Pasa todos los días y sus responsables no quieren hablar de ello. Resultaría incómodo, pero no por eso deja de ser cierto. En la industria cinematográfica, a la hora de establecer un reparto para una película, el talento se tiene en cuenta, pero no es lo único. Lamentablemente, y esa es la verdad incómoda de la que muchos no quieren hablar, se consideran también conceptos como la popularidad y el prestigio crítico/número de premios y nominaciones importantes, y si estos pueden confluir pues mejor que mejor. Piensen en los tráilers o carteles de promoción y en frases como “de los productores de...”, “del ganador del Goya”, “del nominado al Oscar”, etc. Esto se debe a que hacer una película es una inversión, y un gran porcentaje de los productores quieren recuperar parte de ese dinero. Para tratar de asegurarlo, con énfasis en “tratar” porque esto no es una ciencia, se ofrecen roles y/o jugosos cheques o se les promete u ofrece gran material a las caras más populares del momento, que a veces coincide que son además buenos intérpretes, pero que en otras ocasiones no pasan de ser rostros atractivos y cuerpos deseados.

Es un fenómeno constante, que curiosamente viene motivado muchas veces por el éxito de alguna serie de televisión (curioso porque este medio ha sido siempre despreciado en comparación con el cine) y que propicia la presencia constante de estos intérpretes en algunas de las grandes películas de la temporada. Grandes en el sentido de producciones de cierto tamaño, no tanto en relación a su calidad. Además es una tendencia que podemos observar cada día, y que viene fomentada por la idea de que las historias quizá no tengan el suficiente gancho para atraer el público de por sí, y por lo tanto hace falta llevarlo a la sala de otra forma. En otras ocasiones sí se sabe o al menos se sospecha que las historias tendrán ese gancho, pero es cuestión, otra vez, de asegurar la inversión. Es la cara más amarga de este negocio que es la industria del cine, y hasta cierto punto es comprensible que esto suceda.

El problema viene cuando una mala recaudación perjudica la carrera profesional de un intérprete, o cuando los intentos de éste/ésta de romper el molde y salirse de ese ciclo en busca de roles más interesantes en filmes más pequeños que no buscan el favor del público mayoritario y esto desemboca en que su popularidad disminuya, y por lo tanto deje de recibir ofertas. Es un proceso cruel, del que muy pocos pueden permitirse el lujo de abstenerse. Los fracasos en la taquilla USA hace unos meses de Burnt (John Wells, 2015) y Expertos en crisis (David Gordon Green, 2015), protagonizadas por Bradley Cooper y Sandra Bullock, respectivamente, son ejemplos perfectos sobre los que hacer un seguimiento, uno que permita comprobar si es el comienzo de un nuevo camino en la carrera de estos conocidos actores o si quedará como un tropiezo aislado. Ninguna de las cintas, por ejemplo, se ha estrenado en España.

La arenga no va dirigida a ninguna de estas caras populares en concreto, ya que ellos/as en el fondo están aceptando un trabajo que uno imagina les gusta y disfrutan, pero lo malo de seguir esta tendencia es que anula la posibilidad de que grandes elencos obtengan papeles destacados si no son carne de revista e imágenes de campañas publicitarias previamente. Muy pocos directores que busquen una recaudación al menos decente o incluso el visto bueno necesario para empezar el rodaje se arriesgan a fichar a nombres desconocidos, e incluso aquellos que no hablan en esos términos porque el arte no se discute así se delatan a la hora de armar sus repartos –véase el casi obsceno desfile de nombres conocidos de Ave César (Joel & Ethan Coen, 2016) o de cualquier cinta de Woody Allen, al menos en los roles principales–.

El mejor baremo para comprobar esto en la actualidad son las sagas de películas, como las de superhéroes de la compañía Marvel Studios, que desde 2008 y mínimo hasta 2019 se estrenan a razón de una o dos por año y que están repletas de intérpretes de renombre, muy talentosos, pero también populares. Todos los nuevos fichajes que realizan, por ejemplo, para Doctor Extraño, son personas que hace 10/15 años no hubieran accedido a esos papeles, y no por cuestión de edad. Es una auténtica pena, porque prima el valor de mercado antes que la búsqueda del mejor actor/actriz posible para encarnar ese personaje. El cine, el séptimo arte, no debería regirse por cosas así.