La pieza musical Divenire, de Ludovico Einaudi, es un círculo encerrado en otro círculo, que se expande como anillos en el agua, conteniendo otros incontables anillos. Su música, a veces, me entristece. Otras, me alegra y sin embargo, soy siempre yo y la música es siempre la misma música con sus infinitos anillos, en su crecendo. En sus pasajes repetidos, en sus tonos claros y sus notas, que se juntan y separan, como lágrimas o sonrisas, atrapadas en un solo gesto.

Para los griegos, la palabra sería “katharsis”. Para mí, esta música es un collar de perlas redondas, que reflejan como un espejo cóncavo lo que llevo dentro. Quizás, la música sea la vida o la vida música, donde nos reflejamos para descubrirnos y vernos desde afuera hacia adentro.

Para mí, la música de Ludovico Einaudi es un ir hacia adelante y un volver atrás, como las olas sin rumbo definido, persistiendo. Quizás, esta pieza sea una metáfora casi inextricable del tiempo, de las emociones vividas. Quizás, la música sea un cuento sin palabras, sólo recuerdos vacíos, que cada uno llena con lo que lleva adentro.

Pero al escucharlo, me ahogo en mí como en el naufragio de mi propio ser en un mar de imagines, de vivencias, sentimientos y lejanos recuerdos. Raras veces es así, pero sus notas repetitivas, que se abren y cierran como puertas y ventanas, su reminiscencia del viento de un otoño perdido, evocan todo lo que he sido y lo vuelcan en el pozo del presente para que vuelva a mojarme de mi mismo en un bautizo tardío en las hondas y oscuras aguas de la vida en pretérito.

A veces siento que es el corazón que late detrás de esas notas, a veces pienso que son una lluvia de lágrimas, otras que es el florecer de una primavera ya ida o una corriente subterránea que con fuerza me arrastra y resuenan en mi todos los besos, todas las palabras encantadas. El amor que quedó colgado en una esquina, la sonrisa que voló sin alas y la mirada que fue espejo donde vi encerrada mi alma. Hace días que pienso en esta música, días en que no me afeito y dejo crecer aún más mi barba. Quizás ya no sea el mismo, quizás, corriendo tras sus notas, descubrí que se vive solo en presente y solo en presente se sufre, se ríe y se ama.

Talvez, la vida sea un eterno movimiento, un avanzar sin destino, un ser en el ser que se descubre a sí mismo y al hacerlo, cambia. Talvez, el tiempo sea solo una jaula y más allá del pasado, del presente y del futuro existan miles de perspectivas, posibilidades, miles de vuelos que soplan y nos hinchan con fuerza las alas para llegar siempre más lejos.