La cineasta española Isabel Coixet está cansada de palabras, de estadísticas, debates y conferencias. Está cansada de datos que dicen lo mismo una y otra vez, de respuestas que se quedan en el aire. Está en un momento de su vida donde quiere acción, donde anima a tomar una posición proactiva. El tema que le agita de tal forma es ser una directora de cine, en un momento donde la cuestión se difunde en los medios de comunicación (sobre todos los digitales) más que nunca, y que en Hollywood lleva meses generando un bienvenido y constante debate. En su visita al programa de RTVE Atención obras, que conduce la actriz y presentadora Cayetana Guillén-Cuervo, la cineasta respondió con esa desarmante sinceridad a la pregunta de Guillén-Cuervo. Sucedió el pasado 22 de octubre, y vino a colación del preestreno en el Festival de Valladolid de la última película de Isabel Coixet, Nadie quiere la noche, que cuenta con Juliette Binoche y Rinko Kikuchi para narrar la historia real de Josephine Peary, que en 1908 viajó al Ártico polar en busca de su marido Robert, explorador que trataba de ser el primero en llegar al Polo Norte y dar fe de ello. Una película con dos protagonistas femeninas que viene dirigida por una mujer, algo que no se da con mucha frecuencia en comparación con sus homólogos masculinos.

Coixet entiende ser proactivo como sacar adelante historias así, ya sea dirigiéndolas o produciendo para otras. En los últimos años ha ayudado a que Belén Funes y Jennifer Cox pudieran hacer sus cortometrajes Sara a la fuga (2015) y Teeth (2014) respectivamente, y el pasado 25 de noviembre se anunció que su productora Miss Wasabi Films iba a estar como parte co-productora de películas como Quisiera parar el tiempo, de Elena Trapé; Nadie nos mira, de la argentina Julia Solomonoff o ¿Qué hicimos mal?, segundo trabajo de Liliana Torres. Además, el nuevo cortometraje de Funes, La Inútil, será también financiado por Coixet. La promoción durante un mes del estreno en Estados Unidos de su antepenúltimo trabajo, Aprendiendo a conducir (2014), le habrá hecho reflexionar mucho sobre la cuestión, ya que la temática está tan candente en ese país que cualquier directora y/o actriz es preguntada por el asunto en los encuentros con la prensa. Así, hay multitud de citas, declaraciones y reivindicaciones que nos llegan con frecuencia, y que permiten trazar una nada halagüeña panorámica sobre lo que debe ser trabajar en la mal llamada meca del cine. Pero no se va a entrar mucho en ese debate que la protagonista de este texto quiere no perpetuar, sino que basta decir que es una situación vergonzosa y que debería cambiar. Lo más interesante de lo dicho por la cineasta española es por lo tanto esa llamada a la acción, esa postura que aboga por la igualdad de oportunidades potenciada desde un lugar tangible, no un marco teórico. Más ejemplos y menos números.

Es atajar el problema de raíz y no quedarse en la superficie. Está bien que se hable de un asunto, pero si pasan años y nada cambia especialmente se deberían buscar otras soluciones. Cayetana Guillén-Cuervo le pregunta a su invitada si está en contra de los estereotipos y quiere cambiar las percepciones, y ésta responde que no sólo eso, sino que quiere soluciones reales. De hecho, ataca (con algo de imprudencia, hay que decirlo) una solución real que Meryl Streep ha puesto en marcha, el programa Writer`s Lab, que busca desarrollar una docena de guiones escritos por mujeres de más de 40 años, edad en la que parece que Hollywood decide que una mujer ya no es interesante como personaje ni como empleada. La idea de Streep, una de las actrices más admiradas y conocidas del mundo, trata más bien de otra cosa distinta a la que se refiere Coixet, pero la cineasta apunta una verdad incuestionable cuando dice que alguien del renombre de Meryl Streep podría sacar hacia delante con su simple presencia proyectos de directoras. Solo ha trabajado (en largometrajes de ficción) a las órdenes de cinco mujeres en una carrera que se expande casi 40 años, y eso dice bastante, pero es que quizá su intención es ayudar a que se desarrollen personajes femeninos interesantes desde el papel, recordando para entender mejor esto que en Estados Unidos la figura del/la director-ora/guionista es mucho menos frecuente que en otros países.

Es innegable que las cosas han cambiado, que las nuevas generaciones de estrellas (Chris Pratt, Chris Pine, Jessica Chastain) trabajan con más mujeres que las previas (Tom Cruise, Matt Damon), pero los números siguen siendo muy escasos y las oportunidades se siguen dando con doble rasero, y las reciben antes hombres con poca experiencia que mujeres con amplia carrera (los fichajes de Colin Trevorrow para Jurassic World (2015) y una de las nuevas entregas de Star Wars o de Taika Waititi para Thor: Ragnarok (2017), contando ambos solo con películas independientes en su haber, son llamativos ejemplos de esto). Esa llamada a la acción de Isabel Coixet se erige por tanto como la opción con mejores y más inmediatos resultados, ya que clama por oportunidades y potenciar proyectos sin dar privilegios a nadie en base a prejuicios infundados. Ya que parece que el cambio no proviene del sistema de estudios o las diferentes empresas y productoras (que proporcionalmente tiene más hombres que mujeres ocupando posiciones de poder), la acción la deberán tomar los propios creativos. A las barricadas, pues.

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