral. A diferencia de otros países donde los coros abundan y hasta las empresas organizan los propios, es normal que en universidades y otras instituciones educativas la falta de un coro sea normal.

El Festival de Coros de Bogotá, en la capital del país, no logra una convocatoria que se acerque a la de otros eventos culturales semejantes como la del Festival Iberoamericano de Teatro. En Buga, por el contrario, los habitantes del pueblo y de los municipios vecinos se van acostumbrando a recibir cada año a una gran cantidad de visitantes.

La labor, dirigida en principio por Carlos Armando Pérez y actualmente por Guillermo Villegas, muestra sus frutos. Ya no solo vienen coros, sino que se presentan grupos de la región, varios de ellos conformados por niños. Son cada vez más las entidades, públicas y privadas, que se quieren vincular a esta labor.

Es tal vez por todo esto que los bogotanos en toga y los ‘gringos’ de traje soportan sin problema el calor, porque desean estar ahí y ser partes de esto, poder cantar en aquel teatro ante el público que viene feliz a gozar de la música. Está a su vez el deseo de conocer el país, la región, el departamento para quienes vienen de lejos. Los que se arriesgan a venir a la Colombia que tanto se nombra en los diarios pero que siempre es una pobre imagen de un país de unos 48 millones de habitantes aproximadamente.

Para este 2015 cuando se realizará la versión número 20, los organizadores y el público esperan ver más coreutas sudorosos en el escenario. Son varios los coreutas que desean volver y esperar su turno para tomarse el escenario para dar la mejor interpretación de su vida. Si, seguirán sudando en el caluroso clima de Buga porque, a fin de cuentas, no hay peor enemigo para la voz que el aire acondicionado.