Conocí a Fidel Intriago (Manabí, 1990) cuando él sacaba adelante las primeras ediciones de Revista Fotograma, una de las pocas revistas dedicadas enteramente al cine made in Ecuador. Todavía recuerdo la presentación del primer número de Fotograma en una de las salas del Cine 8ymedio, escenario habitual de los cinéfilos de la ciudad de Quito. Fidel, que era poco más que un adolescente en el 2009, estaba en el centro del escenario, conmovido hasta las lágrimas, recordando el esfuerzo titánico que le había supuesto terminar el primer ejemplar de su estupenda revista.

Durante un tiempo, la edición de Fotograma se detuvo, pero ahora el ave fénix resurge con el emprendimiento de una nueva aventura que todos los cinéfilos ecuatorianos esperamos impacientes y apoyamos.

Mis respetos y admiración por Fidel Intriago, que a sabiendas de que apostar por una revista de cultura en el Ecuador es una tarea suicida sigue haciéndolo con la misma pasión y entusiasmo de siempre.

¿Cómo empezó la idea de Fotograma? En qué año empezó, bajo qué

circunstancias?

Fue en Lima en el 2009. Tenía 19 años, era la primera vez que salía del país y también era la primera vez que me encontraba con la crítica de cine en serio, como ejercicio, como profesión, como forma de ver el mundo; en un taller que organizó el Festival de Cine de Lima junto a la organización francesa NisiMasa. Ahí junto a otros jóvenes de Venezuela, Bolivia, Colombia, España y Perú debíamos cubrir el Festival de Cine de Lima para el periódico del festival. Fue en ese ejercicio de escritura donde conocí el mundo de las revistas, un mundo que no había en Ecuador.

De ahí en adelante todo fue coyuntural. En mi familia el negocio era la imprenta. Yo era prensista y conocía al dedillo los detalles de impresión de revistas, periódicos y libros. Mi hermano es diseñador gráfico y en ese momento tenía a mi lado críticos de toda la región. Tenía las piezas sobre la mesa y era el momento de juntarlas. Antes de volver al país les compartí la idea al resto de talleristas y aceptaron. Eso fue en junio; en diciembre de ese año se imprimió la primera edición.

¿Crees que en el Ecuador ha habido un vacío editorial en cuanto a producción de

revistas de cultural en general? ¿Por qué crees que se ha producido este vacío? ¿Falta de apoyo (o interés) del gobierno? ¿Quizás indiferencia del público?

Editar y publicar una revista cultural en este país es una tarea suicida, de ahí el gran vacío que existe. Al final las revistas culturales terminas contándolas con los dedos de una mano, y eso resulta grave. A eso súmale que para acceder a ellas primero tienes que vivir en Quito.

Para Fotograma ha sido difícil. Primero, no vivo en Quito y eso dificulta la gestión de recursos porque allá está el centro de la burocracia. Por ejemplo, en la primera edición salió una publicidad del Ministerio de Cultura que nunca pagaron. Como el tiraje no pasaba de 3.000, a las empresas distribuidoras no les interesaba. Lo mismo pasaba con las agencias de publicidad. Entonces, me tocaba viajar, ir de puerta en puerta pidiendo apoyos a las instituciones públicas e ir de librería en librería para que se vendieran.

No sé sí ese sea el panorama para el resto o solo sea mi castigo por no vivir en la capital, pero así es difícil sostenerse. Por eso, luego de tres años y ocho ediciones, la revista dejó de publicarse. Al estado poco le interesan las revistas culturales. Para ellos la gestión que uno realiza para levantar fondos resulta caridad, es pelarse la cara yendo de burócrata en burócrata. Al final les sale mejor elaborar sus propios productos, como fue el caso de la Casa de la Cultura, que tiene su propia revista de cine. En cuanto a las revistas independientes, cada edición parece ser la última.

En cuanto al público se refiere no ha sido problema. Fotograma se vendía (en realidad es muy barata), aprovechaba los festivales de cine locales donde se distribuía bien. Afuera las regalaba. Me iba a festivales internacionales, llevaba cientos y las obsequiaba. No me importaba el dinero sino que se enteraran que en Ecuador había una revista que en realidad le importaba el cine.

Ahora hemos decidido volver a publicarla, preparamos la edición número 9, con cambios importantes. Se publicará al mismo tiempo la edición impresa y digital, esta última gratuita. Pero si las quieres impresa sí tienes que pagar por ella. No sé si me quedaré varado con las impresas pero me rehúso a la muerte del papel.

¿Es importante la circulación de una revista de cine para la renovación de la

crítica cinematográfica? ¿Existe verdaderamente la crítica cinematográfica en nuestro país?

Es importante simplemente para la existencia de la crítica. En el Ecuador no podemos hablar de “renovación” porque nunca se ha instaurado una crítica cinematográfica, no se ha construido un diálogo entre los discursos cinematográficos, las películas y el público. No hay generaciones de críticos tampoco. Yo lo que veo son tres etapas. La primera la del periódico Ochoymedio, que es un documento histórico de la crítica de cine en el país, sí, que ayudó a formar a muchos en la cinefilia (entre los que me incluyo), también. Pero al final era el periódico de una sala de cine, y en gran medida se dedicaba a explorar exclusivamente su programación, el resto quedaba fuera. La segunda es de las revistas, que vino en la década en curso, comenzó con Fotograma, luego vino Zoom, Ache y ahora último 25 Watts, las tres primeras independientes y Fotograma es la que queda en pie con ganas de seguir; la última es la revista de la Casa de Cultura. Por último, y más dispersos, son los blogs. Hay muchos, pero más se encuentran reseñas y poquísimos son exclusivamente de cine.

Aun así lo que existen son miradas, que de vez en cuando aparecen y pocas veces confluyen para prolongar una mirada estética de una película o fenómeno audiovisual en particular.

El 2015 es un ejemplo. Se estrenaron doce películas en salas y se habrán publicado dos críticas sobre alguna de ellas. No digo que sea obligatorio escribir sobre alguna película, debe haber una motivación para llegar al ejercicio de la escritura, pero da un panorama de cómo está la discusión cinematográfica en el país, porque en este análisis también se incluye a los medios de comunicación, donde desde hace varios años ya no se lee, siquiera, una crítica de televisión,

En otros lados, por lo general, el crítico está vinculado con la programación, lo que resulta muy nutritivo. Pero en Ecuador estamos vinculados con la producción y realización, y de pronto comenzamos a hablar de los fomentos, de distribución, de la exhibición, de problemas que han existido, existen y existirán siempre en cinematografías emergentes como la nuestra y nos olvidamos de las películas, nos descuidamos de hablar de cine. Ese también ha sido un problema.

¿El mejor cine ecuatoriano es el que aún no se ha filmado?

El poeta y crítico de cine Galo Alfredo Torres decía que el cine ecuatoriano aún es un proyecto en ciernes, que está pagando sus deudas con los públicos. Ahora esos públicos están comenzando a responderle, no sé qué está esperando la crítica para también comenzar a pasar factura. En ese sentido no hay un mejor cine ecuatoriano, porque con el que existe apenas sabemos lo que cuenta. Falta seguir ahondando en el cómo se lo cuenta.

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