El pasado 20 de mayo Netflix estrenaba la estupenda comedia Lady Dynamite (2016-), creada por Mitch Hurwitz & Pam Brady y protagonizada por la cómica Maria Bamford, cuya experiencia personal luchando con un trastorno bipolar da el centro argumental a la serie. Bamford da vida a una versión de sí misma que nos cuenta en tres momentos temporales cómo perdió el control de su enfermedad, su estancia en una institución psiquiátrica y su regreso a la vida cotidiana. Aunque no figura como creadora ni escribe o dirige ningún episodio, creo que se puede emplazar a Lady Dynamite en esa variante de series protagonizadas y originadas por cómicos que hacen de su día a día la fuente de hilarantes historias, una variante que la impecable Seinfeld (1989-1998) popularizó y que ha dado ejemplos tan dispares como Larry David (2000-), The Sarah Silverman program (2007-2010), Louie (2010-) o Inside Amy Schumer (2013-), por decir sólo algunos casos.

Empecé a ver Lady Dynamite atraído por un vídeo que varios amigos cómicos de Bamford, que en la mayoría de los casos participan además en la serie haciendo de sí mismos o de algún personaje, recomendaban con humor su visionado. Unido eso al tráiler y la presencia de Hurwitz, genio responsable de la magna Arrested development (2003-), el 20 de mayo era un día a tener en cuenta. Vista la temporada en apenas un mes, la sensación que deja Lady Dynamite es la de ser testigos de algo muy personal. Bamford parece abrirse en canal para nosotros, dejar que miremos en la parte más oscura de su vida y así también aprendamos y desdramaticemos la situación de una persona con una enfermedad mental. La pregunta que esto me provoca, la reflexión que quiero desarrollar en esta ocasión es: ¿debería importar esa información?

Leonardo DiCaprio es vegetariano, pero comió hígado crudo de verdad en una de las escenas de El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015), porque estaba muy metido en el personaje. Algo similar a lo que hizo, sin ser vegetariana, Mia Farrow en La semilla del diablo (Roman Polamnski, 1968). El personaje de Lily Tomlin en Grandma (Paul Weitz, 2015) es una lesbiana feminista a favor del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo que conduce un Dodge Royal de 1955 porque Weitz escribió el rol expresamente para la actriz, modelando a Elle según su personalidad y creencias reales, y usando su propio vehículo. Algunos de los intérpretes de Queer as folk (2000-2005), L (2004-2009), Orange is the new black (2013-) o Looking (2014-2016) son gays/lesbianas/bisexuales/transgénero en la vida real, pero otros no. Hay actores que usan dobles y otros prefieren hacer ellos mismos las escenas de acción. Lars Von Trier escribió Anticristo (2009) como parte de una terapia para tratar de salir de una depresión. Stanley Kubrick mandó construir en decorado las calles de Nueva York que vemos en la magnífica Eyes Wide Shut (1999), que se rodó enteramente en Reino Unido por la fobia del cineasta a viajar. Podría dar ejemplos durante párrafos y párrafos, pero la esencia de mi argumento es éste: ¿saber esto cambia nuestra percepción de lo visto? ¿Debería hacerlo?

En la entrevista que Nacho Vigalondo mantuvo con Manuela Burló Moreno en su refrescante programa on-line Hasta el fondo Vigalondo, donde el cineasta charla durante 10/15 minutos con algún director/a de nuestro país, se dijo que una película hay que verla sin pensar en nada externo, sin dejarse llevar por curiosidades o apreciaciones que no correspondan al discurso audiovisual contado. Tiene razón, sin duda, así que ese tipo de datos tenemos que valorarlos como eso, curiosidades simpáticas y poco más. ¿O aportan algo? ¿Es DiCaprio mejor actor que alguien que coma carne? ¿Una actriz heterosexual debería recibir alabanzas por interpretar un personaje lésbico, sea cómo sea el resto de su interpretación? Los avances tecnológicos afectan también a este proceso, porque Twitter deviene en plataforma de constante intercambio y pedida de información, y es difícil escapar a su influjo, aunque a veces dicha información no aporte nada más allá de satisfacer una curiosidad. Por eso hay cineastas o creadores televisivos que trabajan a puerta cerrada, sean tan dispares como el Matthew Weiner de Mad Men (2007-2015) o el Santiago Segura de la pentalogía Torrente (1998-2014). Netflix prohíbe incluso por contrato desvelar muchos detalles de sus series durante el rodaje, porque el factor sorpresa también importa en algunos casos.

Tema complicado, para el que no tengo una respuesta firme. Uno que quizá admita matices, aunque puede que no. El cine y la televisión están hechos para consumirse tanto por críticos expertos con un profundo conocimiento del lenguaje artístico como por un espectador medio que se sienta frente a la pantalla o el portátil y pilla casualmente la emisión de algún film o serial. Es cuestión de disfrutarlo en distintos niveles, pero existiendo uno básico que puede apelar a determinados sentimientos universales. Puede que todo estribe en la elección, que uno quiera que esto le influya o no, que le importe o le dé igual.