Hoy en día resulta impresionante ver el nivel de calidad alcanzado por los efectos digitales en el cine, y aún así podríamos decir que no estamos ni a medio camino; llegará un día en el que muy difícilmente consigamos distinguir en la pantalla los elementos reales de los CGI (Computer-Generated Imaginery).

La utilización de los llamados CGI se ha multiplicado exponencialmente durante los últimos años. El refinamiento de estos ha posibilitado la creación de planos cinematográficos, mundos y criaturas ficticias imposibles o muy difíciles y costosos de reproducir mediante otros medios. Han supuesto una verdadera revolución, ya que han conseguido eliminar fronteras técnicas, ampliando tremendamente el campo de juego de la creatividad.

La belleza de lo imperfecto

Si extrapolásemos el concepto de los CGI a la música, podemos ver cómo la utilización de elementos digitales, que tuvo sus inicios en la década de los 80, supuso igualmente una revolución. Aunque inicialmente los resultados que se consiguieron fueron poco convincentes, ya en los 90 y sobre todo en la primera década del milenio pudimos ver toda una eclosión de música electrónica que hacía un uso verdaderamente creativo de estos elementos, dando lugar a un sinfín de nuevos estilos musicales.

Con el desarrollo de la técnica, se ha ido comprobando cómo al oyente le resultan agradables ciertas imperfecciones en la música, las cuales se han ido imitando hasta el punto de apenas notar la diferencia. Sin embargo, actualmente muchos artistas optan por la combinación de elementos reales y digitales, sin pretender que estos últimos imiten en forma alguna a instrumentos reales, sino que funcionen como lo que son y aporten toda esa gama de sonidos y ambientes imposibles de conseguir de manera orgánica.

Si lo extrapolamos al mundo del cine, el abuso en el uso de los CGI puede hacer que la película pierda cierta “magia”, por llamarlo de alguna manera. Tal y como ocurría con la música, al espectador le resultan agradables a la vista ciertas imperfecciones que hoy por hoy solo nos da la imagen real, y una buena utilización de los CGI pasa por aplicarlos -en mi opinión- allá donde vayan a ser útiles y/o necesarios o, mejor dicho, donde tengan sentido.

El legado de Jar Jar

Como apunte personal, he de confesar que desde niño he sido fan de Star Wars y, como a muchos otros fans, me decepcionó sobremanera el esperado “Capítulo I” de la saga; y a pesar de que las dos entregas posteriores fueron elevando progresivamente la calidad, no creo que consiguieran estar al nivel de la trilogía clásica. Casualmente y a diferencia de la nueva trilogía, George Lucas solo dirigió la primera de ellas, mientras que la comúnmente considerada mejor de todas, El Imperio Contraataca, fue dirigida por Irvin Kershner.

Todo este largo preludio viene a cuento en relación al próximo estreno de Star Wars VII: The Force Awakens, previsto para el 18 de Diciembre. En este caso, Lucas no cede la batuta de director, sino que ya cedió en su día la batuta de toda la compañía a Disney, quien decidió encomendar a J.J. Abrams la tarea de dirigir la nueva entrega -que ya se había encargado del reboot de Star Trek con buenos resultados-.

Ya se han podido ver algunos trailers, y especialmente interesante fue el que emitieron durante la Comic-Con de este año. En él reivindicaban la combinación de técnicas digitales con el uso de efectos, maquetas y decorados reales, como queriendo hacer un guiño tanto a los fans como al propio Lucas. Y es que la excesiva presencia de lo digital en el metraje de la nueva trilogía consiguió que algo de la magia de ese mundo se escapara, pues fue muy criticado en su momento el hecho de que la tecnología aparecía en la nueva trilogía pareciese mucho más moderna que la que se utilizaría, se supone, décadas más tarde.

Todo apunta a que Abrams quiere apartarse de todo lo que los fans rechazaron de la nueva trilogía, con el añadido de que la trama le permite deshacerse de un personaje tan odiado como Jar Jar Binks y traer de vuelta a la vieja tripulación del “montón de chatarra” –capaz de hacer el “Corredor de Kessel en doce pársecs”-.

Madurez digital

Volviendo a las comparaciones con la música, parece que tal y como ocurrió con la inclusión de las técnicas digitales, el cine ha pasado su adolescencia y en estos momentos está aprendiendo a aprovechar estos medios de una forma más coherente y creativa, evitando el abuso de los mismos y respetando esas pequeñas imperfecciones que tanto nos gustan a algunos; y es que, a pesar de todo lo que consigamos desarrollar la técnica –y lo haremos, y mucho-, jamás podremos copiar las infinitas variables de la realidad.